Sevilla FC

Ya no lleva el traje de los ganadores (0-1)

  • El Sevilla deja correr la primera mitad sin asumir ningún tipo de riesgos y es castigado por el Eibar en el error de Sergi Gómez

  • La reacción de la segunda parte sirve para llegar hasta el gol y ahí falló el acierto individual

  • Vídeo con el resumen de la derrota del Sevilla

Sergi Gómez no llega a interceptar el disparo de Kike García para el 0-1.

Sergi Gómez no llega a interceptar el disparo de Kike García para el 0-1. / Antonio Pizarro

Nueva derrota de un Sevilla que ha perdido el aura. El equipo de Julen Lopetegui está muy lejos de aquella escuadra dominante que finiquitó el anterior curso después del confinamiento de la pandemia y en ello también tiene muchísimo que ver haber colgado en la percha del armario el traje de los ganadores para manifestarse en un campo de fútbol como lo hace cualquier habitual de la zona media de la Liga española.

Porque el Sevilla del primer periodo fue justo eso, un conjunto de futbolistas que saltaron al césped para pelear de igual a igual con el Eibar, con un respeto tal vez desmedido hacia el adversario, por mucho que éste siempre se lo merezca y no sea nada malo tenérselo. Pero una cosa es valorar al que está enfrente y otra bien distinta es que los sevillistas se obcequen en ello y dejen pasar un tiempo entero sin la menor producción ofensiva, sólo con carreras de un lado a otro y con el sentimiento de haber derramado hasta la última gota de sudor en ese esfuerzo.

El Sevilla, si quiere subir el escalón, debe correr más riesgos, está claro. No le basta con salir a jugar un partido al Ramón Sánchez-Pizjuán con un solo delantero puro, que, además, no es la reencarnación de Lewandowski para generarse las situaciones de gol por sí solo, y pensando que ya llegará una ocasión para liquidar la situación si se protege mejor la parte trasera.

Porque la cruda realidad de ese primer acto fue que ni una ni otra. Que ni fue capaz de meterle un pequeño susto, aunque fuera liviano a Dmitrovic en 46 minutos de juego, y que encima encajó un gol en uno de los pocos errores individuales que cometieron los elegidos por Lopetegui para afrontar esta tarea. Fue Sergi Gómez el que no cerró bien un pase de Diop ni a la hora de tirar la línea del fuera de juego y ni después para tapar el disparo del voluntarioso Kike García y por ahí se le empezó a ir todo el plan de dejar pasar el tiempo a este Sevilla.

Porque la segunda mitad sólo se iba a parecer a ese primer acto en que los protagonistas lucían las mismas indumentarias para jugar. Nada que ver, Lopetegui introdujo a un extremo de verdad, Lucas Ocampos, en el lugar de un central, Sergi Gómez. Arriesgó, en definitiva y los suyos se hicieron acreedores de sobra al empate, incluso tuvieron una oportunidad casi entre los palos y ni siquiera así fueron capaces de acertar a través del propio Ocampos. Pero, claro, no es lo mismo jugar con la presión de ir por debajo en el marcador y con los nervios que eso origina a plantear desde el principio la batalla con un punto de osadía.

Y que nadie se pueda confundir con esas apreciaciones. No se trata de pedir que el Sevilla salga a lo loco, que corra riesgos innecesarios. En absoluto, aunque sí se puede pensar en que en un partido como local frente al Eibar cuando menos haya dos hombres siempre en las cercanías del área de Dmitrovic, por no decir que vivan allí si la pelota ha pasado del centro del campo en los pies de los anfitriones.

Sé, y no hace falta recibir ninguna explicación al respecto, que el balompié no es un deporte que se practique como si se tratara de las barras de un futbolín, que es mejor los movimientos, quitarle las referencias a los defensas rivales para luego aparecer en los espacios creados… Sí, mil cosas conceptuales que se manejan siempre en este argot, pero cuando menos un equipo que pretenda sentirse superior, porque tiene hombres capacitados para ello por supuesto, al contrincante debe finalizar las jugadas con más de una opción de remate dentro del área.

Eso, durante el primer acto, no sucedió y cuando sí pasó está claro que el Sevilla debió haber igualado por mucho que no llegara a hacerlo por los errores individuales en la finalización. Particularmente llamativo fue el error de Ocampos en un córner con toda la portería para él, pero también lo fue un disparo de En-Nesyri carente de toda técnica de golpeo en un balón que le había facilitado con todo a favor Munir. O el cabezazo picado de Carlos Fernández, o el intento de globo del Mudo Vázquez tras una salida de Dmitrovic o varios disparos, incluido uno de semichilena, de Munir.

Se podría agregar alguna frase copulativa más, pero tampoco es cuestión de colocar aquí todo el bloc de notas de las múltiples llegadas de los sevillistas en el segundo periodo en contraposición con lo mostrado durante el afeado acto anterior. Lopetegui y su cuerpo técnico tienen un duro trabajo por delante en ese sentido, pues necesitan darle una vuelca de tuerca más a los suyos para conjugar el aspecto ofensivo con ese juego de control que tan bien manejan.

Un aspecto táctico también a apuntar tiene que ver con la sobrecarga de trabajo de Jesús Navas. Por mucho que el palaciego sea el mayor generador de situaciones de este Sevilla, todo se puede convertir en previsible si es la única solución para atacar en contraposición de un Acuña que nada tiene que ver con Reguilón. El campeón de la Liga Europa hacía daño por los dos costados y no por uno solo y el argentino debe asumir más responsabilidades a la hora de tirar hacia arriba.

En definitiva, son aspectos fundamentales que debe resolver un Lopetegui que refrescó el equipo con cinco futbolistas que no habían sido titulares en Londres contra el Chelsea para que su Sevilla vuelva a lucir con orgullo ese traje de los ganadores que tanto enseñó durante el anterior curso, sobre todo después del parón, y que lo condujo hasta recibir los encendidos elogios de todo el balompié continental.

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