Los estudiantes no creen en las lágrimas
Satisfacción general entre los alumnos por la mudanza
Un grupo de amigas toma el sol plácidamente en el patio de las caracolas de Derecho. Comen pastelillos industriales y fuman tabaco rubio. "¿Pena por dejar la Fábrica de Tabacos? Ninguna. Reconozco que el edificio es bonito y antiguo. Lo mejor es que lo conviertan en un museo", dice María Castro, la más lanzada de la pandilla, compuesta mayoritariamente por alumnas de segundo curso de Derecho.
Castro, bien maquillada y con el pelo con mechas, dice que el traslado de la Facultad de Derecho al nuevo campus de Cross Pirotecnia tiene una ventaja: "la funcionalidad". Después pone cara de complicidad: "En la nueva zona se va a crear un ambiente universitario muy bueno con la gente de Empresariales. Eso sí, iremos menos a clases". Las amigas Guadalupe Dastis y Raquel García le acompañan con risas. Después, Dastis, que se define como "más romántica" decide poner fin a tanta frivolidad: "El nuevo edificio es más grande, la biblioteca también".
La práctica totalidad de los estudiantes que ayer pululaban por la vieja Facultad de Derecho en la Fábrica de Tabacos mostraban su contento con el cambio. La juventud no cree en la nostalgia y menos en las lágrimas. Nadie siente como una pérdida el abandonar uno de los edificios civiles históricos más importantes de España. Los únicos peros al traslado son de índole práctico: "Prefiero la fábrica de Tabacos por costumbre. Aquí todo es más accesible y estamos cerca del centro; además hay más ambiente en las cafeterías de la calle San Fernando", dice Carla Sánchez, estudiante de tercer curso. Cuando el reportero insiste en la historia su interlocutora se apiada de él: "Bueno, es verdad que a mí me gusta el carácter histórico del edificio, da más prestigio".
Si no llega a ser por los camiones de mudanza aparcados en la puerta de la Facultad y las cajas embaladas por los pasillos, nadie diría que se asiste al final de una una época. La presencia de Derecho en la Fábrica de Tabacos pasa al álbum en blanco y negro de la Historia sin que los estudiantes muestren ninguna inquietud. El ambiente en el interior del edificio es el del siempre: corrillos animados en las puertas de las aulas a la espera del profesor, parejas haciendo manitas en las galerías, algún alumno estudiando en un banco... Ni alegría ni tristeza por el acontecimiento, sólo indiferencia.
Otro alumno, que viste ropa deportiva y escucha música en su MP3, no se deja vencer por el chantaje emocional al que le somete el reportero. A Luis Ávalos no le dice gran cosa el que, entre los muros del edificio, hayan estudiado grandes personajes de la política y la justicia como Felipe González, Manuel Chávez o Manuel Clavero. Sus razones son claras: "Me pilla mucho mejor Cross Pirotecnia. Yo vivo en Sevilla Este". Éste será un argumento que se repetirá continuamente, especialmente por los estudiantes de pueblos que llegan a Sevilla en tren y que se bajan en el apeadero de San Bernardo.
Después de mucho buscar por los pasillos, al final aparece alguien apenado por el fin de la presencia de Derecho en el Rectorado. Lástima que no sea un alumno. Su nombre es Manuel Grosso, personaje de la vida cultural sevillana, ex director del Festival de Cine y Profesor de Derecho. Mientras mira con nostalgia uno de los patios porticados del edificio exclama: "Aquí se hizo la Transición a la Democracia".
Este último dato no parece importarle a José Luis Crespo, uno de los guardacoches que se gana el jornal en los alrededores del Casino de la Exposición. "No me preocupa el traslado. Muchos estudiantes me han dicho que van a seguir aparcando aquí, porque en el sitio ése adonde van no hay apenas sitio para hacerlo. No vamos a perder dinero".
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