VIVIENDA
Así cambian los vecinos de los barrios de Sevilla

Un regalo envuelto de vida

Día Nacional del Donante de Órganos y Tejidos

Paula García y Juan Cristóbal Hernández son las dos caras de la moneda de la donación de órganos: ella, con una malformación renal de nacimiento recibió un trasplante con 3 años; él, donó sus órganos tras una muerte súbita con 24, salvando muchas vidas

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Paula, en el centro, junto a sus padres, Juani y Miguel, en una imagen reciente. / M. G.

Ser donante de órganos o persona trasplantada son dos caras de una moneda envuelta de vida. Si ser donante es un acto heroico que puede ayudar a salvar muchas vidas, recibir un órgano donado es vivir creyendo en las personas y su solidaridad infinita. Así es cómo lo siente Paula García. Su voz risueña y jovial se quiebra cuando se le pregunta qué le diría a su donante. "Le debo la vida; qué le voy a poder decir", sostiene rotunda. Paula, ahora con 33 años, forma parte de la gran familia que conforman las personas trasplantadas en Sevilla desde que tenía tres.

La joven, vecina de Pilas, nació con una malformación en los riñones que fue diagnosticada a los 40 días de vida. Su madre, Juani Rodríguez, recuerda que apenas comía por lo que se decidió someterla a unos análisis, con los que se descubrió que sus riñones no funcionaban correctamente. Los médicos indicaron que la primera salida era someterse a diálisis, pero gracias a los cuidados específicos y la dedicación de su madre, lograron mantenerla estable hasta los tres años, cuando alcanzó las condiciones óptimas para recibir un trasplante de riñón. "Tenía que tener más de 11 kilos de peso para poder soportar la intervención. Ella tenía tres años y dos meses y pesaba 11 kilos, lo justo y necesario para el trasplante, pero medía como un bebé de nueve o diez meses", sostiene su madre.

Paula y su familia junto a los padres de Juan Cristóbal en la inauguración del monumento a los donantes en su pueblo, Pilas. / M. G.

Su familia recuerda cómo los primeros años de vida de Paula fueron de extrema dificultad. "Realmente ni mi marido ni yo tuvimos vida", confiesa la mujer. El cuidado de la pequeña exigía una dedicación constante. "Yo hacía todo lo que me decían. Me levantaba a las cuatro de la mañana para alimentarla y hacerla engordar para alcanzar el peso necesario para la diálisis, y tenía notas por toda la casa para no olvidar nada del estricto protocolo médico. Miguel, por su parte, debía trabajar sin falta, ya que su sueldo se destinaba íntegramente a los costosos cuidados, comidas especiales y medicación de Paula", relata.

Juani y Miguel recuerdan con emoción el momento en que se enteraron de que su hija había encontrado un posible donante, antes, incluso, de tener que iniciar la diálisis. Cuentan que, fruto de la limitación comunicativa que existía en los 90 en comparación con las múltiples opciones que existen en la actualidad, al estar ausentes de su vivienda, fue la Policía Local de Pilas la que tuvo que buscarlos por todo el pueblo hasta encontrarlos para comunicarles la noticia. "Nos contaron que la Policía dio vueltas y vueltas por el pueblo hasta que nos encontraron y nos fuimos corriendo para el hospital", relatan.

Anécdotas aparte, Juani cuenta que fue un momento duro porque desconocía que niños tan pequeños pudieran necesitar un trasplante. "Ver a otros niños en diálisis o trasplantados me afectó profundamente. Recuerdo que estuve durante tres días sin parar de llorar", manifiesta la mujer.

Así todo, la llegada del trasplante supuso un antes y un después en la vida de Paula y su familia. A los dos o tres meses de la intervención, Paula empezó a crecer y desarrollarse como el resto de niños de su edad.

Evidentemente, la joven no recuerda nada de aquella experiencia que ha marcado sus 33 años de vida. Crecer como una niña trasplantada ha sido una vivencia que siempre ha llevado con naturalidad. "Nunca lo vio como algo fuera de lo común", dice su madre. "Para mí ir al médico para las revisiones ha sido durante toda mi vida como ir a casa de mi abuela", explica Paula.

