
Antonio Silva
El modelo de Torreblanca
Conozco pocos cofrades auténticos. En el mundo de las hermandades hay muchos que lo pretenden, suelen estar en tertulias de barra del bar, o en la terraza tomando café, aunque las hay más formales y con más pretensiones, con su denominación propia, muy original en ocasiones, y algunas con su cartel y su pregón. Muchos de sus integrantes pueden incluirse en algunas de las especies incluidas en el género de “tontos de capirote”, que definió Paco Robles y ya es universal.
Afortunadamente también hay cofrades con solera y raíces, pocos, que tienen criterio para mantener la tradición y estilo de nuestras hermandades y Semana Santa, con un certero sentido de la tradición y la medida. No suelen alardear ni prodigarse fuera de su entorno más cercano, tertulias de las de verdad, en las que se dicen y escuchan ideas interesantes.
Después de siglos de experiencia los bodegueros saben cuidar sus vinos. Cada año sacan al mercado la tercera parte de las botas más bajas, que luego rellenan con vino de las botas de la fila de arriba, la primera criadera, y éstas con las de la tercera, que se completan, a su vez, con vino de la cosecha del año. Es la forma de mantener la excelencia de la marca en el tiempo. También los cofrades cabales, los de la solera, van sacando y exponiendo su conocimiento, mientras los de la primera criadera se van incorporando a la solera cofrade, asimilando conocimientos. Así se va manteniendo la calidad de sus opiniones que conforman, en su conjunto, una denominación de origen que hay queproteger y mantener.
Pero siempre están quienes estropean el ambiente, los que no respetan el estilo propio de la denominación de origen, y centran sus opiniones exclusivamente en bandas de música, estrenos, itinerarios, chismes cofrades, coreografías costaleras y poco más, como si esas fueran las claves de la religiosidad popular. Es difícil entablar discusión con ellos, porque la debilidad de sus opiniones es inversamente proporcional a la vehemencia con que las plantean. Si alguien les lleva la contraria su argumentación siempre es tildar al oponente de carca, advenedizo, o aspirante a un puesto no se sabe dónde. Cuanto más inseguro está uno, con más desmesura se encasilla en su marco mental y más se reduce su ya escasa capacidad argumental.
Volviendo a la bodega. A veces es necesario “refrescar” el vino. Añadir vino joven a la solera para proporcionarle el cuerpo y matices necesarios para mantener su personalidad. Este proceso no solo rejuvenece el vino más antiguo, sino que también puede ayudar a equilibrar sus características, incluso a mejorarlas.
El vino joven a aportar ahora a las hermandades para mantener y mejorar su calidad es el planteamiento de nuevos campos de discusión y estudio: la fundamentación de las hermandades desde la antropología cristiana, el derecho natural y eclesiástico; el posicionamiento de las hermandades en temas como la deconstrucción de la familia; los nuevos modelos de sociedad propuestos; generar aportaciones académicas y, en general, promover la participación de las hermandades en el mundo de las ideas.
En las conclusiones del II Congreso Internacional de Hermandades y Religiosidad Popular, celebrado en Sevilla el pasado año, se recogen algunas líneas de trabajo en este sentido. La más imperativa es la que advierte de “la necesidad de un estudio y reflexión permanente sobre la piedad popular”. De eso se trata, de enriquecer la solera cofrade con el vino joven de la reflexión académica que fije y mejore sus cualidades
Y ya que hablamos de bodegas sería importante fijar un objetivo: procurar que la hermandad elabore siempre un buen vino, tratando de imitar al que se sirvió en las Bodas de Caná, que tuvo que ser el mejor del mundo, porque fue el que se elaboró con más amor.
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