La crónica

Sevilla - Getafe: Diego Alonso es despedido tras el enésimo bochorno (0-3)

  • El entrenador uruguayo fue destituido nada más acabar el partido

  • El cuadro nervionense sale prácticamente derrotado desde el vestuario por un penalti sancionado contra Juanlu que transformó Borja Mayoral

  • Restaban más de 90 minutos por delante y la vergüenza se fue incrementando hasta estallar cuando Rakitic le regaló el 0-2 a los visitantes

  • Así le hemos contado el Sevilla-Getafe

Diego Alonso hace un gesto en el primer penalti, aunque parece indicar que su tiempo se acabó.

Diego Alonso hace un gesto en el primer penalti, aunque parece indicar que su tiempo se acabó. / Europa Press

El Sevilla Fútbol Club Sociedad Anónima Deportiva sigue empeñado en abochornar a todos los que sienten la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión. El equipo que le pusieron entre manos a Diego Alonso para que éste desarrolle las mil formas de perder un partido de fútbol mostró una nueva variante ante el Getafe para hundirse irremisiblemente en la tabla clasificatoria. Esta vez fue caer desde los mismísimos vestuarios, pues a los cinco minutos ya perdía con un gol de penalti de los visitantes obra de Borja Mayoral y no fue capaz ni siquiera de acercarse a reaccionar. Lógicamente, Diego Alonso fue destituido no más acabar el encuentro.

Siguiendo con el relato del juego en sí, es el único eximente que podrían poner los anfitriones al bodrio que firmaron con posterioridad, que la señalización del punto del máximo castigo fue algo exagerada cuando el disparo de Mata se estrella abajo en la plancha de Juanlu y sale rebotado hacia arriba para dar después en la mano del lateral, carrilero, o lo que quiera que sea, sevillista. Hablan de mano ocupando un espacio antinatural, de mil tonterías más del nuevo fútbol, pero está claro que es un balón rebotado en sí mismo y que ya sale como si fuera un conejo saltando sin una dirección concreta. Tal vez sea mejor buscar a partir de ahora defensas sin brazos para impedir estos riesgos del balompié de la contemporaneidad.

Pero fue lo único a lo que podría agarrarse como excusa el entrenador uruguayo, que debió acabar muy satisfecho con la derrota de los suyos en Lens, ya que repitió con los mismos protagonistas con la salvedad de Ocampos, que estaba sancionado en la Champions y esta vez era titular en detrimento de Óliver Torres. Restaban más de 90 minutos, contabilizando las dos prolongaciones de 9 más, cuando se produjo ese primer gol del Getafe y la reacción fue nula, absolutamente inexistente.

Porque este Sevilla en el que Rakitic es el dueño y señor en el campo es imposible que llegue a rebelarse contra las circunstancias. La lentitud del suizo es desesperante, jamás llega a batir líneas del adversario para siquiera desordenarlo y lo único que se puede esperar de él es algún balón raso en profundidad. Pero eso es lo que cabe aguardar, porque rara vez llega un pase así digno de poder ser rematado con ventaja. Además, en todas las acciones a balón parado, que son muchísimas, el desastre aún es mayor, pues ningún centro ofrece ventajas para el rematador. En esta ocasión lo mismo iban a las manos de David Soria que a la ventaja del primer defensor getafense con una gran ventaja gracias a los globitos que suele elegir el suizo para el golpeo.

Suso, en el ratito que estuvo, por ejemplo, se entretuvo en darle una pelota con ventaja y por delante a Januzaj para que éste provocara el lucimiento de David Soria en el tiempo de prolongación (91'). Lo que ocurre es que eso ya no tenía ni el más mínimo sentido después de que llegara el segundo máximo castigo por idéntico motivo, por las manos absurdas de Juanlu por saltar con los brazos abiertos en una falta que cabeceó Latasa y se dirigió la pelota al brazo cuando iba hacia el campo visitante. Un nuevo castigo para que aún fuera más lacerante la paliza del Getafe al Sevilla y todo concluyera cero a tres.

Anteriormente, volviendo al primer periodo, el Sevilla se había fustigado aún más con un mal pase de Rakitic a Soumaré para que los madrileños recuperaran la pelota en una posición de riesgo y aprovecharan la descolocación de un Juanlu que ya había iniciado la salida al ataque. Mata se encargó de firmar el cero a dos y ya la montaña cogía, más o menos, los mismos metros de altura que el Everest.

Era imposible que este Sevilla desmañado, puesto en el campo como si jugara a los cromos, pudiera darle la vuelta a la situación a pesar de restar bastante tiempo por delante. El resto iba a corroborar fielmente esa apreciación, nada que hacer. Porque al técnico lo único que se le ocurría en el descanso era meter a Januzaj, el defenestrado no ha mucho Januzaj, en la posición de Kike Salas. La recomposición táctica era fácil, Pedrosa volvía a su posición natural de lateral izquierdo, el belga ocupaba la banda derecha a pierna cambiada y Ocampos al otro costado para tratar de meterse hacia dentro.

Varios movimientos de piezas para que todo continuara absolutamente igual. El Sevilla era incapaz de hostigar siquiera a David Soria, que vivía tranquilo y encima solventaba con seguridad lo poco que llegaba hasta sus alrededores. Ni siquiera podían los sevillistas lanzarse a un dominio para buscar la heroica, la sensación seguía siendo que el Getafe estaba infinitamente mejor situado en el campo.

Y en ese estado de las cosas, además, el banquillo nervionense, comandado por el hombre que llegó en el lugar de ese milagro llamado Mendilibar, era incapaz de realizar las cinco sustituciones que le permite el reglamento a pesar de que algunos de sus futbolistas comenzaban a arrastrarse por el campo en el plano físico. Sólo entraron Suso y Rafa Mir por Ocampos y Sow, respectivamente, para que el equipo se cayera aún más por el medio tras la marcha del internacional por Suiza.

El Sevilla, con una ventana de sustituciones por realizar y con sólo tres cambios, era un muñeco de trapo en manos de un Getafe que se permitió el lujo de humillarlo incluso por parte de Bordalás. El técnico visitante sacó en el minuto 89 a Óscar Rodríguez y José Ángel Carmona, dos futbolistas a los que el club nervionense les paga un porcentaje bastante elevado de su ficha. Cosas del fútbol moderno y de las elecciones que realizan los directores deportivos cuando juegan con el dinero ajeno.

Era el colofón a una de las noches más vergonzosas, por la impotencia, vividas por el sevillismo en la contemporaneidad. Mendilibar estaría en su caserío de Zaldívar, Diego Alonso estaba en el banquillo, Víctor Orta junto al palco y en el centro de éste José Castro y José María del Nido Carrasco. ¡Qué desastre todo!

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