Una Velá sin avellanas verdes
ALICE Simon y sus amigas Elise y Fanny estudian Mediación Cultural y han venido desde París a conocer Sevilla. Estas tres veinteañeras salen del Museo de Bellas Artes y se sientan en los bancos de la plaza. Han visto las quince pinturas al óleo sobre tabla que el artista flamenco Pedro de Campaña hizo para el retablo de Santa Ana. Es mediación cultural en estado puro. El retablo, se lee en el catálogo, "es fruto de la dialéctica entre sus constructores, el mensaje que emite a los devotos y a los espectadores y el inmueble donde se levanta".
La muestra se inauguró el 1 de julio y es una prolongación de la Velá de Triana "sin avellanas verdes", como dice una de las vigilantes. San Joaquín, el padre de la Virgen, es la estrella de la muestra: aparece en cuatro cuadros. Cleofás no es sólo una sala de fiestas de Madrid ni Salomé una cantante que representó a España en Eurovisión. María de Cleofás aparece con sus cuatro hijos; María de Salomé, con su parejita. Dos Marías en el retablo, dos Isabeles en el Museo, ambas haciendo sustituciones de verano. Una Isabel trianera y bética bautizada y casada en Santa Ana, la iglesia a la que volverán las pinturas restauradas a finales de octubre. Otra Isabel macarena y sevillista cuyos padres se declararon "viendo salir a la Macarena por el arco".
Los visitantes entran con cuentagotas. Pasó el efecto mediático de las colas de Sorolla, el Greco, la colección de la Casa de Alba o el Joven Murillo. "Es una pena, porque en la iglesia no van a ver los cuadros tan cerca", dice la Isabel trianera. Cualquiera de las dos sería una magnífica guía para el visitante que acuda estos días de agosto al Museo. "Pedro de Campaña trabaja mucho el rojo y el ropaje", dice la Isabel macarena. "Es curiosa la presencia de la salamanquesa", apunta la trianera. "Es el símbolo de la envidia. La que sintieron muchos artistas españoles cuando a Pedro de Campaña, siendo de Bruselas, le encargaron el retablo de Santa Ana. Es que me he leído el libro".
Las dos vigilantes llaman la atención sobre un detalle que le pasa desapercibido al visitante. En el cuadro de los Desposorios de la Virgen, el misterio más redondo de cuantos encierra la tradición católica, se ve entre el numeroso grupo de personas a un hombre con turbante. El único que mira al espectador, que se sale del enfoque. "Dicen que es un autorretrato de Pedro de Campaña", dice la que se casó en Triana.
Juan Pablo Pontes lleva un mes trabajando de vigilante en el museo. "Yo soy poeta y escritor. Me llamaron y aquí estoy", dice este madrileño que por dos veces, y sin éxito, intentó ver la exposición del joven Murillo. "La cola le daba la vuelta al Museo". El final de la muestra coincidirá con unas jornadas técnicas que impartirá Enrique Valdivieso sobre Pedro de Campaña y el arte de su tiempo. En la restauración se usó una técnica innovadora, la Fluorescencia Láser Inducida, para identificar los componentes químicos sin tener que extraer muestras.
A la entrada hay un plano del retablo trianero. Cinco calles y dos entrecalles (de la Epístola y de los Evangelios). Y cuatro plantas: el Padre Eterno en lo más alto. Debajo de la Asunción, aparece San Jorge y el Dragón, una pintura espectacular que es reclamo en el cartel de la muestra: una insólita variante bíblica del rejoneo con un dinamismo y una energía plástica dignos de quien lo firma, uno de los artistas más destacados del Renacimiento.
Pedro de Campaña se casó un año después de llegar a Sevilla. Se hizo feligrés de Santa Catalina. Volvió a su país para trabajar como ingeniero al servicio del duque de Alba. Fanny, Élise y Alice, las tres parisinas, se hacen fotos en la puerta del Museo. Ya han estado en el Alcázar, la Catedral y el parque de María Luisa. En el tríptico francés de Sevilla: Forestier, Merimée, Montpensier.
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