Los rostros de los fallos del programa de cáncer de mama: "No son errores, son vidas"
Mujeres que confiaron en el sistema, pero que hoy enfrentan una enfermedad que no espera o viven en la incertidumbre de un seguimiento que se demora alzan la voz para exigir lo que el protocolo olvida: atención, empatía y respuestas a tiempo
Oncólogos andaluces advierten del impacto clínico del retraso: "Tratamientos más agresivos y cirugías más radicales"
Un abogado experto en responsabilidad médica: "La falta de información ya constituye mala praxis médica"
Los fallos en el programa de cáncer de mama no son cifras en un informe. Son mujeres con nombres, con familias, con futuros truncados por un sistema que, al menos en sus casos, no estuvo a la altura. Ahora, sus voces se unen para exigir lo que nunca debió faltar: atención, rigor y humanidad.
Lo que hoy denuncian Rosario, Rocío, María José, Anabel y muchas otras no son meras demoras administrativas. Son vidas en juego. Son tratamientos más agresivos, cirugías radicales y miedos que no cesan. Las instituciones tienen ahora una responsabilidad doble: corregir los procesos fallidos y reparar el daño causado, y hacer lo imposible para que ninguna mujer vuelva a sentirse abandonada por el sistema que prometió cuidarla.
Las promesas están hechas. El Servicio Andaluz de Salud (SAS) ha iniciado un proceso de revisión y mejora en el protocolo del programa de cribado de cáncer de mama, con el objetivo de garantizar que todas las mujeres con lesiones posiblemente benignas reciban información desde el primer momento. Hasta ahora, muchas pacientes no eran notificadas hasta recibir una inesperada llamada meses después para realizar una segunda prueba, lo que generaba alarma y angustia. Esta llamada informativa será incorporada al protocolo oficial para asegurar el acompañamiento y la tranquilidad de las mujeres desde el primer momento.
Ya sólo toca una acción real. Que los protocolos no queden en papel mojado, que las llamadas se hagan realmente y que las citas lleguen. Porque detrás de cada mamografía, cada seguimiento que se demora, cada palabra que se dice, o no se dice, está la vida de alguien.
"Habría estado un año con cáncer sin diagnosticar"
Rosario Castro, 59 años, Sevilla
Rosario Castro, o Charo como la conocen sus compañeras de lucha, se hizo una mamografía dentro del programa de cribado en septiembre de 2024. Ya entonces notaba un bulto en el pecho derecho. "Lo dije en la consulta, aquí noto algo. Me hicieron la mamografía y me dijeron que si había algo, me llamaban en una o dos semanas. Si no, dentro de un mes el resultado estaría en mi médico de cabecera".
Pasado ese mes sin noticias, Charo fue al centro de salud por su cuenta. Allí se encontró con una sorpresa. "En el informe ponía que el estudio debía ampliarse con una ecografía, porque la imagen no era concluyente. Nadie me había avisado de eso", lamenta.
Al llamar para pedir cita para la ecografía, la respuesta fue tan fría como alarmante. "Me dijeron que tendría que esperar entre seis y ocho meses. ¿Cómo voy a esperar todo ese tiempo con un bulto en el pecho?", se pregunta aún hoy con incredulidad. Ante la inacción del sistema, Charo decidió acudir a una clínica privada. La radióloga no tardó en alertarla. "Esto es altamente sospechoso. Tienes que hacerte una biopsia cuanto antes", sostiene la mujer.
El diagnóstico fue claro: cáncer de mama en estadio II. En diciembre comenzó la quimioterapia, en mayo fue operada, y en junio terminó la radioterapia. "Todo el proceso lo acabé hace apenas unos meses. Si no me hubiera movido por mi cuenta, habría estado esperando todavía", relata.
Charo calcula que, de haber seguido el proceso oficial, la ecografía se la habrían hecho en junio de 2025. "Eso significa que habría estado casi un año con un cáncer sin diagnosticar", manifiesta. "Y mi caso no es el peor. Otras compañeras han estado más de un año sin saber que tenían cáncer. A una de ellas le han tenido que hacer una mastectomía. Quizá, si la hubieran atendido a tiempo, no habría hecho falta", lamenta.
Charo fue una de las mujeres presentes en la reunión con responsables del Servicio Andaluz de Salud (SAS), tras conocerse fallos en la gestión del programa. "Salí con una cierta esperanza. Nos pidieron perdón y reconocieron el error. Dijeron que ya están llamando a las mujeres afectadas. Hemos quedado en que en un mes nos volveremos a reunir para que nos digan qué ha pasado y quién es responsable de que no se haya comunicado nada", explica.
