El trío irrepetible de López Farfán: centenario de tres marchas para la historia

Música

Son tres composiciones que marcaron el devenir del género y son auténticos imprescindibles. En cuestión de semanas trazó 'El Dulce Nombre, 'La Estrella Sublime' y 'La Esperanza de Triana'

La peor Semana Santa de nuestras vidas

La actual Virgen del Dulce Nombre sale por primera vez en 1924
La actual Virgen del Dulce Nombre sale por primera vez en 1924 / Serrano

Así lo denominan los expertos y más conocedores de la materia: el trienio excepcional de un genio. En este 2025 se cumplen ni más ni menos que cien años de tres marchas de procesión que fueron trazadas en cuestión de semanas y que a día de hoy -no sin ciertas vicisitudes e incluso censuras y olvidos- son imprescindibles en cualqueir repertorio clásico que se precie. Ya tratamos en estas páginas una de ellas, 'La Estrella Sublime', compuesta a mediados de febrero de aquel año y dedicada a la dolorosa de San Julián, con una historia apasionante en la que se entremezclan amistades, vino y barras de bar. Pero no contento...

Debemos remontarnos puntualmente a 1924. Por aquel entonces se hallaba en plena efervescencia -y en asentado apogeo- la cofradía del Dulce Nombre, recientemente reorganizada. Los primitivos titulares, que estaban depositados en el Beaterio de la Trinidad -reminiscencias de las cruces que llevan al pecho los nazarenos en sus antifaces- volvieron a despertar devoción en un grupo de cofrades que decidieron reimpulsar aquella singular cofradía. En el año de 1919, la hermandad volvió a salir en procesión desde la parroquia de San Román, y cuatro años más tarde, en 1923, se estrena el misterio de Jesús ante Anás, obra primera de Castillo Lastrucci, que levantó elogios entre la prensa y el orbe cofradiero local. El imaginero, en 1924, talla la incomprable y hermosísima dolorosa del Dulce Nombre, de rasgos castizos y facciones legendariamente populares, y tras codearse con otros artistas como Rodríguez Ojeda, la cofradía sale prácticamente como la conocemos hoy en día.

El misterio del Dulce Nombre en 1923 en el interior de San Román
El misterio del Dulce Nombre en 1923 en el interior de San Román / Hermandad

Por aquel entonces, en 1924, Farfán, director del Regimiento del Soria 9, comienza a entablar relación con esta corporación, participando con su formación en diferentes tómbolas y festivales organizados por la propia hermandad con el objeto de sufragar los gastos de nuevos enseres y, en especial, el traslado a la iglesia de San Antonio de Padua tras su periplo inmensamente frutífero en San Román. Así se recoge en el libro Farfanerías, de José Manuel Castroviejo e Ignacio Cansino, quienes señalan que era habitual que el Soria 9 participase en fiestas populares y estivales de diferentes localidades de la provincia, como Cantillana, Castilleja de la Cuesta o Carrión de los Céspedes. A las 22:00 de la noche del 17 de junio de 1924, la 'Bofetá' se traslada a la calle San Vicente, y tras las andas de la Virgen compareció el Soria 9 interpretando sus "célebres y famosos campanilleros", tal y como recoge El Noticiero Sevillano, o El Refugio de María.

Sea como fuere, el 8 de febrero de 1925 López Farfán entrega las partituras de El Dulce Nombre, una marcha originalísima, que abre este trienio musical sin precedentes. Una marcha que, como ya es sabido, cuenta con una parte coral, cuya letra llegó incluso a imprimirse en estampas de la Virgen, gozando de gran predicamento entre los hermanos. Una letra pensada expresamente para ser cantada, a diferencia de Pasan los campanilleros, por tenor y coro. Como recurso, Farfán introduce la ocarina, instrumento precolombino, pero Castroviejo y Cansino sostienen que aquel instrumento podría ser el modelo que Giuseppe Donati prodigó a mediados del XIX. Además, en el segundo tema de la marcha, se observa una influencia musical de la Canción del toreador, de la ópera Carmen. Aunque estuvo infinidad de años en un cajón, felizmente volvió a recuperarse a principios de este siglo.

'La Esperanza de Triana'

Añeja fotografía de la Esperanza de Triana por la calle Tetuán
Añeja fotografía de la Esperanza de Triana por la calle Tetuán / Hermandad

Y tras las marchas dedicadas a la Hiniesta y el Dulce Nombre, llega el remate de este triunvirato irrepetible. Fue el 14 de marzo de aquel mismo año -Cuaresma prolífica- cuando Farfán culmina 'La Esperanza de Triana', marcha dedicada a la dolorosa, en aquel entonces, de San Jacinto. Al parecer, la llegada de esta cofradía a la cárcel del Pópulo era un momento muy esperado y concurrido de la Semana Santa de la época, puesto que el autor también se siente inspirado por el instante en que los presos cantan a la Virgen.

La introducción de la marcha, con fuerza, representa el momento en que la cofradía llega a la cárcel. Posteriormente, la saetilla interpretada a violín manifiesta precisamente eso, la saeta cantada a la Esperanza, de carácter flamenco. Por último, y como cierre, el coro a boca cerrada en el trío, "recurso de la música operística, que evoca el murmullo de la muchedumbre alejándose tras presenciar la cofradía", apunta Castroviejo. Aunque no existen referencias hemerográficas sobre el estreno de esta marcha, pero es conocida su interpretación y el impacto tan destacado. Hablamos de la marcha más antigua dedicada a la Esperanza de Triana. También hizo lo propio Farfán con la Macarena a finales del XIX...

Concluyen así un periodo dorado para la música procesional. Farfán seguiría componiendo y legándonos obras de un calado incalculable, pero la impronta, la revolución y el sello que asumieron estas marchas son de difícil repetición. Toda una fortuna escucharlas en la semana mayor hispalense.

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