El Palquillo

La lluvia deja a Sevilla huérfana de sus principales devociones en la Madrugada

Lágrimas al no salir la Esperanza de Triana / Rafa del Barrio

Una noche aciaga que ha dejado a Sevilla sin sus principales devociones. Los partes meteorológicos, calificados por algún hermano mayor como desastrosos, no dieron opciones para que ninguna de las seis cofradías se pusieran en la calle. Desde el año 2011 no se daba esta misma circunstancia. Una tras otra, las hermandades fueron anunciando en sus redes sociales que suspendían sus salidas procesionales. La primera fue, sorprendentemente, la Esperanza de Triana; y hubo que esperar hasta bien entrada la noche para que el Calvario comunicara una decisión que se daba por descontada.

La Madrugada se presentaba con el mismo guión que prácticamente toda la Semana Santa. La jornada estaba muy metida en agua y el Jueves Santo ya se habían quedado todas sin salir. A pesar de este panorama eran muchos los fieles y devotos que se desplazaron a los principales núcleos de devoción, principalmente a la basílica de la Macarena y a la calle Pureza de Triana. Allí aguardaban nerviosos el milagro que, finalmente, no se produjo.

En las horas previas a la salida de las procesiones es cierto que no llovía. Había una especie de transición entre las precipitaciones caídas el Jueves Santo y las previstas para la Madrugada. Pero los partes eran muy claros. La información ofrecida por la Aemet no dejaba lugar a dudas.

En medio de este ambiente de expectación y júbilo de la calle Pureza llegó el primero de los jarros de agua fría. La Esperanza de Triana anunciaba más de dos horas antes de que tuviera que ponerse en la calle que no lo haría. No había motivo para hacer sufrir a sus nazarenos. 

La junta de gobierno presidida por Sergio Sopeña emitía un comunicado en el que dejaba clara cuál era la situación. "Esta decisión, tan difícil como dolorosa, se toma desde la responsabilidad debida con todos los hermanos que conforman nuestra cofradía, los cuales no merecen ser expuestos innecesariamente a las inclemencias del tiempo, tanto en su camino de ida a la Capilla de los Marineros como durante la salida procesional", decía el comunicado.

Tras la lógica decepción, la mayoría del público concentrado en la calle Pureza actuó  de manera más que correcta. Tras pasar por delante de la capilla y rezar ante las imágenes, cada uno siguió su camino. Pero siempre hay un grupo que tiene que hacerse notar y así fue. Unos jóvenes protagonizaron una histriónica petalada a pie de calle que estaba muy fuera de lugar. En esta Semana Santa hemos vivido varios episodios muy controvertidos por parte de un público que no sabe comportarse, que no sabe no siquiera qué está viendo o qué significa. Pero no se engañen. No se trata de un problema propio de la Semana Mayor o de las cofradías. Es sólo un reflejo de lo que sucede en esta sociedad infantil y maleducada del siglo XXI que vislumbra un futuro poco halagüeño.

Era la tercera vez en la historia que la Esperanza de Triana suspendía su salida. Antes lo hizo en 1847 y en 2011. La decisión de la Esperanza de Triana anticipaba lo que sucedería a continuación, pese a que comenzó a circular en redes sociales una información que decía que habría una ventana de buen tiempo, una tregua que permitiría la salida de las procesiones. Nada más lejos de la realidad. 

En la Macarena se apuró todo lo posible para tomar una decisión que, finalmente, fue negativa. Lo explicaba su hermano mayor, José Antonio Fernández Cabrero, que añadía una información clave: no sólo iba a llover. La cantidad de agua prevista era muy importante.

Tras la Macarena, prácticamente de manera simultánea, llegaron las noticias negativas del Gran Poder, que abrió la basílica a los devotos; los Gitanos, que no esperó para comunicar el acuerdo; y el Silencio, que tenía el grueso de los nazarenos en San Antonio Abad.

Sólo faltaba el Calvario. La Hermandad de la Magdalena respetó los tiempos y los preceptos recogidos en sus regla. Fue al filo de las tres de la mañana cuando se confirmó de manera oficial y rotunda que la Madrugada de Sevilla, la noche más hermosa y esperada del año, se quedaba en blanco. 

El enorme chaparrón que caía poco después avalaba la decisión de las seis hermandades.

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