Hoy, lleva una vida absolutamente normal. "Yo puedo decir que gracias a mi donante he podido ir al cole, he podido salir, he podido disfrutar, he podido ir a la playa, he podido vivir", afirma con orgullo. Para sus padres, el 14 de noviembre, día del trasplante, es "como un cumpleaños más". "Celebramos el inicio de su segunda vida", afirman. Paula cuenta que se siente "doblemente agradecida" a la vida. Además de su propia experiencia como receptora de un trasplante, la joven y su familia también han vivido la donación desde la otra perspectiva. En 2004, un primo hermano de Paula, con tan solo 14 años, falleció debido a un ataque de asma y donó todos sus órganos, salvando así muchas vidas. "He sido, como yo digo, agradecida por mi donante y agradecida por mi primo hermano. Por haber podido compartirlo desde la otra orilla", expresa Paula.

Juan Cristóbal, junto a sus padres y su hermana, en una de sus últimas fotos familiares. / M. G.

Una orilla en la que se encuentran Juan Cristóbal Hernández y su mujer Belén, que perdieron a su hijo Juan Cristóbal en 2020. Con 24 años, lo que parecía un accidente con la moto con la que trabajaba repartiendo pizzas por el pueblo, le dejó en un estado vegetativo por el que acabó falleciendo días después, cuando se supo que la causa no había sido tal accidente sino una muerte súbita por un problema cardíaco no detectado.

Su conmovedora experiencia comenzó la noche del 25 de diciembre. A pesar de los esfuerzos por reanimarlo, el joven, que, según remarca su padre, "era muy deportista y nunca había fumado ni bebido", entró en coma con daño cerebral debido a la falta de oxígeno y, tras pasar dos días en la UCI, la familia recibió la devastadora noticia de que no se podía hacer nada más por él. Fue entonces cuando se les ofreció la posibilidad de la donación de órganos. Aunque Juan y Belén, y el propio fallecido, siempre habían sido donantes de sangre, nunca se habían planteado la donación de órganos. En ese momento de profundo dolor, la decisión no fue fácil. Sin embargo, cuentan que fue pensar en conocidos trasplantados, y movidos por su fe y el deseo de evitar que otras familias pasaran por la misma situación, lo que les llevó a donar. "Estábamos tan hundidos que decidimos que sí, porque una sola persona, una sola familia, no pasase por la misma situación que estábamos pasando nosotros", afirma Juan Cristóbal.

La familia reconoce que inicialmente, en medio del shock, la decisión no alivió el duelo. Pero con el paso del tiempo, fueron asimilando que habían hecho lo correcto. "Él era un niño que no quería que nadie estuviera enfadado, él ayudaba a todo el mundo, era muy sociable", recuerda su padre.

Cuatro años y cinco meses después de este trágico suceso, la familia ha encontrado un nuevo propósito y una mayor involucración en el mundo de la donación y los trasplantes. Conocer a personas trasplantadas gracias a la donación de su hijo les ha ayudado a sobrellevar el dolor. Así han desarrollado un vínculo especial con Paula. La joven está totalmente involucrada con la donación y los trasplantes. Es la presidenta de APRENT, la Asociación de Enfermos Renales y Trasplantados de Pilas, y ha sido la promotora de la inauguración de la Plaza Donantes de órganos en el municipio. Aunque no son familia de sangre, coinciden en el "gran cariño" que se tienen.

Pero las dos familias no sólo comparten su experiencia como trasplantada y donantes. Tienen otro vínculo en común: el doctor José Pérez Bernal, alma mater de la donación de órganos en Sevilla, que estuvo 44 años en el Hospital Virgen del Rocío, donde empezó como médico residente, y todo ese tiempo estuvo trabajando en la Unidad de Cuidados Intensivos. Tiene una calle en la ciudad, junto al hospital al que dedicó su vida, y ha logrado que haya otras decenas de vías en la provincia que homenajean a los donantes. Hoy, es director General de Trasplantes del Colegio de Médicos de Sevilla y su vida gira en torno a la divulgación de la la importancia de la donación y la necesidad de informar a la sociedad sobre esta importancia.

"Sin la ayuda del doctor Pérez Bernal no habríamos podido superar esto. Nos hemos llevado cuatro años en casa metidos, salíamos lo imprescindible", confiesa Juan Cristóbal, que conoció al doctor gracias a la familia de Paula para la que el doctor es "una pieza clave" en su vida.

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