Ella insiste en que el error no fue sólo técnico o administrativo: fue humano. "Es muy grave. Yo tuve suerte porque me palpaba el bulto, pero ¿cuántas mujeres no se palpan nada, confían en que si no las llaman es que todo va bien y están ahora mismo con un tumor sin saberlo?", se pregunta.
Aunque el pronóstico médico no le ha confirmado si el retraso cambió la evolución de su enfermedad, la huella emocional es profunda. "Es un miedo constante. Sabes que hay algo, lo dices, y no te escuchan. Sientes que tu vida depende de un sistema que ha fallado", denuncia
A pesar de todo, Charo no quiere que las mujeres pierdan la fe en la detección precoz. "Que nadie deje de hacerse el cribado. Pero hay que ir con ojos abiertos, reclamar, pedir explicaciones. Si hace falta, plantarse en la puerta del centro de salud hasta que te atiendan. Es nuestra vida la que está en juego", sentencia.
“Me dijeron que era todo normal… y llevaba años con un tumor”
Rocío Torres, 50 años, Cazalla de la Sierra
A Rocío Torres le llegó el diagnóstico de cáncer de mama como un mazazo. No sólo por la enfermedad, sino por todo lo que hubo detrás. Un recorrido lleno de silencios, cancelaciones inexplicables, diagnósticos imprecisos, pruebas perdidas y una negligencia acumulada que hoy la obliga a vivir con una mastectomía bilateral y un tratamiento de quimioterapia que la deja "por los suelos".
La historia comenzó con una llamada para el cribado rutinario del cáncer de mama. Le anularon una segunda cita y luego la recriminaron por no haber acudido. "Yo ya me había hecho la mamografía en julio y, en principio, había salido bien, y me dijeron que entonces no haría falta, pero ya no me fié. Pedí que me la repitieran", explica. Tras hacerse la nueva prueba, pasaron semanas sin noticias. Fue por una amiga que supo consultar sus resultados en el sistema digital, donde descubrió que el motivo de repetir la prueba no era rutinario, como asegura que le dijeron, sino porque habían detectado algo sospechoso.
"Llamé, me dijeron que no era seguro que fuese maligno, que me harían una biopsia en dos semanas. Pasó un mes, y otro… y nada. Llamé cinco veces. Puse reclamaciones. Nadie me respondía", lamenta. Al final, desesperada, fue en persona a reclamar a la unidad de mama. Allí, una administrativa le dijo que no podía darle cita antes de un mes porque "le había tocado la semana fantástica". Se referían a las celebraciones de la Semana Santa y la Feria de Sevilla. Rocío, indignada, protestó con firmeza. Dos horas después la llamaron para hacerle la biopsia ese mismo viernes.
El resultado fue positivo. A partir de ahí, las citas llegaron una tras otra. “Cuando ya vieron que era maligno, entonces todo fue rapidísimo”.
Pero lo más devastador estaba por venir. El cáncer detectado estaba en el pecho izquierdo. Sin embargo, Rocío llevaba más de cuatro años acudiendo al médico por el pecho derecho, con síntomas evidentes como el pezón invertido o el pecho hundido. "Mil veces fui a atención primaria. Siempre me dijeron que era normal. También lo decía mi ginecólogo privado. Me hacía mamografías y ecografías que salían bien".
Fue sólo cuando el caso del pecho izquierdo se activó y le hicieron una resonancia más profunda que descubrieron un tumor de siete centímetros en el pecho derecho. "Nadie me había mandado al especialista. Nadie pensó en hacerme una resonancia, ni siquiera cuando el pecho estaba claramente alterado", recuerda.
El diagnóstico final fue mastectomía bilateral. Tenía 17 ganglios afectados. "Si ese tumor hubiera sido más agresivo, hoy no estaría hablando contigo", lamenta con voz entrecortada.
Rocío no olvida la manera en que fue tratada por el sistema. Desde la desinformación hasta la falta de empatía. "Yo no tengo un resfriado. No sé si tengo cáncer o no. ¿Cómo me dicen que tengo que esperar un mes más por la semana en la que habían pasado las cosas", sostiene. Tampoco ha recibido explicaciones de quienes en su momento no detectaron nada. "Ni en la pública ni en la privada. Nunca se disculpó nadie", sentencia. A día de hoy, Rocío está en tratamiento de quimioterapia, en su tercera sesión. "Me veo sin pelo, sin pecho, sin vida. Mi trabajo, mi rutina, todo está parado. Mental y físicamente, esto me ha cambiado por completo. Aunque intento pensar en positivo, la verdad es que me cuesta", concluye.
