Monchi acabó su trabajo. Se seguirá criticando su planificación si el Sevilla no remonta y se alabará su reacción si lo hace. Pero, como decían en la antigua Roma, alea jacta est. No tiene vuelta atrás ya y todo recae a partir de ahora en Jorge Sampaoli, por lo que más le vale al entrenador argentino dejar de lado los mensajes encriptados, dichos a medias, sobre “discusiones internas” como dejó en el aire hace una semana cuando se le preguntó por su análisis de los movimientos realizados en el mercado de invierno.

Se quiera o no, con las limitaciones económicas y de licencias que ya explicó el director deportivo, la plantilla está ahí y es la que hay de aquí a final de temporada. Si el técnico argentino ha aceptado seguir con ella al frente, como él mismo calificó de “un reto” en su carrera, deberá apretar los puños y demostrar que de verdad está capacitado para sacar a un equipo como el Sevilla, con el cuarto presupuesto de la Liga, de la situación en la que se encuentra.

Hasta ahora los números no le dan la razón a Sampaoli pese a la reacción experimentada en el mes de enero. El equipo está donde mismo lo cogió: tras la jornada séptima en que fue destituido Julen Lopetegui, el Sevilla estaba clasificado en la decimoséptima posición, igualado a 5 puntos con la decimosexta, y un punto por encima del descenso. Ahora está dos puntos por encima de la zona roja (21-19), aparte de eliminado de la Copa y de la Champions, aunque esta circunstancia no se le puede achacar a él con tres partidos de la fase de grupos dirigidos cada uno.

Con el de Casilda el Sevilla ha disputado 13 encuentros de Liga, con más derrotas que triunfos. 5 partidos perdidos, 4 ganados y 4 empatados. En puntos, su balance suma 16 unidades desde su aterrizaje en el mes de octubre. Tomando como referencia todas las competiciones, el balance también puede considerarse irregular, 9 victorias (tres de ellas ante Velarde, Juventud de Torremolinos y Linares), 7 derrotas y 5 empates.