Krasnodar - Sevilla | Contracrónica

En el balcón de la élite

Cuando regresó Ivan Rakitic a Nervión, lo primero que hizo fue dejar una frase que podría sonar a la soberbia propia de quien viene de codearse con esa élite que para el Barcelona es el pan de cada día: "Con todos mis respetos, queremos mucho la Europa League, pero yo he venido para ayudar a dar un salto al Sevilla en la Liga y en la Champions". Cosas del destino, el ex internacional croata, que se despidió de su selección nada más firmar por el Sevilla de nuevo, tuvo que ser el que abriera el marcador en Krasnodar para empezar a agarrarse a ese balcón de privilegio desde el que se otea el mundo del fútbol desde arriba.

Con su golazo en el minuto 4, Rakitic puso la primera escala para que el Sevilla trepara a la azotea de los 16 mejores equipos del continente europeo. Aunque el Sevilla ya está, según el ranking UEFA, incluso entre los diez primeros por sus éxitos continuados. Claro que ahora llega lo más difícil. El club de Nervión se encaramó a ese top ten y está nominado para los Globe Soccer Awards de 2020 junto a Bayern Múnich, PSG, Liverpool, Juventus y Real Madrid por su sexto título en la Europa League, además del cuarto puesto en la Liga. Con el triunfo de ayer, ya no podrá aspirar al heptacampeonato.

Al menos esta temporada, el Sevilla le será infiel a su trofeo más amado. Pero es una indelidad por puro crecimiento natural. Con Lopetegui, y la plantilla que empezó a configurar Monchi en el verano de 2019, este equipo ya partía como cabeza de serie en el sorteo de la Champions. Y en Krasnodar, donde Lopetegui vivió sus peores días como seleccionador, fue donde le puso el sello de certificación a ese runrún ya generalizado de que el Sevilla está en un escalón superior incluso al que debería pisar por su realidad económica. Con un presupuesto dos, tres o cuatro veces inferior a los rivales con los que competirá en esa tribu de los 16 elegidos, el Sevilla subió el escalón como él sabe, sufriendo.

Lopetegui, que se ha sacudido con elegancia más de una vez aquel negro episodio de Krasnodar con la selección española, frunció el ceño en el triunfo. "Hay que cambiar el chip, en el fútbol profesional se sufre, y en la Champions, más", dijo algo airado ante una pregunta de un periodista de la radio oficial. "Es que parece...", que regalan las cosas, le faltó decir.

Al Sevilla nadie le regala nada y todo está construido con un esfuerzo y una dedicación obsesivos, en cada detalle, desde lo nimio a lo sustancial. Sólo así puede codearse con los grandes reyes y duques del Viejo Continente siendo un humilde hidalgo que hace de su capa un sayo y se rige por sus propios designios, sin importarle que lo califiquen de favorito, que casi lo obliguen a postularse como candidato a la Liga –qué andaluza exageración–, o lo acusen de ser demasiado fiel al sufrimiento del nunca se rinde. Sin dejarse llevar por las opiniones siquiera de su afición cuando cuestionó a Lopetegui, a De Jong, a En-Nesyri... pese a que detrás de esas decisiones está Monchi, con su aura de infalibilidad. El Sevilla sólo es fiel a sí mismo. Por eso sufrió y obró la doble redendión de Krasnodar, un lugar de oscuros presagios donde volvió a subir al balcón de la élite.

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