"Yo acepto mi cáncer, pero no voy a aceptar nunca cómo ha pasado"
Anabel Cano, 50 años, Sevilla
Anabel Cano es otra afectada por los fallos en el programa de cribado. A ella la llamaron para la mamografía que se hace a las mujeres de 50 años y que le dijeron que, si en 10 ó 15 días no recibía ninguna comunicación (llamada o carta), significaba que "todo estaba bien". "Al año me llamaron por una mamografía, pensando yo que era (una prueba) rutinaria, la miraron y ya se vio que era un cáncer", ha indicado esta mujer, a la que se le diagnosticó la enfermedad "con un año de retraso" y a la que en los próximos días tendrán finalmente que quitarle el pecho. "Yo a lo mejor tendría igualmente el cáncer, pero el día 10 voy a perder el pecho... ¿Por qué? No deberíamos pasar por esto. Yo acepto mi cáncer, pero lo que no voy a aceptar nunca es de la manera que me ha pasado", concluye.
"Si el seguimiento falla, el miedo vuelve"
María José Lasheras, 46 años, Camas
Las críticas al programa de detección precoz del cáncer de mama en Andalucía no se limitan sólo a los fallos en el cribado inicial. A estas se suman años de denuncias de mujeres que, tras haber superado un cáncer, siguen dentro del protocolo de seguimiento oncológico y alertan de retrasos graves en las revisiones periódicas que deberían garantizar su control y seguridad.
Es el caso de María José Lasheras, vecina de Camas, que lleva más de cuatro meses esperando una cita con su oncólogo para revisar las pruebas que se le realizaron en junio. Mamografía y analítica cuyos resultados, a día de hoy, aún no han sido valorados por un especialista. "Estamos en octubre y no me han llamado. He ido, he llamado, y nada. Y dentro de poco me tocaría la siguiente revisión. Se me van a solapar", denuncia. Como ella, muchas mujeres se sienten desprotegidas y temen que los fallos en el sistema pongan en riesgo su salud tras años de lucha contra la enfermedad
María José tenía sólo 43 años cuando se detectó un bulto en el pecho. Fue ella misma quien, al notar la anomalía, acudió a su médica de cabecera. No estaba aún dentro del rango de edad que entra en el programa de cribado de cáncer de mama, pero su doctora actuó con rapidez y la derivó al Hospital Virgen del Rocío. A los pocos meses, la biopsia confirmó el diagnóstico: cáncer de mama. Lo que siguió fue un proceso intenso y exigente de tratamiento: ocho meses de quimioterapia, radioterapia y cirugía.
“En aquel momento, todo fue bastante ágil. Desde que me lo detectaron hasta que comenzaron los tratamientos no pasó demasiado tiempo. Sentí que el sistema funcionaba”, recuerda. Pero ahora, tres años después y ya en fase de seguimiento, la experiencia ha cambiado. "Me hice la mamografía y la analítica en junio. Estamos en octubre y todavía no me han llamado para que me vea el oncólogo. He ido en persona, he llamado por teléfono. Me dicen que tienen mis datos, pero no me dan cita. Es desesperante", lamenta.
Este tipo de retrasos no sólo genera frustración, sino también una profunda incertidumbre emocional. "Después de haber pasado por todo, no quieres volver atrás. Pero cuando no te llaman, cuando ves que pasan los meses y nadie te ve, el miedo vuelve. No es solo una cita, es tu tranquilidad la que está en juego", explica.
La saturación del sistema público, la falta de personal sanitario especializado y el aumento constante del número de pacientes están detrás de muchos de estos retrasos. A ello se suma el hecho de que muchas mujeres jóvenes quedan fuera del cribado poblacional y solo acceden al diagnóstico tras detectar por sí mismas un bulto. Esto pone de relieve la necesidad de reforzar tanto los programas de cribado como los sistemas de seguimiento.
Desde Amama, la asociación desde donde surgió la denuncia pública, su presidenta, Ángela Claverol, reconoce el gesto de la Administración de reconocer el fallo, pero lamenta que todavía no se haya encontrado quién tomó las decisiones. "Nos han dicho que investigarán y que en un mes nos volveremos a ver. No son errores, son vidas", explica brevemente Claverol, que ya ha convocado una reunión con afectadas el próximo martes para estudiar una demanda colectiva.
Sus voces reclaman más que una disculpa. Exigen compromiso, rigor y empatía. Porque no son "fantasmas", destaca Rocío. "Tenemos rostro, familia y vida", enfatiza. También porque, como recuerda María José, "el cáncer no distingue estilos de vida". "Puede aparecer en cualquier momento y por eso es tan importante que el sistema esté preparado, que el seguimiento funcione, que no nos dejen a la espera", apostilla. Y, como insiste Charo, porque "lo vivido debe servir para que no vuelva a ocurrir". Que su experiencia no quede sólo en la denuncia, sino que sea el impulso que reforme un sistema que, cuando falla, no deja consecuencias administrativas, sino vidas en riesgo.
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