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¿Por qué no puedes odiar a alguien que te hizo mucho daño?: esta es la razón según los psicólogos

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Pareja / Pexels

Seguro que una persona te ha hecho mucho daño, pero no tienes la suficiente voluntad para odiar. Esto no es un caso aislado y, depende de la personalidad del individuo. Esto recibe un nombre, según la psicología, se trata de la empatía cognitiva. Esto significa que el cerebro cambia directamente a la perspectiva del otro. Esto puede ser mucho más allá del daño.

Por ejemplo, ves su historia, su crianza, sus heridas y sus miedos. No estás excusando lo que ha hecho esa persona, pero si puedes llegar a entender el por qué. Lo más razonable sería preguntarse por qué me ha hecho eso a mí. Sin embargo, la mente se pregunta qué tuvo que pasarle a esa persona para que haya llegado su comportamiento hasta ahí.

En realidad, es un rasgo que no se suele admitir, pero que muchas personas tienen. Se trata de un rasgo muy poderoso y la cara bonita de la empatía cognitiva es que se puede desarrollar estrategias para mejorar la comunicación, evitar conflictos y, a largo plazo da más madurez emocional. Sin embargo, tiene un coste muy elevado, ya que puede difuminar los límites, empezando a justificar patrones tóxicos, normalizando el dolor y te quedas donde no deberías.

Qué es la empatía cognitiva

La empatía es una de las capacidades más complejas y valiosas del ser humano, ya que nos permite comprender y conectar con las experiencias de los demás. Desde la psicología, se distingue entre distintos tipos de empatía: la emocional, que implica sentir las emociones del otro, y la cognitiva, que consiste en comprender intelectualmente lo que otra persona siente o piensa sin necesariamente compartir esas emociones. La empatía cognitiva, por tanto, se refiere a la habilidad de adoptar la perspectiva del otro y entender su estado mental desde un punto de vista racional y analítico.

Según psicólogos como Simon Baron-Cohen y Daniel Goleman, la empatía cognitiva es esencial para las relaciones sociales saludables y la comunicación efectiva. Baron-Cohen la define como la “capacidad de identificar correctamente lo que otra persona está pensando o sintiendo y responder de manera apropiada”. Esta forma de empatía está relacionada con las funciones ejecutivas del cerebro, particularmente con la corteza prefrontal y las áreas asociadas a la teoría de la mente —es decir, la capacidad de atribuir estados mentales a los demás—.

Desde una perspectiva psicológica, el desarrollo de la empatía cognitiva se da a lo largo de la infancia y la adolescencia, a medida que el individuo aprende a reconocer que otras personas poseen pensamientos y emociones distintas a las propias. Este proceso está influido tanto por factores genéticos como ambientales: la educación, la crianza, las experiencias sociales y los modelos de comportamiento observados tienen un papel decisivo.

La relación entre la empatía cognitiva y la salud, tanto mental como física, es un tema que ha despertado creciente interés en la psicología contemporánea. Por un lado, una alta empatía cognitiva puede mejorar el bienestar psicológico al favorecer relaciones interpersonales más armoniosas, reducir los conflictos y aumentar la percepción de apoyo social. Comprender a los demás también promueve una mayor autorregulación emocional, lo que reduce los niveles de estrés y ansiedad. Además, estudios han mostrado que los individuos empáticos tienden a desarrollar conductas prosociales que fortalecen el sentido de propósito y satisfacción personal.

Sin embargo, la empatía cognitiva mal equilibrada también puede tener efectos negativos. Cuando se utiliza de forma manipuladora —como en el caso de ciertas personalidades narcisistas o psicopáticas— puede emplearse para explotar o controlar a otros. En el extremo opuesto, una empatía excesiva, aunque cognitiva, puede generar sobrecarga emocional o “fatiga por compasión”. Por ello, los psicólogos subrayan la importancia de mantener un equilibrio entre comprensión y autoconservación emocional.

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