Sevilla - Elche | La crónica

El Sevilla no sólo parece ya un equipo de fútbol, también golea (3-0)

En-Nesyri cabecea con fuerza y precisión el primer gol sevillista ante el Elche.

En-Nesyri cabecea con fuerza y precisión el primer gol sevillista ante el Elche. / Antonio Pizarro

Nueve puntos de doce posibles en las cuatro últimas jornadas de la Liga Santander, quién lo iba a decir, el Sevilla de Jorge Sampaoli comienza a sacar la cabeza del hoyo y lo hizo, además, con su mayor exhibición goleadora desde hace tiempo ante un Elche que se hundió completamente desde la expulsión de Bigas por una falta a Suso. Los sevillistas, ya se escribía con anterioridad en la eliminación copera, comienzan a parecerse a un equipo de fútbol después de esa travesía por el desierto en la que lo metieron los responsables de este desaguisado deportivo.

La gran diferencia entre este Sevilla de Jorge Sampaoli y el que entrenaba Julen Lopetegui en la primera fase del campeonato está en la intención de avanzar con el balón. Ésa es la clave de todo, los hombres que visten de blanco y defienden el escudo de la entidad radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión no se dedican a manosear la pelota con la única intención de defenderse a través de su posesión. Ahora tratan de superar rivales con esos toques y, lógicamente, con ello se incrementa el riesgo de pérdidas, pero es infinitamente mejor así.

Sin ser un equipo cuajado, ni muchísimo menos, pues le siguen faltando infinidad de cosas, después vienen unas cuantas de cuestiones que también han colaborado en esa progresión del conjunto de futbolistas que juegan para el Sevilla Fútbol Club. Para empezar, otro aspecto principal, que es el físico. Después del parón por el Mundial, a la plantilla blanquirroja parece que la han entrenado, tan sencillo como eso. Cierto que también ha recuperado algunas piezas de indudable valor, léase Fernando, sobre todo, y Acuña, que ahora sí está de verdad, pero en la actualidad los rivales han dejado de pasar ya junto a ellos como aviones y no se hunden de forma irremisible cuando los partidos llegan a la franja horaria entre los minutos 25 y 30.

Lo que antes era un hecho patético, desde el Mundial, al menos, se mantiene equilibrado. Y no es un análisis puntual por una cita contra el colista, frente a un Elche que aún no ha sido capaz de ganar en una vuelta entera, también sucedió el pasado miércoles frente al Osasuna, que sí se caracteriza por meterle muchísima intensidad en lo físico a su juego. Sin embargo, no fue capaz de tumbar en ese aspecto básico a los sevillistas en 120 minutos de fútbol. O también aconteció frente al Cádiz, al que los blancos prácticamente no lo dejaron salir de su campo a pesar de venir también de esfuerzos intersemanales en la Copa del Rey.

Acuña remata con la pierna izquierda el 2-0 para el Sevilla. Acuña remata con la pierna izquierda el 2-0 para el Sevilla.

Acuña remata con la pierna izquierda el 2-0 para el Sevilla. / Antonio Pizarro

Con tantas cosas unidas, Sampaoli iba a dejar a dos de sus principales titulares en el banquillo para refrescar a los suyos después del tremendo esfuerzo de Pamplona. Gudelj y Joan Jordán, dos casi intocables, lo veían desde fuera para que retornaran Fernando, Suso y Óliver Torres, éste en el sitio del sancionado Lamela. En-Nesyri, mientras, se ganaba su continuidad con su tanto en tierras navarras y esta vez no sólo se estrenaba en la Liga, sino que lo hacía, además, por partida doble.

Bastó con que uno de sus compañeros, Acuña concretamente, entendiera el lugar en el que deben dirigir los centros para que el larguirucho marroquí se eleve como lo ha hecho tantas veces en su selección y también en las filas sevillistas. Poderoso salto, remate franco de cabeza y el Sevilla comenzaba a allanar el camino al filo de la media hora del litigio.

Era un equipo, el sevillista, con precisos toques en los avances, sobre todo por parte de un Rekik que batía líneas enemigas con sus pases interiores desde atrás. El Elche, que había amenazado con un cabezazo de Lucas Boyé en un saque de banda, cada vez estaba más lejos de recuperar la pelota y de esta forma facilitaba que el Sevilla se fuera sintiendo dominador de la cuestión.

Después de ese cabezazo de En-Nesyri, Édgar Badía desvió un duro disparo de Fernando en una incorporación y ahí llegó la jugada clave. Suso recuperó un balón ante Bigas, éste lo agarró mitad de impotencia por la pérdida y mitad por el peligro que corrían los suyos por el avance del gaditano. El árbitro lo juzgó como tarjeta amarilla, pero González González, increíble, lo conminó a ver la acción en el monitor. Tarjeta roja para Bigas en la versión más exagerada del reglamento, pero si los dos jueces lo vieron así...

Y ya sí fue un coser y cantar para un Sevilla que iba a aprovechar ese momento de debilidad de la escuadra de Pablo Machín para sentenciar antes del intermedio. Se encargaron de ello Acuña y otra vez En-Nesyri para que al tiempo de reflexión se llegara con una sensación de tranquilidad bastante extraña en los tiempos que corren para los sevillistas.

Era cuestión, desde entonces, de no complicarse la existencia, de no meterse en situaciones innecesarias. Después de la tempranera lesión de Jesús Navas, Sampaoli fue refrescando a su equipo para no meterle más esfuerzos de los necesarios a quienes ya han llegado bastante cargado tras un mes de enero exigente y el Sevilla debió acumular algún gol más en su casillero, pero ya daba igual. Por primera vez, el cuadro nervionense había vivido una tarde plácida entre señales bastante positivas con vistas al futuro. Ya no sólo parece un equipo de fútbol, también es capaz de golear incluso.

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