"Mi madre, cuando la llamo por teléfono, sólo habla de Pau Gasol"
Los invisibles
LOS mexicanos de su ciudad californiana la llamaban Juanita. Jeanine Merrill (Lindsay, 1979) va a celebrar su primer 4 de julio fuera de los Estados Unidos. Se casó en la playa de San Diego con Juan Gómez Ortega, sevillano del Arenal con los apellidos de Joselito el Gallo.
-¿Dónde aprendió español?
-Mi madre se apellida Romero, pero no sabe una palabra. El bachiller lo estudié con mexicanos que no hablaban inglés y para mí fue un aprendizaje perfecto. Yo quería ser bilingüe.
-¿Para venir a Sevilla?
-Me gradué en Económicas y Empresariales en Santa Bárbara. En España podía elegir entre Madrid, Barcelona o Sevilla. Yo soy sureña, me gusta el sol, la gente abierta. Llegué en 2002 y me quedé con una familia de Triana. Una madre con tres niñas de mi edad. Las hermanas que nunca tuve. Tengo tres hermanos.
-¿Y conocen Sevilla?
-La única que ha estado aquí es mi madre, que ha viajado por todas partes. Jeff, mi hermano mayor, tiene una tienda de motos Yamaha en Visalia. Está obsesionado con las motos. Greg es detective de homicidios en Tulare. John, el pequeño, vive al norte-norte de California, en un pueblo que se llama Chico. Es el único que trabaja en lo mío, la hostelería. Me va a hacer tía por quinta vez. Va a tener una niña y, aunque es de Los Angeles Lakers, le va a poner de nombre Michael Jordan.
-¿Perdió la afición en Sevilla?
-Siempre fui de los Lakers. Mi abuelo compró hace muchos años cuatro sillas en cuarta fila. Cuando llamo a mi madre por teléfono, sólo habla de Paul Gasol. Si piensa en España, piensa en Gasol.
-¿Cómo se hizo sevillana?
-Mis dos primeras amigas fueron una italiana, Bianca, y una colombiana, Luisa, que estudiaban conmigo. Me enamoré de la ciudad y después me enamoré de Juan.
-Y se lo llevó a su país...
-Sí, en 2003, pero siempre con la idea de volver a Sevilla. Lo metí en un piso de San Diego, enfrente de la playa, con seis amigas mías, todas solteras y con una vida muy social.
-Como Antonio Banderas en 'Mujeres al borde de un ataque de nervios'...
-Fue divertido y complicado. Juan no hablaba inglés. Empezó trabajando en el restaurante de un español de Santander, Costa Brava, y después pasó a Barbarella, el local de una californiana que se llama Bárbara donde empezó de cocinero y llegó a manager. De allí cogimos algunas de las ideas que nos trajimos a La Azotea, el restaurante que abrimos en Sevilla. En California el servicio y el vino son sagrados. Y de Barbarella pasó a Candelas, un mexicano de comida fina, fine dining.
-Se va a perder el 4 de julio...
-Por primera vez. Se hacen barbacoas en la playa de San Diego. Es una fiesta de cerveza y biquini. Va mucha gente de Nevada y Arizona. Es una playa más parecida a las de Cádiz que a las de Huelva. El agua, azul; la arena, fina.
-Va a ser el primer 4 de julio de Obama...
-Yo creía que iba a llegar a la presidencia una mujer antes que un negro, pero estoy contentísima. Yo voté por Obama, pero veo que nuestra nación es más sexista que racista. Soy de una generación muy liberal, que no íbamos a seguir con las malas maneras de hacer política y que somos muchos más de lo que dice la prensa. Pero ha ocurrido más pronto de lo que pensaba.
-¿Le sorprende que en Sevilla, en España en general, la gente no simpatice mucho con su país?
-Por eso yo siempre digo que soy californiana. Estados Unidos es un gigante con culturas diferentes, distintas maneras de pensar y de vivir. Yo me defino californiana, como mis padres y mis abuelos. Nueva York no tiene nada que ver con San Diego; es como hablar de Rusia y hablar de Alemania. Varía la cultura, varían los horarios, las maneras de conducir, hasta las maneras de hablar.
-¿Cómo aplica sus conocimientos económicos en el manejo del restaurante?
-Llevo la contabilidad y la barra y limpio los váteres si hace falta.
-¿Han traído platos de la comida californiana?
-Más que comida, hemos cogido la técnica californiana de utilizar el producto local, orgánico, aunque no descartamos meter la hamburguesa de buey en la carta.
-¿Cómo ve la ciudad desde su azotea de diablo cojuelo?
-Nunca sabes quién va a entrar. Un bar es un gabinete sociológico. En ese sentido, se parece mucho a mi primera época, cuando daba clases de Inglés avanzado a doctores, a ingenieros. Cada día descubrías algo nuevo.
-¿Qué le atrae de Sevilla?
-Las cosas sencillas que me hacen sonreír. Estampas impensables en California, como ver a un abuelo con su nieto por la calle a las once de la noche. O a ocho mujeres mayores que entran en el restaurante para tapear y hablar de sus cosas.
-¿Jeanine o Juanita?
-Las dos. Allí muchos creen que si hablas español eres de México. Le debo mucho a la mejor profesora que tuve, Lea Kaviani, salvadoreña. Me abrió los ojos para leer el simbolismo de Lorca y Borges.
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