Sevilla FC

Monchi, de nuevo en el disparadero

Monchi eleva el puño en señal triunfal mirando hacia la hinchada sevillista, pero con la bética de testigo.

Monchi eleva el puño en señal triunfal mirando hacia la hinchada sevillista, pero con la bética de testigo. / Antonio Pizarro

La figura de Monchi no baja de la palestra, de la escena pública. El director general deportivo del Sevilla siempre fue así. Natural de San Fernando y enamorado del Carnaval de Cádiz, en cuyo concurso oficial incluso participó en el mítico Teatro Falla, tiene tablas de sobra y "espaldas muy anchas" para soportar tal presión. Se encuentra a gusto bajo la luz de las candilejas. Lo suyo no es sólo trabajo de tramoyista: le van la escena y los focos y ni necesita apuntador, aunque a veces lo supera su personaje.

Otro derbi en su cuenta, que él apunta como muesca positiva porque no lo perdió llegando en inferioridad de condiciones. Y nuevo lío. En esta ocasión fue no solo por su tradicional bajada al césped para saludar a los futbolistas y agradecer a los aficionados sevillistas su apoyo en un partido de máxima rivalidad, en medio de un ambiente hostil y de tanta tensión. La queja del Betis viene en esta ocasión también, y según lo que adelantó la Cope a nivel nacional, por su comportamiento en el palco: el club verdiblanco elevará una queja a LaLiga y ha pensado no invitar más a Monchi, un alto ejecutivo del Sevilla, a su palco, al entender su actitud como una "provocación continua".

Porque Monchi es algo más que un "simple empleado del club", como lo llamaron desde el banquillo del Betis cuando varios miembros del equipo verdiblanco le recriminaron que saltase de nuevo al césped estando aún la afición bética en el estadio despidiendo a los suyos y agradeciendo su esfuerzo tras aguantar toda la segunda parte con nueve futbolistas, por diez del Sevilla. Ahí estuvo la clave: siempre baja Monchi al césped desde el palco, aunque quizá otras veces ya quedaba poca hinchada local. Pero en esta ocasión, antes de bajar, también interactuó en el palco con aficionados que se dirigían a él no en tono muy versallesco. Ahí subió de tono la cosa.

Siempre lo ha hecho en el campo del Betis, salvo aquel año en que el club verdiblanco echó un candado a la reja de la puerta que da acceso desde los vestuarios al césped para evitar el encuentro entre los preofesionales sevillistas y su hinchada en una victoria nervionense en Heliópolis. 

Monchi saluda a la afición sevillista al salir de Nervión hacia Heliópolis. Monchi saluda a la afición sevillista al salir de Nervión hacia Heliópolis.

Monchi saluda a la afición sevillista al salir de Nervión hacia Heliópolis. / Juan Carlos Vázquez

Y lo ha hecho también en otros estadios. Como en el del Almería tras la segunda derrota del Sevilla de esta temporada, cuando instó a los aficionados sevillistas desplazados a cantar el himno a los futbolistas, que saltaron al césped también impelidos por Monchi.

Y también saltó al césped en el último partido de Lopetegui como técnico sevillista, para empujarlo a recibir el aplauso de la grada del Sánchez-Pizjuán.

En ese momento, Monchi reiteró sus argumentos de que él es así, teatral, de césped. Ya lo había hecho cuando explicó por qué lo de Almería. En la presentación de Sampaoli, tras el despido de Lopetegui, fue preguntado por aquel gesto en Nervión. "Voy a seguir bajando al estadio siempre, porque creo que mi forma de entender esto es por el contacto con los jugadores, y con la afición. Al que le guste, gracias. Al que no le guste, pues lo entiendo. Hay momentos en los que haga lo que haga uno suena bien, y otros en los que haga lo que haga, no (...). Cuando voy a saludar a nuestros aficionados cuando perdemos o ganamos lo hago con naturalidad, porque lo he hecho siempre", dijo entonces.

Tras el día del Sevilla-Rayo, ya fuera del estadio, paró su coche ante unos jóvenes que lo insultaban y le recriminaban la planificación de esta temporada. Podría haberse quitado de en medio, pero prefirió parar un momento y entablar un breve diálogo.

Ahora se ve envuelto en otro lío, en este caso con la máxima rivalidad por medio. Y eso sin tocar sus barullos con la prensa de Madrid... Así es Monchi, que a veces incluso molesta a sus propios aficionados cuando se da golpes de pecho en público siendo hora de plegar velas y no celebrar empates, aunque sean en el campo del eterno rival. Aunque en este caso ese empate le venga bien moralmente al equipo... Y ahí es donde Monchi, mucho más que un alto ejecutivo del Sevilla, ataca: ha sido futbolista y sabe la importancia de la clave anímica.

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