"El lince, como el lobo o el águila real, era una alimaña"
Los invisibles: Isabel Durán
Su tesis doctoral sobre Doñana obtuvo la mejor calificación académica. Investigó el territorio de su infancia sanluqueña y estudió un grupo coral de guardas y señoritos.
HIZO su tesis doctoral sobre el mapa de su infancia, su paraíso perdido y siempre encontrado. Isabel Durán (Cádiz, 1972) trabaja en el Laboratorio del Paisaje del Instituto de Patrimonio Histórico Artístico.
-¿Cómo descubre Doñana?
-Prácticamente desde que nací. Vine al mundo en Cádiz, pero me considero sanluqueña.
-¿Doñana es su paraíso?
-Yo me crié delante de Doñana, lo que los sanluqueños llamamos la Otra Banda.
-¿Allí se hizo antropóloga?
-Cuando estudiaba la carrera, empezó a cobrar mucho auge todo lo relacionado con el medio ambiente. A mí siempre me obsesionó querer saber qué había detrás de eso que nosotros conocíamos como la Otra Banda.
-¿Y qué había?
-Un cuartel de la Guardia Civil al que íbamos muchos veranos a jugar cuando éramos pequeños. Hoy sería impensable ese contacto con la naturaleza. Le dábamos de comer a los jabalíes, a los ciervos, en la mano.
-¿Guardias civiles de tricornio?
-De tricornio y de verde-verde. El cuartel estaba en Malandar, aunque los agentes residían la mayoría en Sanlúcar. Recuerdo que un año los obligaron a vivir en el cuartel, pero como tenían problemas de colegio de los niños, de médico, volvieron a Sanlúcar.
-¿Tiene sus ventajas hacer la tesis sin salir de casa?
-Me obligó a ver Sanlúcar con otros ojos. Cuando el científico se pone las gafas de investigador ve la realidad de otra manera.
-¿Cómo es antropológicamente el rociero?
-Estamos hablando de la vinculación histórica y social, del uso de este territorio, que no se entiende sin la romería. De hecho existe un camino gaditano, el más salvaje, por los pinos y por el Coto; el camino sevillano, que pasa por la Raya; el camino onubense. El rociero no deja de ser un referente del pasado que tiene una actitud muy moderna ante este espacio. Los rocieros colaboran a mantener un entorno protegido.
-¿Ciencia y tradición no entran en conflicto?
-En absoluto. La gente, cuando habla del Rocío, siempre piensa en el Rocío grande. Pero hay a lo largo del año otras muchas manifestaciones, muchos acercamientos más íntimos.
-Lo espiritual y lo material hermanados...
-La metáfora de esa unión es la madre de la Marisma, la génesis del drenaje, esa zona junto a la ermita donde hay caballos y en ciertas épocas del año flamencos.
-¿Sintió algún pudor al convertir en científico el universo cotidiano de su infancia?
-Sólo uno de mis vecinos sabía que yo estaba haciendo la tesis doctoral sobre Doñana. El trabajo me permitió conocer a personajes excepcionales. A la gente de las guarderías, los guardas de los señoritos que evocaron el tiempo en el que Doñana era un coto de caza privado. Se cazaba, en el argot de la zona, la pluma y el pelo. La pluma eran los ánsares; el pelo, los jabalíes. Por esos guardas supe también del carboneo, la pesca, el uso del ganado.
-¿Cuál era el perfil de esos guardas?
-Su relación con Doñana se había iniciado por trabajo o por familia. Una tercera parte procedían del furtiveo. Doñana era rica en recursos y muchos furtivos se convertían en los mejores guardas. Era la mejor estrategia para neutralizarlos. Tenían una relación anímica con ese entorno, que para ellos era su casa.
-¿Cómo era el medio laboral?
-Muy singular por las comunicaciones. La parte sur, la Otra Banda, atraía hasta a gente de Almonte que venían a trabajar y Sanlúcar les cogía más cerca para temas de médico. Se producía intercambio de mercancías. Río arriba había una salina, trabajaban en la extracción de la sal, pero sólo por temporadas. La Marisma en invierno estaba inundada y era imposible llegar a caballo, el medio que usaban los almonteños.
-¿La Marisma tenía su identidad económica?
-Antes de que se utilizara el alambre, de Doñana salía para todo el marco de Jerez un material para que la uva no pisara el suelo. Doñana surtía a Sanlúcar de energía calorífica antes de que llegara el gas. Tenía dos tipos de carbón. Fue capital del señorío de Medina Sidonia. Hasta que se construye la carretera de Matalascañas, el único acceso a Doñana era por Sanlúcar. Por allí entra en el pantalán Alfonso XIII. Es el tiempo en que Doñana es cazadero privado de la burguesía gaditana y jerezana vinculada con el vino.
-¿Un paisaje de Doñana?
-La marisma cuarteada en verano, inundada en invierno, la hierba secándose en primavera.
-Es el territorio de la novelas de Caballero Bonald Campo de Agramante o Ágata, ojo de gato, que reflejan un mundo a la vez agreste y sentimental...
-Es muy fuerte ese contraste entre la dureza del territorio y el cariño que le profesan quienes en él se criaron. El bosque y el jardín.
-¿Ha visto linces?
-He visto huellas de lince. En Doñana el lince es un punto más, lo que no quiere decir que no sea importante. Es sin duda el protagonista de ese espacio, aunque hubo un tiempo no muy lejano en que el lince, igual que el lobo o el águila real, sólo era una alimaña que se cargaba el ganado. Cazar un lince era un cotizado trofeo antes de que llegara la protección, lo que cambió el chip. Está muy bien, pero hay otros ecosistemas, como la Marisma, que están en peligro por saturación, por las puestas en cultivo, por las canalizaciones.
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