La ruta de la caipirinha
UNA caipirinha con fresa cambió su vida. Es lo que le pidió Irene, una joven sevillana que estaba de vacaciones en Belo Horizonte, capital del estado brasileño de Minas Gerais. Renato Baptista Rodrigues, barman profesional, acudió a hacer cócteles al cumpleaños de su amigo Edison, dentista de profesión. "La caipirinha no era del gusto de la chica, empezamos a hablar, después a salir y me vine a Sevilla con ella. Salimos hasta hace un mes".
Los encuentros casuales siempre le han resultado muy propicios. Uno de sus primeros destinos profesionales en Sevilla fue de camarero en el café Central, en la Alameda de Hércules. Le pidió un café Francisco García Chaparro, maestro artesano con taller en la calle Relator, un autodidacta de Villaverde del Río que fue misionero en Guatemala y ahora practica el apostolado de la cerámica y el vidriado con cursos sin afán de lucro para vecinos del barrio y desde la semana pasada, martes y viernes durante los meses de junio y julio, para inmigrantes.
Junto al brasileño Renato, están Mahmoud, un senegalés de 27 años que trabaja de cocinero en el Badulaque, y Mijail, un rumano que realiza un taller de Dibujo en la Casa de las Sirenas. Renato mezcla dos de sus pasiones, la magia y la cerámica, para realizar en esmalte, estilo cuerda seca, cuatro azulejos con los naipes de la baraja francesa, una de sus especialidades como mago. El barman reconvertido agita en su coctelera artística vidrio y colorante mineral para obtener un rojo casi fucsia.
En Belo Horizonte la playa más cercana está a quinientos kilómetros, la de Espíritu Santo, más próxima que las de Sao Paulo, Bahía o Río de Janeiro. Vive junto al arco de la Macarena con otros dos brasileños. Después de trabajar en el Central, donde conoció a su maestro artesano con el que aprende el tercero de sus oficios, pasó por los Niños del Flor y un bar de Montequinto llamado Sri Lanka, amén de las fiestas y eventos para los que es reclamado como barman y como mago.
García Chaparro ve en Renato a un artista en ciernes. Hijo de un mecánico de neumáticos de camiones y de una peluquera, nació en 1981 en Belo Horizonte, una de las ciudades que será sede del Mundial de Brasil 2014. Aprendió a andar el año 1982 en que la selección de Brasil veló armas en Sevilla como sede mundialista. García Chaparro toma nota de un precedente de este vínculo entre Brasil y la calle Relator. El escritor pernambucano Joao Cabral de Melo Neto fue cónsul de Brasil en Barcelona y en Sevilla. Aquí escribió teatro y poesía. Del primer género, Joaquín Arbide adaptó para Teatro Tabanque su obra Vida y muerte Severina; como poeta, le dedicó muchos versos a la ciudad en la que ejerció la diplomacia, incluido un libro titulado El crimen de la calle Relator.
Renato, Renatinho para sus amigos, es aficionado a los coches y ha probado algunos en el autódromo de Belo Horizonte. En su último destino profesional, el café Première, en el barrio de Nervión, ha tenido como cliente a su tocayo y compatriota Renato, futbolista del Sevilla. Mañana no se perderá el Brasil-Portugal. "Soy brasileño", dirá parafraseando al reputado fotógrafo Sebastiao Salgado, que cada cuatro años interrumpe sus obligaciones profesionales en los más lejanos confines para redescubrir la cuadratura del círculo balompédico. A Belo Horizonte pertenecen los equipos de fútbol Cruzeiro, Atlético Mineiro y América.
Renato llegó a Sevilla el 14 de junio de 2009 y ya es un macareno más que vive junto al arco. Participa de las bromas y conocimientos de sus compañeros de taller Alba Pérez Sánchez, Juan Ambrosio Martín, Miguel Bejarano, con taller de escultura propio, y Victoria Márquez Pascual. García Chaparro ve un alumno aventajado en aquel camarero que le sirvió un café en el Central y que llegó a Sevilla por una caipirinha.
Del Central y el Badulaque al taller de la calle Relator. Un brasileño y un senegalés en un taller local y global amparado por la generosidad de Francisco García Chaparro. Dentro se respira Renacimiento. Los naipes de Renato conviven con la obra del cocinero senegalés, que dibujó en esmalte cerámico la aldea en la que creció con sus ocho hermanos. Martes y viernes, el taller se convierte en escuela de idiomas, aunque los materiales no precisan traductor.
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