Los algoritmos no piensan, pero existen
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El arzobispo de Sevilla acogió el XXII Encuentro de Pensamiento Cristiano en el Palacio Arzobispal, dedicado a la “gobernanza ética” en los tiempos de la Inteligencia Artificial
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La Giralda no la hicieron con Inteligencia Artificial. Había, eso sí, mucha inteligencia emocional. Los maestros alarifes y canteros no sabían qué diablos era eso del chatGPT pero ahí están los resultados de su osadía. A los pies de la Giralda, en uno de los salones del Palacio Arzobispal, el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, presidió el vigésimo segundo Encuentro de Pensamiento Cristiano, dedicado en esta ocasión a Gobernanza Ética e Inteligencia Artificial.
Sus siglas, IA, son capicúa de AI, iniciales de Amnistía Internacional. Un juego de letras que plantea una duda inquietante. La IA, ¿nos hace libres o presos? Con una subpregunta: ¿nos hace inteligentes o tontos? “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”, escribió Rafael Alberti, que ayer habría cumplido 123 años. En ‘Marinero en tierra’ tampoco hay ni asomo de Inteligencia Artificial.
Un centenar largo de personas acudieron a la llamada del arzobispo. El punto de partida es un documento titulado ‘Antiqua et Nova’, como el Antiguo y el Nuevo Testamento, una Nota “sobre la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana” de los Dicasterios para la Doctrina de la Fe y para la Cultura y la Educación. Con una premisa enunciada por el Papa Francisco: “más que en una época de cambios, vivimos en un cambio de época”. Se nota que Bergoglio tenía a Borges como autor de cabecera.
Tres rectores de Universidad, cuatro pregoneros de Semana Santa, una buena nómina de catedráticos, muchos cristianos de a pie que intercambiaron sus opiniones. Dos ponentes: Agustín Domingo Moratalla, catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valencia, y Jorge Paradela Gutiérrez, consejero de Industria, Energía y Minas. Ortega y Gasset predijo las posibilidades de la Inteligencia Artificial en una conferencia que la República le encargó para abrir en 1934 los cursos de la Menéndez Pelayo de Santander.
Todos los alumnos del profesor Moratalla leen el libro de Ortega ‘La meditación de la técnica’. La Inteligencia Artificial no es una quimera, una utopía. Ha llegado para quedarse. “Tengo alumnos chinos”, dice el catedrático, “que con sus gafas inteligentes están traduciendo en sus apuntes lo que les voy diciendo en clase”.
Gobernanza ética e Inteligencia Artificial. Alguien propone la presencia de una nueva disciplina, la algorética, una ética para la sociedad de los algoritmos. Una revolución mucho más rápida y determinante que la revolución industrial, como reconoce el mismo arzobispo. Un salto entre revoluciones de León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum, a León XIV, uno de los personajes del año, llamado a convocar metafóricamente una nueva encíclica, Rerum Renovarum.
En el Seminario Menor ya pasó Saiz Meneses por los test de inteligencia: espacial, numérico y verbal. El arzobispo de Sevilla tiene todos los volúmenes de Daniel Coleman sobre inteligencia emocional. “El ser humano no puede ser reducido a un algoritmo, la técnica debe servir al ser humano y nunca sustituirlo”. El eterno dilema entre medios y fines que puede dar lugar a “confusiones antropológicas y riesgos éticos”. Los nuevos modelos de aprendizaje han cambiado los hábitos. “Los jóvenes señalan con el pulgar en vez de con el índice”, dice uno de los profesores, “chatean, charlan, pero en lugar de mirarse a los ojos no dejan de mirar a la pantalla”.
Hay que cultivar las semillas del Evangelio “que fermenten la humanidad y el cosmos” para evitar que “la tecnología se convierta en un instrumento de dominación o de exclusión”. El profesor Moratalla habla de tres modelos de Inteligencia Artificial: el modelo chino, el americano y el europeo, que es un híbrido de los dos. El chino prioriza al Estado y al Partido; el americano, a la empresa y a la innovación. El europeo, pendiente de su regulación, ni carne ni pescado. Una nueva Internacional con una Inteligencia Artificial que vale para el comunismo y para el capitalismo, para la dictadura del proletariado y para la del Ibex 35.
En el colegio nos hablaban de logaritmos. Ahora es el tiempo de los algoritmos. Yo creo que es algo… “Una cosa es pensar y otra calcular, reproducir, y los algoritmos no piensan”. Pero existen, enmendándole la plana a René Descartes. Orson Welles enunció uno de los debates al titular una de sus películas: ‘Sed de mal’. El mal se cuela en los resquicios, en las sombras, en los titubeos. “Nos preguntamos como Lope de Vega en Fuenteovejuna: ¿quién mató al Comendador?”. Hay que afrontar con paradójica naturalidad la Inteligencia Artificial. “Un algoritmo puede actuar automáticamente, pero no autónomamente”. En ese caso, entraríamos en la distopia que Walter Tavis, el autor de ‘Gambito de dama’, planteaba en su novela ‘Sinsonte’.
La Filosofía del Derecho salta de Ortega a Zubiri y su Teoría de la Inteligencia. “Una cosa es la razón, otra el entendimiento”. La IA plantea un pulso a la sociedad a la que obliga a redefinir conceptos como pensamiento o discernimiento. En la sociedad del espectáculo, lo fundamental es saber quién está delante, qué vemos. En este caso, la pregunta es saber quién está detrás, qué no vemos. El no ver en este caso no es sinónimo de creer, sino de desconfiar. Creyentes descreídos.
El consejero Paradela ofrece unas cifras que producen escalofrío. La telefonía necesitó de 74 años para llegar a los cien millones de usuarios; el washap alcanzó esa cifra en tres años y medio y el chatGPT en dos meses. Una revolución tecnológica y energética. El nuevo conducto es el grafeno, cien veces más fuerte que el acero, un millón de veces más fino que el cabello humano.
Todo en todo. “La tienda de todo en todo el mundo”, como alguien define a Amazon, que es el nuevo Mississipi de la inmediatez. Dice Paradela que para China, la IA es un asunto estratégico. El nuevo Libro Rojo sin Mao. Se ha pulverizado la distancia temporal entre descubrimiento y aplicación, que en la revolución industrial y el ferrocarril era de treinta años. Eso se acabó. En China se practica ya una alfabetización en Inteligencia Artificial. Andalucía, según el representante de su Gobierno, ni debe claudicar a la pesadilla ni dormirse en los laureles. Ya hay módulos de FP con IA en las ocho provincias andaluzas y Granada cuenta con el primer centro de esa materia para toda la comunidad.
En el cambio de época, parafraseando al Papa Francisco, no hay blancos y negros, se altera la relación causa-efecto. En Japón, por ejemplo, avanza la robotización y hay pleno empleo. “Ya no hay enciclopedistas”, dice Saiz Meneses. El Larousse está en el móvil, que sin salir de este salón del Palacio Arzobispal lo mismo sirve para que alguien lea una reflexión de León XIV en un encuentro con educadores que para escuchar la voz de Manolo Lama narrando un partido de fútbol en San Mamés.
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