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Donde acaba la tierra y empieza el mar
Dorsal de Leyenda | Pablo Blanco
Era su sino. Estaba predestinado desde que nació el 15 de diciembre de 1951 en la calle Arrayán. Pablo Blanco Blanco vino al mundo para ser mito del Sevilla. José Castro lo reflejó haciendo la obvia figura que ofrecen sus apellidos. Blanco al cuadrado, al cubo podría decirse, porque siempre fue de cara, "sin cáscara", como recordó su mujer en uno de los vídeos que le preparó el club para darle un homenaje por todo lo alto, con lleno hasta la bandera en el antepalco del Sánchez-Pizjuán. El presidente del Sevilla le entregó el XI Dorsal de Leyenda en la que ha sido su casa 50 años, medio siglo nada menos para ser one club man, como dijo su hijo, de los que ya no se estilan. Imposible que se repitan hoy futbolistas así.
"No podía ni imaginarme cuando empecé a jugar en los Salesianos de la Trinidad que yo tendría en mis manos el Dorsal de Leyenda del Sevilla Fútbol Club, nada menos, privilegio que comparto con todos los otros dorsales", dijo Blanco, quien durante el acto tuvo que contener las lágrimas a duras penas. Un hombre tan duro... en ese trance tan tierno. "No llores", le dijo Daniel Ricardo Bertoni. El campeón del mundo en Argentina 78 fue la gran sorpresa. "Crucé todo el Atlántico, Pablo, porque te lo mereces", le dijo el crack argentino, amigo íntimo de Blanco de aquel Sevilla de finales de los 70.
Pablo se saltó el protocolo. "Hoy quiero resaltar a nuestro presidente Roberto Alés, porque usted es el máximo responsable de que hoy estemos aquí y de cómo estamos. Y a Rafael Carrión, porque confió en mí cuando más lo necesitaba". A su estilo, de frente, entrando por derecho.
Bertoni cogió con la marca baja a Blanco, el marcador por antonomasia. "Eres un gran amigo, una institución, un buen padre… Me diste mucho, estoy muy orgulloso de estar aquí y muy agradecido de que el Sevilla me llamara, porque está en el elite del fútbol mundial", le dijo Bertoni. "Sigan así y dándoles a sus futbolistas estos homenajes. En Sevilla hay que morir, como decía Pablo", aconsejó el campeón del mundo.
Leivinha y Kempes en sendos vídeos, Cardeñosa en directo. Fútbol de barro y de finta. De tribunas de cemento y gargantas rotas. En el homenaje, los enemigos se abrazaron en una nostalgia de auténtica confraternización futbolera. "El fútbol nos dio un rival y la vida nos ha dado un amigo. Disfruta de esto con tu familia, Pablo, un abrazo muy fuerte", le dijo el 10 del Betis. El Flaco representó a los Veteranos del Betis, López, Biosca, Bizcocho, García Soriano... que se sumaron de corazón al homenaje entregándole una placa.
Y Josu Urrutia, presidente del Athletic, le entregó el León de San Mamés:"Cuando vemos ese comportamiento, esa entrega, pensamos que fuera de Vizcaya los hay que podrían haber jugado en el Athletic, Pablo es uno de ellos".
Tanta razón tenía Urrutia como Eduardo Herrera antes de galardonarlo con la Medalla del Fútbol Andaluz: "El Sevilla completa hoy un once de leyenda, de lujo, y lo completa con un jugador que representa todo lo que el Sevilla es".
El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, se rindió a la pureza blanca de Blanco. "Es un sevillano de los pies a la cabeza que ejerce como tal y que lleva 50 años de actividad profesional. Es un orgullo ver a una persona tan íntegra y que ha sido capaz de hacer grande a este club". El Giraldillo del Ayuntamiento de Sevilla dará fe de ello en la vitrina de Blanco, en la que ya tendrá un lugar especial el Dorsal 2 con el que defendió al Sevilla de las diabluras de Cruyff, Kempes, Cardeñosa...
Arza, Busto, Campanal, Achúcarro, Valero, Gallego, Lora, Sanjosé, Álvarez, Montero... y Blanco. "Muchos me han dicho que este reconocimiento llega tarde –explicó José Castro–, pero la verdad es que él lo quiso así, que se lo diéramos cuando cumple cinco décadas en el Sevilla. Aquí estamos contigo, Pablo, que es lo mismo que decir aquí estamos contigo, Sevilla. Porque Pablo Blanco es el Sevilla Fútbol Club", le dijo el presidente nervionense.
Blanco, breve, pero intenso como sus marcajes, mezcló lo serio y lo jocoso. "Hoy nos vemos aquí futbolistas que nos las teníamos muy tiesas y fuera del campo nos íbamos de cerveza", dijo. "Me colgaron el sambenito de que daba patadas. Yo entraba fuerte y dejaba el codo, eran muy bajitos y se daban conmigo", dijo con su tono guasón. Entregado, como se entregó a Roberto Alés el día que era para él. Sin cáscara. Blanco al cubo.
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