El alimento que todos tenemos en casa y que según una nutricionista "fortalece la respuesta antioxidante del cuerpo, ayudando a defender la piel frente a los daños causados por los rayos ultravioleta"
Nutrición y Bienestar
Es un complemento fundamental, pero nunca debe sustituir el uso de cremas fotoprotectoras
¿Cuántas veces podemos usar el mismo aceite de oliva sin perjudicar a nuestra salud?

Con la llegada del buen tiempo, la exposición al sol se convierte en una rutina inevitable. Ya sea en la playa, en la montaña o simplemente en una terraza tomando algo al aire libre, el contacto con la radiación solar aumenta considerablemente durante los meses más cálidos. Esta exposición, aunque nos llena de vitamina D y nos brinda un saludable tono dorado, también acarrea riesgos que no deben subestimarse: envejecimiento prematuro, manchas, quemaduras y, en los casos más graves, cáncer de piel.
Por esta razón, los expertos en dermatología insisten en la importancia del uso de protectores solares. Sin embargo, la ciencia ha comenzado a revelar que nuestra defensa contra el sol no debe quedarse solo en lo que aplicamos por fuera. Lo que comemos también puede influir y mucho en la forma en que nuestra piel responde al sol. Para ser más concretos, hay algunos alimentos tienen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias tan potentes que actúan como escudos celulares desde dentro, preparando nuestra piel para resistir mejor los efectos dañinos de los rayos ultravioleta.
Y entre todos los alimentos estudiados hasta ahora, uno en particular destaca por su capacidad para ofrecer esta doble protección. Se trata de un ingrediente que ha estado en nuestras mesas desde hace siglos, presente en ensaladas, guisos y tostadas. Se trata del aceite de oliva.
Aceite de oliva: un escudo invisible que actúa desde dentro
"Consumido de forma habitual, fortalece la respuesta antioxidante del cuerpo, ayudando a defender la piel frente a los daños causados por los rayos ultravioleta", explica la doctora Luisa Andrea Solano, nutricionista y docente en la Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad Europea. Este alimento no reemplaza a los protectores solares, pero sí potencia la capacidad del organismo para responder al estrés oxidativo generado por la exposición al sol. "Es un complemento fundamental, pero nunca debe sustituir el uso de cremas fotoprotectoras", subraya Solano.
¿Y cómo lo consigue? Su eficacia como defensa celular se debe a una sofisticada combinación de compuestos bioactivos. Entre ellos se encuentran los polifenoles, como el hidroxitirosol, la oleuropeína y el tirosol, todos con una potente acción antioxidante que previene la peroxidación lipídica, uno de los mecanismos responsables del envejecimiento celular.
Además, su alto contenido en ácido oleico, un ácido graso monoinsaturado, refuerza la integridad de las membranas celulares y reduce la inflamación. Otro de sus componentes clave es la vitamina E (también conocida como tocoferol), que protege frente al daño oxidativo. Y no podemos olvidar al escualeno, un compuesto que interviene en la regeneración celular y actúa como precursor de esteroides endógenos, vitales para múltiples funciones fisiológicas.
La doctora Solano lo define con claridad: "No es solo una cuestión de grasa saludable. Hablamos de un alimento funcional que trabaja a nivel celular para preservar la salud de la piel, del corazón y del sistema inmunológico".
Aceite de oliva: dosis, beneficios y usos prácticos
Entonces, ¿cuánto debemos consumir para notar sus efectos protectores? Según la doctora Solano, la cantidad ideal es de entre 20 y 40 mililitros diarios, lo que equivale aproximadamente a dos o tres cucharadas soperas. Eso sí, siempre que sea posible, se recomienda tomarlo en crudo, ya que el calor puede deteriorar algunos de sus compuestos más delicados.
Este alimento, que forma parte esencial de la dieta mediterránea, ha dejado de ser simplemente un condimento culinario para convertirse en una herramienta clínica de prevención y bienestar. "Está recomendado en nuestras guías alimentarias y es apto para el consumo de toda la población", señala la nutricionista. Más allá del ámbito dermatológico, sus beneficios se extienden al sistema cardiovascular, digestivo, neurológico e incluso inmunológico. Gracias a sus polifenoles y al ácido oleico, reduce la inflamación sistémica, mejora la función vascular y protege frente a la oxidación del colesterol LDL. También fortalece la microbiota intestinal, un factor clave en la regulación inmunológica y en la absorción de nutrientes.
En el caso de los deportistas, su efecto antiinflamatorio, asociado especialmente al compuesto oleocantal, resulta muy valioso. "Tomado en crudo después del entrenamiento, minimiza el dolor muscular, mantiene la integridad celular y acelera la adaptación fisiológica", afirma Solano. Además, estudios recientes lo vinculan con mejoras en el rendimiento cognitivo y en la prevención del deterioro neurológico asociado al envejecimiento.
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