Esto sí es 'remontada' (2-3)

villarreal-sevilla FC · la crónica

El Sevilla apela a la efectividad para darle la vuelta un dos a cero que parecía condenarlo en su visita al Villarreal.

Los sevillistas no se dieron por vencidos y se valieron de su pegada.

Franco Vázquez se anticipa a Bakambu.
Franco Vázquez se anticipa a Bakambu. / EFE
Francisco José Ortega

27 de noviembre 2017 - 08:29

Nueva reacción de un Sevilla que necesita el castigo previo para darse a valer en un campo de fútbol. Es así, un poco masoquista si se quiere, pero los hombres de Eduardo Berizzo protagonizaron una remontada de verdad, en el sentido literal del término, frente a un teórico rival directo como el Villarreal. Si ante el Liverpool disfrutaron los suyos de la proeza a pesar de quedarse a un gol de voltear el marcador, en su visita al denominado ahora como Estadio de La Cerámica, los sevillistas sí fueron capaces de marcharse con la sonrisa de oreja a oreja tras conseguir un triunfo que parecía imposible cuando Bacca anotó el dos a cero cerca de la hora de juego. Pero el fútbol es así de sencillo, porque sólo cuenta los goles a favor y en contra que se anotan, y al mismo tiempo de inexplicable, lo que le confiere un halo de misterio que acaba enganchando a todos los aficionados.

Es la única filosofía posible, la que tiene que ver con el resultado, y la realidad es que Alberola Rojas, el nuevo engominado del arbitraje español, acabó consignando en el acta de lo acontecido un dos a tres después de la briosa reacción protagonizada por los visitantes tras verse zarandeados por un adversario que tampoco era nada del otro mundo. Pero tras ese córner a favor que Bacca finiquitaba con el dos a cero, surgió un nuevo Sevilla, sobre todo en lo referente a la efectividad en sus remates y eso le bastó, y casi le sobró, para concluir como triunfador en un arreón que debió tener algo más de continuidad en el tiempo para no verse tan apurado en las acciones finales de un Villarreal a la desesperada.

En el desglose del juego, la primera conclusión es que Berizzo ya tiene las ideas mucho más claras en lo referente a la propuesta futbolística que quiere para su Sevilla. Una defensa de cuatro presta a salir a presionar muy arriba, incluso por parte de los laterales aunque sea a costa de dejar desguarnecida su zona, como en el caso del uno a cero anotado por Bakambu cuando Carole acudió a presionar a Roberto Soriano y nadie acudió a proteger su zona al ocuparla Pablo Fornals; un centro del campo con libertad para Banega y con un medio centro, esta vez Pizarro, por detrás y un enganche por delante, preferiblemente Franco Vázquez; y tres delanteros con movilidad y metiéndose hacia dentro.

Es la teoría con la que se maneja el entrenador argentino, como le gusta que se muevan sus equipos. Él mismo utilizaba el argumento en la rueda de prensa previa a este partido con el concepto de la imaginación, de su manera de atisbar este juego. El problema es convencer a todos los suyos de esa aventura teórica. Ya apuntó en esa misma rueda de prensa que con N’Zonzi, el mejor de la plantilla, no lo está consiguiendo, que no imagina el fútbol como él, pero después de ver el desarrollo de la primera mitad en Villarreal, cabría preguntarse si uno solo de los futbolistas que había elegido para afrontar esa batalla tenía en su cabeza las mismas líneas maestras de su entrenador.

La respuesta más probable por parte de todo aquel que estuviera siguiendo el juego, ya sea en directo o por el televisor, era un no, un no bastante rotundo al que se adheriría, sin duda, el propio Berizzo. Porque los sevillistas no eran capaces de seguir el catecismo de su técnico e incluso se ponían muy por pronto por debajo en el marcador por no saber interpretar sus órdenes. Sarabia presionó de mentira, por dos veces, un saque de banda en el campo propio del Villarreal, pues no fue a hostigar ni a Bakambu ni a Bacca; Carole siguió a Roberto Soriano hacia unos terrenos que no eran los suyos, y la pelota fue dirigida por Bacca hacia la otra banda, donde Pablo Fornals recibió con ventaja, centró raso y todos los visitantes se limitaron a contemplar la carrera de Bakambu para rematar en solitario.

El Sevilla estaba por debajo en el marcador sin llegar siquiera a los 20 minutos de juego, pero quedaba mucho tramo por delante para elevar ninguna conclusión a definitiva. Sin embargo, a partir de ahí sí comenzaría a ser desesperante el rendimiento por parte del equipo forastero. Todo tenía lugar después de un fuera de juego inexistente que impidió que Muriel se plantase en solitario delante de Barbosa y desde esas dos acciones, el 1-0 y el fuera de juego, la sensación que transmitían los hombres de Berizzo era fantasmagórica. Correa no era capaz de trazar ni una sola jugada de verdad, de fútbol auténtico y no de mentira buscando un espejo en el que mirarse; Sarabia tenía el toque perdido, lo que redundaba en el número de balones regalados al rival; Mudo Vázquez iba mermando su rendimiento pese a ser la pieza más acertada en esa fase; Muriel corría como una cabra loca sin acudir jamás a la línea de pase correcta; Banega se desesperaba en un quiero y no puedo por la carencia de apoyos a su fútbol; y en la defensa bastante tenían con no sufrir más de la cuenta ante Bakambu y Bacca. Eso sí, Lenglet, al menos, era capaz de sacar la pelota jugada y Geis, en su particular lucha contra los inconvenientes de defender un puesto que no es el suyo, sí se mostraba cumplidor.

Muriel intenta armar un remate.
Muriel intenta armar un remate. / EFE

Lo cierto es que en el intermedio las sensaciones eran bastante pobres por parte nervionense, algo que se incrementaría con el gol de Bacca en un córner a favor de los sevillistas rematado por Banega sin capacidad siquiera para convertirlo en una patada defensiva. La desazón era absoluta con el dos a cero, pero quedaba tanto partido por delante...

Y lo que sucedió fue que el Sevilla aumentó su efectividad en el lógico paso adelante que dio, tampoco fue más allá de eso. Una falta perfectamente sacada por Banega fue cabeceada de manera no menos certera por Lenglet y un minuto después el Mudo Vázquez sí metía una de esas roscas que tiene al borde del área dentro de la meta del colaboracionista Barbosa.

Con tan poco el Sevilla había sido capaz de empatar, así que con un poquito más, una arrancada de Mercado, le dio para ganar. Sí, para ganar, a pesar del gilifútbol que empezó a protagonizar desde entonces con un futbolista más por la expulsión de Víctor Ruiz en el penalti del 2-3. Y así acabó todo, con ese 2-3 para que la remontada esta vez sí fuera un hecho real y consumado. Gran paso para el Sevilla, sin duda.

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