Lille - Sevilla

Apetito de huesos de santo

Ocampos se resigna en el césped tras una ocasión fallilda.

Ocampos se resigna en el césped tras una ocasión fallilda. / Yoan Valat / EFE

Se atisba en lontananza un partido clave para el futuro del Sevilla en la Liga de Campeones. En Lille compareció quizá el Sevilla más dinámico y vertical visto esta temporada, sobre todo en una primera mitad en la que Suso y Ocampos dejaron pinceladas de su mejor versión, con Óliver Torres dinamizando el juego por dentro, desterrando el manoseo inane del balón. El equipo de Julen Lopetegui estaba necesitado y ahí se crece. Por momentos recordó a aquel grito desesperado del Westfalenstadion con el Borussia Dortmund. Pero le faltó físico y terminó desfondado. Y tampoco ayudaron los cambios una vez que la vieja guardia dijo hasta ahí llego.

Se la jugará con el Lille el 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos en el calendario católico, en Nervión, donde también tendrá el calor de los suyos para recibir al colista del Grupo G en otra fecha señalada, el 23 de noviembre, día de San Clemente y de la entrada de San Fernando en la ciudad en 1248. El Sevilla debe tirar de su escudo, de sus santos y sus símbolos, y sacar el apetito que parece faltarle en su afán de tener bien atado siempre los partidos. Y no es que le falte hambre, es que es su filosofía de juego, por mucho que moleste un debate que seguirá abierto.

Y eso que en el Pierre Mauroy el Sevilla pareció desmelenarse y dejó media docena de llegadas más o menos nítidas. La que le sacó bajo los palos Djaló a Rafa Mir en el minuto 20; el paradón de Gbric al disparo de rosca de Ocampos en el 29; el centro chut de Jesús Navas y el fallido remate de Suso en el 37; el centro perfecto del gaditano y el cabezazo fuera, por poquísimo, de Ocampos anticipándose al portero en el 40... Y ya en la segunda mitad, la chilena fallida de Ocampos (49’); o el disparo resbalándose de Lamela tras una pared en el área ya en el minuto 81, en el último estertor de un Sevilla que ya estaba falto de fuerzas y de ideas.

Lo físico condicionó al equipo en Lille, donde no terminó de asir por las solapas a un rival menos fiero de lo que lo pintaban. Quizá por la endémica falta de ideas ofensivas, como si faltase un plan general tan detallado como el del fútbol control o la rocosa defensa. Bono apenas intervino, salvo en un balón atrás de Acuña que dejó solo a Renato Sanches. Fue en el minuto 27, en pleno zafarrancho de un Sevilla desatado y pujante como pocas veces esta temporada.

Lo físico pesó mucho en el norte de Francia. Y condicionó los cambios también. Sin Koundé, Rekik fue el primero en retirarse con molestias musculares en el minuto 57. Fernando tuvo que dejar de ser el guardián del equipo en la medular y eso pareció descompensar el rendimiento... y la confianza. Los cambios fueron quitándole empuje al Sevilla, que ya sin Acuña ni Óliver Torres primero, y sin Ocampos ni Suso después sufrió un apagón general. Como si Fernando fuera el faro que ciega el retrovisor de los compañeros por delante.

Pero Lopetegui no tuvo más remedio que intentar refrescar a un conjunto en el que unos parecen estar aún fuera de forma y otros demasiado cargados. Puede que pese la elevada edad media de la plantilla -el papelito de Rakitic y Papu recibió lógica críticas- y el Lille, tras sacudirse los miedos que le había metido el Sevilla, estaba obligado a alzar su voz. El rival también existe y también tiene su hambre. De momento, el empate deja apetito de huesos de santo. La cita es el 2 de noviembre, en un Sánchez-Pizjuán en el que sólo el Salzburgo, inaudito líder del Grupo G, fue capaz de arañar algo. Que no haya empacho el día de los Difuntos...

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