No se sabe si se va o se viene
Calle Rioja
De gallegos. La amistad entre Alfonso Guerra y Felipe González surge cuando intentaron boicotear una conferencia de Fraga en la Universidad de Sevilla.
DOS gallegos, Mariano Rajoy y José Blanco, han lanzado al aire las primeras salvas de la campaña electoral. Pirotecnia verbal que ha coincidido con el anuncio de Manuel Fraga Iribarne de ponerle fecha de caducidad a su longeva trayectoria política. Como él descubrió el siglo XXI mucho antes que Stanley Kubrick cuando visualizó la reconciliación presentando a Santiago Carrillo al Madrid de Serrano, el gallego de Villalba ha dicho basta.
Hay un prototipo de gallego longevo, indestructible. Mi amigo Rafael Debén Ariznavarreta es un fotógrafo que hizo la mili velando el cadáver de Francisco Franco Bahamonde, militar del Ferrol, en cuyos astilleros fue fabricado el Adriano III conocido en Cádiz como el Vaporcito y cuyo predecesor vino desde Galicia a Sevilla para prestar sus servicios en la Exposición de 1929. Debén es un centauro que va en vespa o en bicicleta. Le robaron una hace muchos años en La Carbonería. Lo encontré el otro día en la Alameda. Ha vuelto de Galicia, de dejar en plena lozanía en una aldea de Betanzos a sus padres a punto de ser nonagenarios. Fraga cumple 89 en noviembre. Era un chaval y ex ministro a punto de cumplir los sesenta cuando vino a Sevilla para pedir el voto de Alianza Popular en las generales de octubre de 1982.
Dio una rueda de prensa en el desaparecido hotel Luz Sevilla. Una estancia que asocio con dos recuerdos, uno perecedero y sentimental, el otro más duradero, objeto de culto en las hemerotecas y fototecas. A la penúltima pregunta, don Manuel dio un golpe sobre la mesa, cogió el periódico hacia sí y le regaló a Pablo Juliá una foto tan célebre como la de la tortilla: el ex ministro de Información y Turismo mostrando el anuncio de la contraportada del diario con el lema Vota PSOE. Su valido Jorge Verstrynge se lo tomó al pie de la letra.
El otro recuerdo tuvo lugar en los urinarios de dicho hotel. El único sitio donde he hablado con Fraga. El tiempo de decirle que mi precocidad lectora le debía mucho a una maestra de su pueblo, Antoñita Orosa, lucense de Villalba como él. Antoñita, claro, me dijo subiendo las escaleras. La paisana que me enseñó a leer en mi infancia coruñesa.
Hay una anécdota sevillana de Fraga que narra Alfonso Guerra en sus cernudianas Memorias. En cierta forma, el político gallego fue el detonante de una larga y fructífera amistad entre Guerra y Felipe González. Éste era estudiante en la Facultad de Derecho y aquél, para variar, estaba allí de oyente. Los que ganarían en aquella campaña del hotel Luz Sevilla se dedicaron a boicotear una conferencia que Fraga debía dar y no llegó a pronunciar en la antigua Fábrica de Tabacos.
Manuel Fraga es el primogénito de doce hermanos. El único de los varones que regateó los achaques de la Parca. Le dicen algunas hermanas. Una de ellas eligió Sevilla como tierra de promisión. María Luisa Fraga Iribarne eligió el destino de la cátedra de Derecho Civil de su marido, el profesor Juan Jordano, padre del también civilista Francisco Jordano Fraga. La hermana del político cesante, uno de los padres de la Constitución española, es autora de otra carta magna: un libro titulado Guía de dulces de los conventos sevillanos de clausura. Ha mostrado esos tesoros ocultos, yemas de San Leandro, hojaldrinas de Santa Inés, en el muy concurrido mercado navideño de estas delicias conventuales. Su tesis doctoral la hizo sobre los conventos femeninos desaparecidos en la Sevilla del XVII y estudió la relación documental de la casa de Fraga con un convento de Mondoñedo, municipio de Lugo con obispo y patria chica de Álvaro Cunqueiro.
Los tiempos de Fraga como embajador en Londres los evoca Jesús Pardo en sus demoledoras memorias Autorretrato sin retoques. El anuncio de la retirada de Fraga coincide con las mejores expectativas electorales para su paisano y ahijado político Mariano Rajoy, que fue presidente de la Diputación de Pontevedra a la edad de 26 años. Los que tenían Juan Manuel de Prada o Alejandro Amenábar cuando ganaron el premio Planeta o el goya de cine respectivamente.
En Argentina llaman gallegos a todos los españoles y en una novela de Sábato sale más veces Pontevedra que Roma o París. Los padres de Fraga emigraron a Cuba, donde también lo hizo Manuel Murguía, el viudo de Rosalía de Castro, icono poético de los gallegos y de García Lorca. En esa aventura de juventud nace la buena relación que siempre mantuvo Fraga con su paisano Fidel.
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