Su entrevistado más memorable

Cómo Jesús Quintero convirtió al Risitas en el protagonista de una serie

El Peíto y El Risitas en una entrega de 'Ratones coloraos'

El Peíto y El Risitas en una entrega de 'Ratones coloraos'

Al recordado Jesús Quintero le acechaba el desencanto, la depresión, incluso el fatalismo, como resumen muchas de sus intervenciones, escritas entre él y guionistas de la talla de Raúl del Pozo o Javier Salvago. Y a su vez, ante ese pesado poso de incertidumbre era un atleta del buen vivir, del optimismo sin derrota, del vitalismo. Su fascinación por sus personaje no era sólo por la audiencia, el resultado mediático, sino por esa admiración hacia los buscavidas, los incansables en hacer lo que les da la gana.

Juan Joya El Risitas se convirtió en un protagonista más de Ratones coloraos, en Canal Sur, o El programa de Quintero, en La 1. Era uno de los deliciosos perros verdes, locos, vagamundos. En los tiempos pioneros de Youtube sus intervenciones fueron vistas por espectadores de todo el mundo hasta convertirse en tiempos de redes en un personaje viral y carne de memes. 

En apariencia El Risitas, fallecido el pasado año a los 65 años, formaría parte de ese universo de 'frikies' que en la mayoría de programas de la televisión son pasto de guasa pero Jesús Quintero convertía sus encuentros en charlas de amigos cuyas anécdotas y pensamientos se convertían en una serie semanal. Lo que serían malas experiencias para muchos mortales, El Risitas lo transformaba en casos verídicos de Gandía con esa forma de graduar la vista del drama mundano a la comedia negra. Nos perdimos qué hubiera contado de  su convalecencia en Huelva, donde le amputaron una pierna años antes de fallecer, y de cómo fueron sus últimas días en un asilo. O cómo le contactaron unos finlandeses para hacer un spot que fue un éxito por tierras nórdicas. 

Sobre la muerte Quintero y El Risita hablaron una vez. O al menos lo intentaron...

Valga un sencillo parecer del Risitas en sus momentos de 'serie' semanal. Si Quintero le preguntaba si prefería tener suerte en el juego o en el amor, El Risitas respondía que prefería ser afortunado en amores "y que le den por culo al juego", añadiendo esa risa contagiosa, o al menos paralizante, que dio la vuelta al mundo.

Su trabajo más duradero fue en un chiringuito en Chipiona, donde en una noche perdió todas las paellas, las veinte paelleras, porque las  dejó arrambladas en la orilla para que se limpiaran con el trajín del mar y se las llevó la marea.

Lo del Risitas y los trabajos daba un glosa de reconocimiento a su "columna vertegral", de lo poco que la usó. Trabajó sólo un día en la pastelería Los Ángeles, estuvo toda la mañana con el cedazo tamizando harina, agitando las manos. Recordaba que cuando se fue a dormir tuvieron que amarrarle a la cama del tembleque que tenía.

Y hay una historia legendaria de cuando descargó un camión repleto de sacos de cemento, creyendo que había sido reclutado para llevar unas cuantas garrafas de aceite.

A su lado está El Peíto, su cuñado, es decir era sólo su amigo. Su compañero de apariciones semanales, imitador de Rapahel, y que falleció en plena popularidad. El Risitas reconoció que nunca en su vida quiso "ni estudiar, ni trabajar". El Peíto lo tenía más claro, él quería haber sido rico. Su 'cuñao' prefería vivir como pensionista, "con su paga y las medicinas pagá". O recibir los cheques de Quintero para comprarse un traje de Pierre Cardin.

En su barrio sabían que iba a grabar a la televisión porque en ese momento iba a con el traje. Se compraba uno cada dos años, más o menos. "El árbitro hace al monje", opinaba sobre ir elegante. Netflix se ha quedado con las ganas de haber hecho un programa con los dos. Qué gran serie.

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