Esto es lo que debemos hacer para protegernos de la 'ameba comecerebros', una especie acuática poco habitual, pero que produce una infección altamente letal
Investigación y Tecnología
Nos contagiamos únicamente cuando el agua está contaminada, sumergimos la cabeza y solo si entra en contacto con las fosas nasales
¿Qué precauciones debemos tomar con las salpas, una especie marina que se ha instalado en la costa del norte española?
Con la llegada del verano y el aumento de las temperaturas, muchas personas buscan refrescarse en ríos, lagos o piscinas naturales. Sin embargo, en los últimos años ha cobrado notoriedad un organismo microscópico que, pese a su rareza, genera bastante inquietud: la conocida como 'ameba comecerebros'. Su nombre científico es Naegleria fowleri y aunque suena algo así como a nombre de monstruo de película de ciencia ficción, se trata de un parásito muy real que es capaz de provocar una infección cerebral letal. La buena noticia es que el contagio es extremadamente infrecuente. Eso sí hay que tomar ciertas precauciones con respecto a los lugares donde sumergimos la cabeza ya que así reduciremos el riesgo prácticamente a cero.
Esta ameba vive en aguas dulces templadas, como las de lagos, estanques o ríos, especialmente durante los meses más calurosos. Lo que la hace peligrosa no es su presencia en el agua como tal, sino la vía por la que entra en el cuerpo humano. A diferencia de lo que muchos podrían pensar, no se transmite ni por beber agua ni por el contacto con la piel, sino que nos contagiamos únicamente cuando el agua está contaminada y sumergimos la cabeza. De esta forma, la ameba entra por la nariz, llegando rápidamente al sistema nervioso a través del nervio olfativo y una vez que entra en el cerebro, la infección avanza con rapidez, produciendo la muerte en la mayoría de los casos.
Lo raro en toda esta historia es el caso de la muerte de un niño de 11 años en Eslovaquia, que se contagió de la ameba comecerebros en una piscina pública cuando participaba en un entrenamiento de natación. Se están investigando las causas de este acontecimiento tan raro ya que las piscinas cloradas y con medidas de higiene debidamente controladas no es el hábitat natural de esta especie. En este contexto, expertos como el anestesista David Callejo insisten en que no hay motivo para alarmarse, si se toman medidas básicas de prevención y subrayan que este tipo de infección es "extremadamente rara".
¿Qué síntomas produce la infección?
La enfermedad causada por la Naegleria fowleri se llama meningoencefalitis amebiana primaria (MAP), y comienza como una meningitis común. Tras la exposición al agua contaminada que, recordemos, solo representa un riesgo si entra en contacto con las fosas nasales, los primeros síntomas suelen aparecer entre dos y cinco días después del contagio. Inicialmente, la persona infectada puede experimentar fiebre alta, dolor de cabeza intenso, náuseas, vómitos y rigidez en el cuello. Estos síntomas pueden confundirse fácilmente con los de una infección viral o bacteriana convencional.
Sin embargo, la gravedad de la situación se manifiesta rápidamente. A medida que la ameba destruye tejido cerebral, los síntomas progresan hacia alteraciones neurológicas severas como confusión, alucinaciones, pérdida del equilibrio, convulsiones y, finalmente, coma. En la mayoría de los casos registrados, el desenlace es fatal alrededor del quinto día tras la aparición de los primeros síntomas.
Lo más preocupante de esta infección es su rapidez y agresividad. El diagnóstico suele llegar tarde, cuando el daño cerebral ya es irreversible. A día de hoy, los tratamientos disponibles no han demostrado una eficacia clara, aunque en casos muy excepcionales se han conseguido recuperaciones con intervenciones médicas intensivas y muy tempranas. Todo esto explica por qué esta ameba ha ganado su apodo popular de "comecerebros", aunque conviene recordar que la posibilidad real de contagio es bajísima.
Cómo evitar el contagio y disfrutar del agua sin miedo
La clave para disfrutar de los espacios naturales en verano sin preocuparse innecesariamente por esta amenaza está en la prevención. La Naegleria fowleri no sobrevive en agua salada, ni en piscinas bien cloradas, lo que descarta como fuente de riesgo el mar y las instalaciones públicas que cumplan con las normativas de mantenimiento.
El riesgo se concentra, principalmente, en aguas dulces estancadas o poco profundas que alcanzan temperaturas cálidas, como las de lagos y ríos durante el verano. Para minimizar las posibilidades de exposición, se recomienda evitar que el agua entre por la nariz. Esto se puede lograr utilizando pinzas nasales o simplemente evitando sumergir la cabeza en este tipo de entornos. También es aconsejable no remover el fondo fangoso, ya que allí puede acumularse mayor concentración de amebas.
En resumen, aunque el nombre de esta ameba pueda generar cierta inquietud, los casos son extremadamente raros y, con unas pocas precauciones, el riesgo se reduce prácticamente a cero. No se trata de evitar el agua ni de alarmarse, sino de conocer cómo actúa este microorganismo y actuar en consecuencia. Como sucede con muchas amenazas poco frecuentes, la información y la prevención son nuestras mejores aliadas. Así que, si este verano tienes pensado darte un chapuzón en la naturaleza, hazlo con tranquilidad, pero también con conciencia. No hay razón para renunciar al disfrute si se actúa con sensatez.
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