La fallida autocrítica o la urgente búsqueda de un plan B
El análisis de Almeyda y de los jugadores se centró en los yerros defensivos y obvió algo más preocupante: el Sevilla no sabe atacar de forma organizada ante un rival encerrado que lo iguala en intensidad
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Los sacerdotes católicos o los psicoanalistas tendrían mucho trabajo ante el deficiente acto de contrición que realizaron Matías Almeyda y sus futbolistas al analizar los porqués de la derrota con la Real Sociedad. La confesión en forma de autocrítica fue muy parcial y terminó siendo inane al obviar lo más preocupante que mostró el Sevilla: la falta de un plan B, la capacidad de atacar de forma organizada ante rivales que saben cerrarse y le ceden el balón.
Se podría decir que la confesión de los protagonistas cayó en saco roto porque invita sólo al arrepentimiento parcial del pecado. Todos incidieron en los errores en defensa, en los regalos realizados al rival. Un yerro recurrente según Almeyda. “Si cuento todos los goles que hemos recibido, y los puedo enumerar, son errores muy graves”, llegó a decir el técnico argentino como resumen de lo que entiende que es una dinámica que su equipo debe corregir. Pero no se trata sólo de eso.
El error es algo natural en el fútbol también hay accidentes que uno no puede controlar, como el esperpéntico penalti que Cordero Vega pitó en quizá el primer centro peligroso de la Real Sociedad. Almeyda no puede controlar también los errores de los árbitros, y estos se van a seguir produciendo. El mal de fondo, el verdadero problema que deben afrontar ya el entrenador y la plantilla del Sevilla, sin procrastinar entreteniéndose en asuntos como los yerros defensivos, es que el equipo sólo ha logrado ganar con su plan A. A saber: intensidad en las marcas individuales, presión adelantada, robos, ataques rápidos y al espacio...
Pero, ¿y cuando el rival se adelanta por un error endógeno y/o exógeno y se encierra para defender su renta o iguala tu intensidad? Ahí no hay plan B alguno y es imposible sustraerse a vincular esto a las carencias de la plantilla, tanto por la falta de calidad ofensiva como por la ausencia de un mediocampista organizador.
Las estadísticas vienen a mano para ratificar esta sensación, que ya se puso de manifiesto contra el Mallorca. El Sevilla tuvo más posesión que la Real (60%), también más remate (6-5), y lanzó muchos más córneres (9-1), incluso tuvo más precisión en los pases (77%-69%)... Pero sólo fue capaz de rematar una vez entre los tres palos, la jugada de estrategia del gol de Gudelj en uno de sus nueve córneres. Y fue incapaz de meterle en aprietos a la Real, que tenía más miedo de su dinámica negativa que de los envites sevillistas.
Al margen del centro de Gudelj y el errático cabezazo de Rubén Vargas, nada. La baja de Azpilicueta pudo afectar a los errores atrás. ¿Pero qué afectó a la falta de remate?
Al Metropolitano sin el dúo que sostenía todo: Mendy-Agoumé
No hay cosa peor que la falsa esperanza. Las altísimas expectativas que se levantaron en el sevillismo tras la goleada sobre el Barcelona han derivado, con las derrotas ante los colistas Mallorca y Real Sociedad, en una depresión que ha devuelto al pesimismo de años atrás. Mirar al calendario ya vuelve a ser temible. Ahora, además, toca el Metropolitano. La visita al Atlético de Madrid, siempre tan peliaguda, llega en el peor momento y encima con bajas muy sustanciales. Mendy, al igual que Azpilicueta, siguen lesionados en el pubis y ahora se suma Agoumé por cinco amarillas. Algo esperable. La falta de efectivos en la medular se hace patente.
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