Sevilla vive las vísperas de la cumbre de la ONU con calma y mucha seguridad en la zona monumental
Un amplio cortejo de la Guardia Civil de Tráfico hizo ayer varias rondas por el entorno de los hoteles y el Alcázar mientras la Policía y el Ayuntamiento pulen los últimos detalles: retirada de papeleras y macetones, vigilancia de arquetas...
Sevilla se prepara para la cumbre de la ONU
Las vísperas en Sevilla equivalen a mucha expectación ante la celebración de un evento de gran magnitud. La IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, también conocida como cumbre de la ONU, es un evento de relevancia internacional pero en Sevilla, desde luego, no se va a vivir con la misma expectación que una Semana Santa o una Feria. De hecho, el ciudadano se lo toma más como una molestia que otra cosa, por no decir que la cita en sí misma le es indiferente, y los turistas van a lo suyo, que es llenar el espacio público y visitar monumentos. A tres días de la cita, lo más relevante a pie de calle al margen de la calor era el despliegue de seguridad, especialmente llamativo en la zona del Real Alcázar y en el entorno de algunos de los grandes hoteles donde la próxima semana se alojarán las delegaciones de los 190 países participantes. Y eso que Fibes está a más de seis kilómetros de allí...
En el Alfonso XIII, cuando ya se acercaba el mediodía y la temperatura era insoportable, el único rastro visible de que ese será un centro neurálgico de representantes de la ONU era el olor a césped recién cortado, unos operarios municipales de Conservación de Pavimentos retirando tres macetones para aliviar el acceso que da a la Puerta de Jerez, otros técnicos quitando unas papeleras para alejarlas de la entrada y, sobre todo, un arco de seguridad aún sin instalar que descansaba en el recibidor. “Esto va a parecer una comisaría”, bromeaba un empleado. Pero por lo demás, tranquilidad absoluta y discreción, como mandan los cánones de estos acontecimientos y como manda el Gobierno, lógicamente.
En la puerta, una guía explicaba a unos turistas que podían entrar en el hotel y visitar los jardines o la cafetería aunque no sean huéspedes. Después, la guía explicaba a este periódico que el Alfonso XIII no les había dado todavía ninguna indicación de que esas visitas estuviesen prohibidas a partir de este fin de semana. Y también que el sector está “muy enfadado” porque los Reales Alcázares, casi sin previo aviso, les ha cerrado todas las rondas que tenían contratadas para el sábado y el domingo. “Lo han dicho dos días antes, y porque lo vi en Twitter. Nos van a hacer perder mucho dinero. Yo tenía dos visitas el sábado, otras dos el domingo y una el lunes por la mañana. Mínimo me quedo sin unos 250 euros. Y encima coincide con el cierre del mes y del trimestre”, lamentaba Clara.
Unos minutos después, una decena de patrulleros de la Guardia Civil de Tráfico y un furgón de la unidad canina de la Policía Nacional pasaban por delante del hotel y tiraban hacia el Alcázar. Allí paraban durante un rato. Pero la imagen era más plástica que significativa porque no iban a vigilar nada, sólo hacer un paréntesis en su ronda por distintos lugares cruciales del centro. Los agentes aprovecharon para hacerse unas fotos en un marco, como suele decirse, incomparable.
En la avenida de la Constitución a la altura del hotel Querencia, tres policías de la Unidad de Subsuelo armados con unas palanquetas inspeccionaban alcantarillas y arquetas y dejaban constancia de que su trabajo estaba hecho con unas pequeñas pegatinas azules. Todo el trayecto desde el hotel Alfonso XIII a la Plaza Nueva era un rastro de esos plásticos.
En la Magdalena, la inminencia de la cumbre sí se hacía más visible. Nueve coches oficiales cortados por el mismo patrón (carrocería oscura, cristales tintados, chóferes trajeados...) se agolpaban en la acera mientras varios policías charlaban con responsables del hotel Magdalena Plaza. Había un par de vehículos con la matrícula PME (Parque Móvil del Estado), otros con el panel rojo clásico del cuerpo diplomático (matrículas que empiezan con CD) y tres con la bandera de Panamá en el salpicadero. El presidente de esa república, José Raúl Mulino, llegó precisamente ayer a Sevilla junto a la primera dama, Maricel Cohen.
Pese a lo patente del dispositivo de seguridad en este punto del centro, otra cosa llamaba la atención. Al igual que en muchos enclaves de la ciudad, las papeleras y los bancos habían sido eliminados pero sólo en la calle Josefa Reina Puerto, que es el pasaje que lleva a San Eloy. En la plaza, sin embargo, no ocurría lo mismo con el mobiliario urbano a pesar de estar más cerca del hotel. Al menos hasta ayer, los bancos de hierro forjado que se instalaron con la peatonalización seguían allí.
La antítesis de la Magdalena era el hotel Colón, donde también van a descansar y pernoctar muchas delegaciones. Pero ayer, casi a la hora de comer, sólo quedaban allí un furgón de la Policía Nacional y otro coche de máxima gama con la cartulina verde que llevan los autorizados para entrar en Fibes. "Esto no nos repercute para nada, todos se desplazan en coches oficiales", lamentaba Manuel, un taxista que aguardaba clientela y que no sólo se quejaba por la escasez de trabajo. "Lo que más nos está dando por saco son los inhibidores. Los coches modernos no arrancan, los datáfonos dan problemas, la aplicación de la emisora para comunicarnos entre nosotros también...”, protestaba. Y eso no ocurría sólo en el Colón, sino en el resto de hoteles implicados en la cumbre. Todo sea por que no pase nada en Sevilla...
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