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Juan José Ríos: El médico que aprendió a leer la piel para anticipar el futuro

Con ADN sevillano

El equipo de Juan José Ríos lidera desde Anatomía Patológica un estudio pionero sobre carcinoma de Merkel que sitúa al Hospital Macarena en el mapa europeo de la oncología

Reconocimiento europeo para una investigación del Hospital Macarena sobre el carcinoma de Merkel

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Con ADN sevillano: Juan José Ríos / Juan Carlos Vázquez

El doctor Juan José Ríos nació en Salamanca, pero su vida (y su vocación) se escribieron pronto en Sevilla. Llegó con apenas diez años y, aunque nunca reniega de su origen, hoy se define con naturalidad. "Soy de Salamanca, pero yo me siento de Sevilla", deja claro desde el principio. Más de medio siglo después, su acento vital pertenece a esta ciudad y, sobre todo, a un hospital del que nunca se ha marchado: el Virgen Macarena.

Entró por primera vez en sus pasillos en 1979, como estudiante de Medicina. Desde entonces no ha salido. Allí estudió, hizo la residencia, se formó como patólogo y hoy dirige el Servicio de Anatomía Patológica. Una fidelidad poco frecuente en tiempos de carreras móviles, pero que en su caso ha dado frutos científicos que hoy trascienden fronteras.

La medicina le llegó de forma casi natural. Su padre, enfermero de la primera promoción de ATS en Salamanca, trabajó después en laboratorios farmacéuticos. Cuenta que en casa se hablaba "de médicos, de visitas médicas y de hospitales" con naturalidad. "Mi padre siempre decía que le habría gustado ser médico", recuerda. Nunca hubo imposición, pero sí una atmósfera que fue calando. Como suele ocurrir, el ejemplo hizo más que cualquier consejo explícito.

Durante la carrera, Juan José Ríos se acercó a la Medicina Interna y al contacto directo con los pacientes. Fue ahí cuando descubrió lo que marcaría toda su trayectoria: la importancia del diagnóstico. "Sin diagnóstico no hay tratamiento, y sin diagnóstico no se puede hablar de pronóstico", afirma con convicción intacta. Ese convencimiento lo llevó a elegir una especialidad diagnóstica, dudando entre la radiología y la anatomía patológica, hasta que esta última terminó imponiéndose como la disciplina que mejor encajaba con su forma de entender la medicina.

Remarca que el Servicio de Anatomía Patológica del Virgen Macarena ha sido siempre un entorno universitario, marcado por la docencia y la investigación y recuerda la influencia de maestros como los profesores Galera y González Cámpora, con los que la investigación no era un complemento, sino una obligación moral. "Hacer la tesis doctoral era casi un contrato no escrito", recuerda. Aquella cultura científica temprana marcó a toda una generación de patólogos, incluido él.

Nunca quiso estar en primera línea del quirófano, pero aprendió pronto a leer en los tejidos respuestas que cambian destinos. El diagnóstico de las enfermedades de la piel le ofrecía el desafío intelectual que buscaba, un territorio donde la clínica y el microscopio dialogan constantemente. "Es una correlación clínico-patológica continua", explica. Así encontró su campo de pasión: la dermatopatología, con la que, desde un laboratorio del Virgen Macarena, ha demostrado que la ciencia que importa también se hace, y se lidera, desde Sevilla.

A lo largo de más de tres décadas ha estudiado miles de biopsias cutáneas, ha publicado, ha investigado y se ha especializado especialmente en el melanoma. El hospital fue durante años centro de referencia nacional para el estudio molecular de la mutación BRAF, clave en este tipo de tumores, junto a centros como el 12 de Octubre o Vall d’Hebron.

Su prestigio le llevó a presidir el Grupo Español de Dermatopatología durante cuatro años. Pero más allá de los cargos, hay algo que él subraya con orgullo sereno: la ilusión intacta. "Después de treinta años sigo con la misma motivación que al principio", reconoce emocionado.

Esa misma curiosidad científica es la que ha impulsado uno de los estudios más relevantes de los últimos años sobre un tumor raro y agresivo: el carcinoma de células de Merkel. Un cáncer poco frecuente, de mal pronóstico, del que aún quedan muchas zonas oscuras. Desde Sevilla, el equipo liderado por Juan José Ríos ha aportado una pieza clave para comprenderlo mejor.

El hallazgo se centra en la proteína PRAME (antígeno preferentemente expresado en melanoma). Aunque ya se conocía su utilidad diagnóstica en melanomas, el estudio del Virgen Macarena ha demostrado que, en el carcinoma de Merkel, PRAME no sirve para diagnosticar, sino para predecir el futuro del paciente. Su expresión se asocia a un pronóstico mucho peor con mayor riesgo de recaída y menor supervivencia. Datos concretos y contundentes que permiten estratificar mejor a los pacientes y anticipar la evolución de la enfermedad.

Este trabajo ha situado al hospital y a su equipo en el mapa europeo de la investigación oncológica. Ha abierto colaboraciones internacionales, incluida una alianza con la investigadora estadounidense que publicó la primera serie sobre PRAME, y ha impulsado un proyecto multicéntrico con hospitales de toda España. Además, conecta con una línea terapéutica emergente: tratamientos y vacunas dirigidas contra PRAME, aún en fases muy iniciales, pero con un enorme potencial.

No es un logro aislado. En 2022, Juan José Ríos lideró un estudio epidemiológico con la participación de 25 hospitales españoles que permitió conocer, por primera vez, la incidencia real del carcinoma de Merkel en España. Los resultados mostraron cifras superiores a la media europea, probablemente relacionadas con la exposición solar. Un trabajo imprescindible en un país sin registro nacional de tumores raros.

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