El 'best-seller' de una luchadora
Batir el cobre · María Luisa Blandón
Se ha estrenado casi a la vez como escritora y como abuela, dos apuestas decididas por la vida. Ha vivido para contarlo, 27 operaciones, pero lo más importante de su testimonio es que lo ha contado para seguir viviendo.
La noche del miércoles salía radiante del Ateneo con un ramo de flores. María Luisa Blandón (Sevilla, 1955) se acaba de estrenar casi a la par como abuela y como escritora. Su nieto, Gonzalo, tiene siete meses. Su libro, Experiencias para reflexionar (Punto Rojo), dos días. No es en puridad un libro de autoayuda, porque está concebido para ayudar a los demás. "Con que le sirva a una sola persona, para mí será un best-seller".
La dedicatoria estremece. "A todas las mujeres que han tenido un cáncer de mamas y que han sentido terror a la enfermedad o a una próxima muerte". No son licencias literarias. "Me diagnosticaron un cáncer, tuve 27 operaciones y es lo que cuento en este libro". Vivió para contarlo. Mejor dicho: lo contó para vivir. "Estaba sentimentalmente muy mal. Necesitaba escribir para desahogarme. Y como no se acababa la historia, seguía escribiendo". De un día 13 de junio de hace diez años a este año 13.
Es su primer libro y le ha despertado el gusanillo. "Estoy con una novela sobre la Guerra Civil que no es sólo de guerra ni sólo de amor". Experiencias para reflexionar también está llena de heridas de guerra. "Cuando me hicieron la anestesia, me pusieron alucinógenos. Tuve un sueño horrible, una pesadilla espantosa. Cuando a los cinco días fui a recoger los resultados médicos, allí estaba lo que había soñado. Le temía más a mi propio sueño que a lo que decía el médico. A veces nos creemos que los médicos son dioses y la curación depende con frecuencia de nosotros mismos, de nuestra fuerza interior".
El libro es un diario de su lucha contra la adversidad hasta ganarle el pulso. "La batalla contra la palabra no la vas a ganar nunca". Pero ha descubierto atajos. "En un primer momento se lo cuento a todo el mundo, pero después prefiero quedármelo yo sola. Y eso es angustioso". Muchas visitas al Pabellón Vasco, una resonancia magnética que no da en el clavo, médicos que le dicen que las reincidencias tumorales son mortales de necesidad. "Me quitaron los pechos porque eran un cocedero de cáncer".
Fue rehén de una paradoja. "Soy una persona optimista por naturaleza, muy trabajadora, a la que dormir le parece una pérdida de tiempo. El día siempre tiene pocas horas para todo lo que quiero hacer. Y tanta felicidad no era posible. Aquí va a pasar algo". La lucha la obligó a cambiar de trinchera. "Tenía mi propia empresa de nutrición. Cerré la sede. Ya no viajo, ya no hago paquetes. Tenía un equipo de cien asesoras por toda España y ahora tengo cinco o seis". La enfermedad sacó a flote su salud; la debilidad, su fortaleza. Tuvo un restaurante de cocina rápida; rompió moldes en la venta directa; fue pionera de la cocinera, una computadora que cocinaba sola; una empresa sueca la contrató de general manager hasta que montó su propia firma de nutrición y la fórmula mágica del batido de soja con isoflavona. "¿Cómo iba si no a tener este aspecto después de un cáncer y 27 operaciones? Salía del hospital y a las dos horas estaba al ordenador y con los labios pintados".
Entre sus sugerencias y minutos de reflexión, aporta esta trayectoria "para que lo supieran mis hijos por si no salía del quirófano, porque he sido madre por encima de todo y he procurado que nunca se notara mi falta". Padre de Moguer, madre de Villarrasa, Sevilla es mucho más que una ciudad. "Trabajé en Badajoz y me tuve que volver por prescripción facultativa. Me cogí una depresión y me caía mareada en los supermercados".
Le pasó el texto a una correctora. "Me dijo que era tan personal que no se podía tocar nada, lo estropearía". Con la aparición del libro le ha vuelto a ganar la batalla al cáncer. Ha mostrado una posible salida. "A veces procuraba no manifestarlo por fuera, porque la gente realmente no sabe cómo ayudarte, tenías que animarlos tú". Contarlo para vivir. Y debutar como escritora. Una de sus muchas aficiones. "Me han regalado un teclado de piano y estoy aprendiendo; me gusta pintar, todos los cuadros que ves por la casa son míos. Leer, sobre todo libros de autoayuda, cocinar. Y por encima de todo ayudar a la gente".
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