Adiós

Joaquín y el mejor plano secuencia de la historia de la TV en España

Joaquín, a hombros en el Villamarín.

Joaquín, a hombros en el Villamarín. / Antonio Pizarro

Si no lo dijeron, lo pensaron. Cuánto habrían dado Iker Casillas o Sergio Ramos para tener en el Real Madrid una despedida la mitad de emocionante, sentida y espectacular que ha tenido Joaquín, Joaking, en el Benito Villamarín. Se podía soñar con tener un millón de amigos, como decía el brasileño Roberto Carlos, el que canta no el que todavía es capaz de mimar al balón con soltura y que estaba este martes en Sevilla. Pero Joaquín supera los cien millones de amigos y logra 60.000 personas levantando una camiseta verde en reconocimiento.

Al margen de las filias y fobias futboleras, la grandeza de ese chaval de Fermesa es haber sido leal al fútbol, a su club, a su gente (y familia) y, sobre todo, a sí mismo. Vendrán famas más ligeras y dinero aún más fácil pero Sánchez, Joaquín, sobrino de El Chino, parece a prueba  de bombas. Es decir, de ojana áspera, de peloteos tontos y de intereses oscuros. Esa transparencia le hace aún más admirable. Si asiste o marca goles, eleva la moral y crea buen ambiente, los detractores siempre estarán ahí para criticar, pero hay personas que se elevan con facilidad desde el fango de los haters.

Lo de Joaquín es ejemplar por él y también por todos los que le han rodeado. Hace grande al Betis. Lo que, por cierto, no hace desmerecer nada los méritos y valores del vecino, el Sevilla. Y ahí se encontraba en el césped Jesús Navas para demostrarlo.

La Sexta, Atresmedia, pulió los ribetes de esta fiesta verdiblanca y además de hacernos testigos culminó una excelente retransmisión. La televisión en ocasiones sólo tiene que poner la cámara en el lugar justo para que la realidad hable. Y de ahí que brotara el mejor plano secuencia que se ha visto en la televisión en España en toda su historia: la despedida en sí de Joaquín. Desde que se marcha en el minuto 17 del segundo tiempo de su homenaje, dice adiós en el trueno de aplausos y se mete por el túnel de vestuarios entre sollozos hasta que cae rendido de lágrimas en el banquillo del vestuario. Una lírica que recuadra la pantalla. La vida misma.

(Entre estos dos tuits podemos asistir de nuevo a esos tres minutos de apoteosis íntima)

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