La vuelta al mundo en ochenta Sevillas
calle rioja
Una íntima procesión de la titular de las Penas de San Vicente ofrece una imagen insólita de la ciudad que se rinde a Julio Verne y cuya biografía ha escrito Eva Díaz Pérez
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La vuelta al mundo en ochenta Sevillas. Me permito esta doble licencia de mezclar la exposición de treinta artistas en el Ayuntamiento como tributo a Julio Verne (1828-1905) en el 120 aniversario de su muerte con la nueva obra de Eva Díaz Pérez, Sevilla. Biografía de una ciudad dorada, primera tras comisariar con Alfonso Guerra la exposición ‘Los Machado: retrato de familia’ que tantos ojos ha abierto y tantas bocas ha cerrado.
Luis Rizo y Jesús Méndez Lastrucci son los comisarios de la exposición sobre Julio Verne que se puede visitar en la Casa Grande hasta el próximo viernes 24, día que empieza en la iglesia de Omnium Sanctórum la novena a la Reina de Todos los Santos. En el ánimo de Eva Díaz Pérez por convertirse en biógrafa de Sevilla, uno piensa que en el aliento del proyecto anidan los mismos propósitos que enuncian los artistas de la muestra de Julio Verne, “un canto a la ciencia, los sueños y las aventuras imposibles”.
¿Sevilla científica? Ahí está todavía como testigo Manuel Losada Villasante. ¿Sevilla soñadora? Unos los ha cumplido, la mayoría se estrellaron en el acantilado de los delirios oníricos. ¿Sevilla aventurera? Esta pregunta se contesta sola. La ciudad siempre le ha estado dando la vuelta al mundo. Completó la primera que registran los anales y se trajo al mundo para que se diera una vuelta por Sevilla en la Exposición Universal de 1992.
Es ciudad de procesiones multitudinarias y también de devociones íntimas. El sábado vivimos un de ellas. Salía Nuestra Señora de los Dolores, titular de la hermandad de las Penas de San Vicente, de la iglesia del mismo nombre, ese edificio de Leonardo de Figueroa que tan bien conoce Eva. Como la atracción entre los polos opuestos, ocurre algo parecido: Penas más Dolores llevan a una conjunción de Alegría. La llevan en andas. Busca la Puerta Real por la calle Alfaqueque. Aprendimos el significado de esta calle en el libro España. Tres milenios de Historia, de Antonio Domínguez Ortiz.
Parafraseando el libro de Eva Díaz Pérez, el historiador sevillano que murió en Granada dejó como legado una Biografía de España en la que bebe de la controversia todavía por resolver entre las teorías de Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz: la tesis del primero de la creación de España como choque de culturas frente a la del segundo, España como creación de Roma. Un libro fascinante con esa desproporción de cuatro años de conquista (musulmana) por seis siglos de Reconquista (cristiana).
La de alfaqueque, dice Domínguez Ortiz, terminó convirtiéndose en una profesión: “eran personas que servían de intermediarios, procuraban informaciones y gestionaban rescates”. Una mezcla de cooperantes, espías y mediadores, un compendio de la CIA, la Cruz Roja y Acnur que en lo tocante a los rescates actuaban en las zonas de frontera como las órdenes redentoras, es decir, trinitarios y mercedarios.
Lo cuenta en el capítulo titulado ‘La España de las tres culturas’. Una superposición de capas que se comprueba siguiendo la estela de esta íntima procesión de devotos tras el palio de Nuestra Señora de los Dolores. Cuando llega a la Capilla de las Mercedes de Puerto Real, que habitualmente está cerrada, la acercan en andas doce mujeres, seis delante y seis detrás.
Es una zona fundamental en la biografía de la ciudad. Se llamó Puerta de Goles hasta 1570. En el último tercio del siglo XVI, el tiempo de Cervantes que diría Caballero Bonald, pasará a llamarse Puerta Real. Por el rey Felipe II, que reinaba entonces, y no por Alfonso XII, que da nombre a la calle contigua, la calle por la que según Antonio Cascales entra el siglo XIX en Sevilla. Ni de Goles ni Puerta Real. En 1864, siendo alcalde García de Vinuesa, será una de las muchas puertas que perderá la ciudad. Dicen que lo hizo con criterios profilácticos. Este alcalde protagonizó un heroico suceso que se cuenta en la Piedra Llorosa junto al Patio de San Laureano. Hay un nombre de esta zona que siempre permanecerá. Estaba escrita en uno de los reposteros que adornaban los balcones al paso de la Virgen: Puerta del Cielo. Se oían las voces de la orquesta de capilla. Ángel Bajuelo captaba con su cámara instantes irrepetibles. El tiempo es un néctar de mercurio que se escapa a las manos, con el que nunca podrá la Inteligencia Artificial. En el tríptico de los pintores que homenajean a Julio Verne, es una ciencia que por lo general destripa los sueños y chafa las aventuras.
El día que los periódicos del avión anunciaban la muerte de Camarón de la Isla, 2 de julio de 1992, viajábamos a Nantes para jugar un partido de fútbol contra periodistas de la ciudad natal de Julio Verne. Visitamos su casa, el hogar desde el que viajó en globo, en submarino, en barco y en tren. Todos estamos en deuda con él. A Julio Muñoz Rancio Sevillano le pusieron ese nombre por Julio Verne. Al profeta de los avances le divertirían las aventuras del crimen del palodú y el asesino de la regañá.
Veinte mil leguas de viaje submarino fue el primer libro que tuve en mis manos. Me lo regalaron por Reyes mis tíos Ramón y Carmen y llegó por correo en enero de 1961 a nuestra casa en el pueblo coruñés de As Pontes de García Rodríguez, que sale en el ‘Viaje a la Alcarria’ de Cela. Un libro de Bruguera editado en 1959 “con censura eclesiástica”. En los meses de la pandemia, cada noche le leía un capítulo a mi hijo Paco, que en 2020 le faltaba un año para la edad de ‘Un capitán de quince años’. Vigo y Cádiz son los únicos topónimos españoles en esta aventura del capitán Nemo a bordo del Nautilus.
El año que se lo leí a mi hijo, Nórdica Libros hizo una edición de ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’ con ilustraciones de Agustín Cornotto y prólogo de Antonio Muñoz Molina. Cuando le di la vuelta a Sevilla en los autobuses de Tussam, estas ‘Historias del autobús’ las subtitulé ‘Viaje al centro de la Tierra’. Cuando todavía los autobuses entraban hasta la Plaza Nueva que ahora acoge este homenaje a Julio Verne en puertas del segundo centenario de su nacimiento (1828). Qué está a medio camino de los primeros centenarios de la generación del 27 y la Exposición del 29, dos de los hitos en la biografía de la ciudad a la que se ha acercado Eva Díaz Pérez, ciudad de los pregones y de los silencios, de los recuerdos y los olvidos.
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