Un estudio sobre poner límites en el trabajo revela que hay que "aprender a gestionar el tiempo y las expectativas, sin sentir la obligación de estar disponible todo el tiempo"

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Un jefe que comprende las necesidades de sus colaboradores y les ofrece autonomía y apoyo, no solo mejora el clima laboral, sino que también potencia la resiliencia grupal

Sisifemia: cuando la carga la laboral es constante

Exceso de trabajo
Exceso de trabajo / Freepik

En el vertiginoso entorno profesional actual, la capacidad de adaptarse a los desafíos se ha convertido en una habilidad fundamental. Sin embargo, cuando esta adaptabilidad se lleva al extremo, puede volverse contraproducente y generar consecuencias negativas tanto en la salud emocional como en el rendimiento a largo plazo.

Hablar de resiliencia en el trabajo no es solo mencionar la fortaleza de un empleado frente a los obstáculos. En realidad, se trata de una competencia que permite superar situaciones difíciles sin comprometer el bienestar personal. Según estudios recientes, como el Cigna International Health Study 2024, España destaca como uno de los países donde la población se considera más resiliente: un 69% de los encuestados afirma poder afrontar cambios e imprevistos con relativa facilidad.

Sin embargo, esta fortaleza, a menudo celebrada, puede transformarse en una carga cuando se confunde con la necesidad de aguantar siempre, sin descanso, sin cuestionar límites. La resiliencia, lejos de ser una capacidad ilimitada, debe gestionarse con equilibrio. Como han indicado especialistas de Cigna Healthcare España, no se trata de resistir a cualquier precio, sino de construir una capacidad de adaptación consciente, que evoluciona con la experiencia, el autocuidado y una gestión emocional adecuada.

La falsa idea de aguantar siempre: el lado oscuro de la resiliencia

En los últimos años, el término resiliencia se ha popularizado en el entorno corporativo, muchas veces asociado a la imagen del trabajador ideal, es decir, aquella persona que no se queja, que se adapta a todo y que siempre tiene una solución a mano. Esta concepción, aunque bien intencionada, puede derivar en lo que los psicólogos denominan resiliencia tóxica, una forma distorsionada de adaptación que lleva a las personas a normalizar el malestar, evitar pedir ayuda o incluso ocultar síntomas de agotamiento por miedo a parecer débiles.

Amira Bueno, directora de Recursos Humanos en Cigna Healthcare España, ha alertado sobre esta tendencia, señalando que "cuando la resiliencia se confunde con la exigencia y el resistir a toda costa, se pierde el verdadero sentido de adaptabilidad". La resiliencia saludable implica aceptar que no siempre se puede con todo y que poner límites también es una forma de cuidarse.

Las consecuencias de una resiliencia mal entendida se manifiestan en el aumento del estrés crónico, la disminución de la motivación, el deterioro de las relaciones laborales e incluso en problemas de salud mental como ansiedad o depresión. Por eso, es esencial fomentar una cultura laboral donde el equilibrio entre esfuerzo y descanso esté presente, donde se permita la vulnerabilidad y donde se valoren los espacios de desconexión como parte del rendimiento sostenible.

Claves para construir una resiliencia saludable y sostenible

Para que la resiliencia sea una aliada real y no un enemigo silencioso, es necesario aprender a gestionarla desde una perspectiva de bienestar integral. Uno de los primeros pasos es establecer límites claros. Saber decir "no" cuando las exigencias superan lo razonable o cuando se invade el tiempo personal no es un signo de debilidad, sino una muestra de inteligencia emocional y autocuidado. "Aprender a gestionar el tiempo y las expectativas, sin sentir la obligación de estar disponible todo el tiempo hace posible mantener un equilibrio entre las obligaciones laborales y la vida personal, lo cual es esencial para preservar la resiliencia a largo plazo", manifiestan los expertos.

Otro aspecto crucial es la gestión del tiempo. Métodos como la técnica Pomodoro, que consiste en alternar bloques de trabajo con pausas breves, permiten mantener altos niveles de productividad sin sacrificar el equilibrio mental. Al organizar las tareas en periodos definidos, se facilita la concentración y se evitan los picos de estrés que surgen por la multitarea o la presión constante. Además, los líderes tienen un papel clave en la creación de entornos laborales resilientes. Se habla cada vez más de liderazgo consciente o mindful leadership, un enfoque que promueve la empatía, la escucha activa y la conexión emocional con los equipos. Un jefe que comprende las necesidades de sus colaboradores y les ofrece autonomía y apoyo, no solo mejora el clima laboral, sino que también potencia la resiliencia grupal.

Fomentar la creatividad y la colaboración también fortalece la capacidad de adaptación. La innovación permite enfrentar lo nuevo sin miedo, mientras que el trabajo en equipo genera una red de apoyo que suaviza el impacto de los momentos difíciles. Estas dinámicas no solo mejoran el rendimiento, sino que refuerzan la sensación de pertenencia y confianza, factores fundamentales para la salud emocional.

En definitiva, la resiliencia no es una cualidad estática ni un recurso inagotable, sino una competencia que se construye y se renueva constantemente, en función de cómo se gestionan las emociones, los tiempos y las relaciones. Apostar por una resiliencia auténtica, que incluya autocuidado, límites saludables y entornos laborales humanos, es invertir en el bienestar a largo plazo tanto de las personas como de las organizaciones.

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