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El señalado Sampaoli y el mito de Sísifo

Jorge Sampaoli, meditabundo, antes del Sevilla-Osasuna.

Jorge Sampaoli, meditabundo, antes del Sevilla-Osasuna. / Juan Carlos Muñoz

Decía Manolo Jiménez, que conocía el paño, que si había una línea que no había que tocar con cambios no forzados era la defensa. A lo largo de un partido, la línea que más acoplada debe estar para responder ante los impulsos del rival es la zaga, que va aprendiendo a leer los movimientos del equipo de enfrente, sus virtudes y sus defectos, si ataca en largo para buscar la segunda jugada o busca el pase interior para desbaratar la última barrera... Sin embargo, Jorge Sampaoli hizo todo lo contrario en el Sevilla-Osasuna: quitó a dos de los futbolistas de la defensa, Jesús Navas y Fernando, y metió a dos jugadores en frío en un partido de ida y vuelta y muy caliente, Montiel y Alex Telles, con el agravante de que éste no es central.

El propio Sampaoli explicó el porqué: "Ellos hicieron dos cambios metiendo gente rápida arriba –Chimy Ávila y Abde– y nosotros estábamos con Fernando y Navas y pensamos en refrescar esa zona con jugadores con más energía para defender y atacar. Lamentablemente nos marcaron justo en ese momento". "Cuando uno intenta generar una modificación y justo el rival marca, la responsabilidad es del entrenador, aunque en ese momento entendía que era lo mejor", asumió rápidamente.

La planificación queda ya lejos

Claro que no sólo por esto quedó señalado tras la durísima derrota ante el Osasuna Sampaoli, que por primera vez desde su regreso a Nervión está claramente en la diana, sin excusas de planificación, ni nada, aunque todo tiene sus matices.

El sevillismo siempre se ha dividido a la hora de enjuiciar a los entrenadores. Pocas veces ha habido unanimidad y desde luego en este siglo, salvo contadísimas excepciones, el debate siempre ha estado alrededor de la forma en que ha gestionado la plantilla tal o cual entrenador, independientemente de los resultados. Sampaoli ya abrió un cisma en su primera etapa entre los que aplaudían su valiente amateurismo y los que veían en su figura un exceso de heterodoxia, palabrería y vacuidad táctica.

Su fuga a la selección de Argentina dio la razón a los segundos, aunque dejó cierto poso de fútbol alegre y ofensivo  que siguió engatusando a muchos. Ahora, un mes después de que se cerrara el mercado de enero prácticamente, la diana ya no está en la planificación de Monchi, sino en la gestión que de la plantilla, sin opción a remiendo ya, que tiene Sampaoli.

Expulsiones y otros gestos airados

En este sentido, la derrota ante el Osasuna fue un auténtico jarro de agua fría, un evidente paso atrás, una vuelta al principio. Como si todo lo avanzado en lo que va de año 2023, con esa racha de cinco triunfos en Nervión esperando su corroboración a domicilio, se derrumbara como un castillo de naipes y Sampaoli volviera a tener que subir la piedra a la montaña como en el castigo de Zeus a Sísifo. Porque el argentino quedó señalado por el plan de partido, ante un rival que ya conocía, por los cambios y hasta por la pérdida de papeles o la disconformidad de varios de sus futbolistas.

La roja a Fernando, de tremendas consecuencias pues puede perderse cuatro partidos o más y ahora mismo es clave en el eje defensivo, es fiel reflejo del histrionismo de un banquillo del que ya ha sido expulsados dos veces Sampaoli –una en Linares en la Copa y otra contra el Cádiz–, que asimismo ya ha cumplido otro partido de suspensión por acumulación y ya ha visto seis amarillas en 16 jornadas ligueras. Pablo Fernández, su preparador físico, también ha sido expulsado.

Parece que falta templanza anímica en el banquillo, al que le mostró su rebeldía Acuña rompiendo el papel de la táctica tras el 2-3, y hasta Jesús Navas mostró su enfado al ser cambiado, algo inédito en el palaciego. Es difícil gestionar con un solo central la actual situación, con seis bajas de media y contingencias como una gripe afectando a la plantilla. Ahora toca semana limpia. Y es hora de analizar, reflexionar y empezar a subir otra vez la piedra caída desde la cima, como Sísifo.

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