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Antes de darnos cuenta de que algo en nuestro organismo no va bien, este manda señales tales como falta de energía, cansancio o resfriados continuos, entre otros. Algunos de estos síntomas están relacionados con secuelas que ha dejado a muchas personas que pasaron el Covid. Con respecto a esto, se ha hecho un estudio a través del cual han descubierto que las personas que tuvieron una rutina con niveles altos de actividad física antes de que comenzara la pandemia en 2020, se asociaban con una menor probabilidad de contraer COVID-19 o desarrollar una infección suficientemente grave como para requerir hospitalización.
El estudio encontró que, desde mayo de 2020 hasta mayo de 2022, los adultos que cumplían con una rutina de actividad física de EEUU y la Organización Mundial de la Salud antes de la pandemia tenían un 10 por ciento menos de probabilidades de infectarse con COVID-19 y un 27 por ciento menos de probabilidades de ser hospitalizados a consecuencia de esta enfermedad en comparación con las personas inactivas.
El estudio aún tiene limitaciones y se necesitan más datos para dar un veredicto generalizado de los diferentes grupos de personas clasificadas en la frecuencia con la que practican ejercicio, así como tampoco se puede determinar el comportamiento de salud que pueden haber tenido las personas durante la pandemia.
Para que el organismo refuerce el sistema inmunitario a través del deporte, este debe entenderse como una forma de cuidarse porque sí y no como un fin solo de pérdida de peso. En este sentido, el ejercicio puede reforzar el sistema inmunitario, el cual puede verse alterado por la influencia de diferentes factores, uno de ellos es a través del contagio de enfermedades como el Covid. Un sistema inmunitario fortalecido logra estimular el número de leucocitos que cumplen funciones tan importantes como retirar los desechos de los tejidos y proteger al organismo.
Si bien es cierto que la práctica regular de ejercicio tiene muchos beneficios para la salud en su totalidad (física y mental) todo depende de tu condición en el momento en el que realizas la actividad, convirtiéndose en un aliado o no, de acuerdo con la intensidad empleada en el entrenamiento. Tiene repercusiones tanto a corto, a medio como a largo plazo.
De entrada, a corto plazo tiene un impacto negativo en el sistema inmunológico y por lo tanto se bajan las defensas. Si practicas una actividad intensa, a las dos horas se baja la actividad de los leucocitos o glóbulos blancos y por tanto, pierdes inmunidad. Así que su práctica durante el estado de convalecencia está desaconsejada. Es mejor tomarse un tiempo, descansar y cuando estés recuperado, empiezas la práctica de manera moderada. Por ejemplo, andar, nadar, ir en bicicleta... son actividades aeróbicas que ayudan a mantener las defensas fuertes.
Según la OMS, "algo es mejor que nada" y la práctica deportiva fortalece el sistema inmunológico también frente a otras enfermedades como la gripe y resfriados.
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