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Día Mundial de la Diabetes
La retinopatía diabética es una de las complicaciones microvasculares más comunes y graves de la diabetes mellitus, tanto de tipo 1 como de tipo 2 y representa una de las principales causas de ceguera irreversible en la población en edad productiva. Esta patología surge como consecuencia directa del daño en los vasos sanguíneos de la retina debido a los niveles elevados de glucosa en sangre, lo cual genera un proceso patológico que afecta al riego y oxigenación del tejido retiniano.
Desde el punto de vista oftalmológico, la retinopatía diabética es una enfermedad compleja que conlleva una serie de cambios anatómicos y funcionales en la microvasculatura de la retina, lo que puede derivar en una pérdida progresiva de la visión si no se diagnostica y trata de manera oportuna.
Según datos de la Sociedad Española de Retina y Vítreo (SERV), la afectación ocular está presente en un 25% aproximadamente de los pacientes con diabetes, y va a producir baja visión o incluso ceguera en un 2-4% de la población diabética.
Los avances en el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad han mejorado significativamente las posibilidades de que el paciente pueda conservar la visión, pero la clave para reducir su prevalencia radica en la prevención primaria y en la concienciación de la importancia del control metabólico adecuado y del seguimiento oftalmológico regular en todos los pacientes diabéticos.
El proceso patológico de la retinopatía diabética inicia con la alteración de las células endoteliales de los vasos retinianos, lo cual deriva en una disfunción de la barrera hematorretiniana que es la que hace que el fluido y otras proteínas se acumulen en la retina, por lo que va a dar lugar al edema macular diabético, una de las principales causas de pérdida de visión en estos pacientes.
El doctor Álvaro Fernández-Vega González, oftalmólogo del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega declara en el portal Infosalus, "Esta enfermedad es tan frecuente en los pacientes con diabetes porque cuanto más tiempo ha convivido la persona con la enfermedad, mayor es elriesgo de desarrollar complicaciones. Los niveles elevados de glucosa en sangre, la hipertensión, o no llevar un control adecuado de la glucosa ensangre, son factores que influyen directamente en el desarrollo de esta enfermedad", declara este oftalmólogo.
A medida que la hiperglucemia crónica persiste, se desencadenan respuestas inflamatorias y de estrés oxidativo en la retina, lo que agrava el daño vascular y lleva al desarrollo de microaneurismas, hemorragias intrarretinianas y exudados duros. Estos signos son característicos de la retinopatía diabética no proliferativa, que es la etapa inicial de la enfermedad.
En una fase más avanzada, denominada retinopatía diabética proliferativa, la retina responde al déficit de oxígeno mediante la producción de factores angiogénicos, como el factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF, por sus siglas en inglés), que estimulan la formación de neovasos. Sin embargo, estos vasos de nueva formación son frágiles y propensos a hemorragias, lo que puede conducir a una hemorragia vítrea y, en casos severos, al desprendimiento de retina traccional.
Esto quiere decir que ambas complicaciones son potencialmente devastadoras para la visión, y en muchos casos requieren intervenciones quirúrgicas complejas, como la vitrectomía, para tratar de restaurar la función visual en la medida de lo posible.
Una de las claves que ayudaría a frenar el avance y, por tanto la posible ceguera de la retinopatía diabética, es el diagnóstico temprano y, para ello, hay que hacer un seguimiento riguroso de la vista. El examen oftalmológico de fondo de ojo con dilatación pupilar, preferentemente realizado con retinografía y en casos necesarios con tomografía de coherencia óptica (OCT) y angiografía con fluoresceína, es la herramienta diagnóstica fundamental para evaluar la gravedad de la retinopatía y la presencia de edema macular.
Estos estudios permiten una evaluación detallada de los cambios estructurales en la retina y guían el abordaje terapéutico adecuado. Desde una perspectiva preventiva, el control glicémico estricto es el factor más importante para disminuir el riesgo de desarrollar retinopatía diabética y de frenar su progresión en pacientes ya diagnosticados.
Estudios como el Diabetes Control and Complications Trial (DCCT) y el UK Prospective Diabetes Study (UKPDS) han demostrado que la reducción sostenida de la hemoglobina glicosilada (HbA1c) disminuye significativamente la incidencia y progresión de la retinopatía diabética en ambos tipos de diabetes.
Se recomienda que los pacientes mantengan niveles de HbA1c por debajo del 7%, aunque es fundamental personalizar estos objetivos en función de las características individuales del paciente, considerando su edad, comorbilidades y duración de la diabetes.
Además del control glicémico, el manejo de factores de riesgo adicionales, como la hipertensión arterial y la dislipidemia, es crucial. En concreto, la hipertensión arterial aumenta el riesgo de progresión de la retinopatía y puede contribuir al desarrollo de edema macular. Los pacientes diabéticos deben someterse a monitoreo regular de la presión arterial y, en caso necesario, recibir tratamiento antihipertensivo con el objetivo de mantenerla por debajo de 140/90 mmHg o, idealmente, más baja, dependiendo de sus condiciones clínicas específicas.
Asimismo, la dislipidemia, especialmente los niveles elevados de colesterol LDL, se asocia con un mayor riesgo de formación de exudados duros en la retina, y su control mediante modificaciones en la dieta y terapia con estatinas ha mostrado beneficios en la reducción del riesgo de complicaciones oculares.
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