Atlético-Sevilla | Contracrónica

La competitividad ganó al VAR

  • El Sevilla saca un empate de prestigio en el Wanda Metropolitano y recupera crédito al recobrar su esencia en el momento más oportuno

  • El carácter mostrado en el feudo del Atlético permite al Sevilla jugar ante Roma y Betis en Champions

En el momento más oportuno, después de que por Nervión arreciasen los pitos en las últimas citas y justo antes de que pasen por el coliseo sevillista la Roma y el Betis, el equipo de Julen Lopetegui recuperó la competitividad. Lo hizo, además, en un escenario donde competir está grabado a fuego en cada uno de los pasillos, en la grada y en el vestuario, sobre el césped y desde el banquillo, desde que Diego Pablo Simeone les inoculase ese veneno a todos los integrantes del Atlético de Madrid. En su feudo, en la guarida del ogro de la competitividad, fue donde el Sevilla recuperó su esencia rebelde y luchadora. Albricias por la vuelta de la competitividad, esa esquiva y libertina hija pródiga.

Como en la parábola del hijo pródigo, que esa esencia se marchase de casa, sobre todo de casa, y que haya regresado arrepentida del pecado del amaneramiento fatuo es motivo suficiente de fiesta en el hogar del sevillismo. Sobre todo porque ha vuelto justo cuando se empina el calendario. El golpe anímico de empatar, contra viento y marea, contra el VAR y contra las bajas de peso, la de Fernando y la de Óliver Torres, con un once casi nuevo, reeditado desde la necesidad, tiene un peso tremendo. El Sevilla llegará a sus citas con la Roma y el Betis, a su reencuentro con ese sevillismo contestatario, en puestos de Champions tras pasar por el Wanda Metropolitano. Aleluya.

Tiene mucho mérito el empate del Sevilla en la guarida del ogro de la competitividad por varios motivos. En primer lugar porque estaba fresca la forma en que el VAR desquició al equipo ante Osasuna y su nueva injerencia en el campo del Atlético, cuando ganaba por 0-1 tras una preciosa jugada colectiva entre Jesús Navas, Joan Jordán y De Jong, amenazaba ruina. En segundo lugar porque tuvo arrestos para no dejarse amedrentar por la remontada del equipo que amenazaba con arrebatarle el tercer puesto. Y en tercer lugar porque lo hizo dando más de una versión de juego: con balón y llegada cuando tuvo piezas en el campo y fuelle para ello y con aguante y solidaridad cuando el cansancio y el empuje del Atlético lo obligaron al repliegue.

El Sevilla no se amilanó en esta ocasión ni por la revisión que hace del fútbol el VAR. En este nuevo deporte en que el hombro es mano sí habría que decirles a jugadores como Diego Carlos que midan bien sus movimientos en el área, porque las cámaras lo delatan todo, como las redes sociales. Hay quien quiere quemar Twitter porque en él se vierte lo peor de la calaña humana, obviando que la máquina no hace sino reflejar lo que el hombre le dicta. En el caso del videorabitraje, son los árbitros que manejan la alta tecnología de pantallas y contadores milimétricos de frames –léase fotograma en el castizo español– los que terminan ensuciando la herramienta.

El fútbol ya es otro deporte, sobre todo porque ahora se revisa todo, olvidada ya la premisa del error flagrante, y a cámara superlenta cada acción parece otra cosa. Contra esa realidad el Sevilla en esta ocasión se rebeló, se adaptó a los nuevos tiempos y no permitió que el Atlético aprovechase sus miedos, sus fantasmas ni sus dudas. Se comportó como un hombre ante su destino. Reaccionó con brío. Y el sevillismo debe recoger el regreso de la competitividad como hizo el padre con el hijo pródigo: con una gran fiesta.

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