Diosleguarde y De Manuel, sendos trofeos en la Maestranza
Con el retorno al formato de seis erales para seis alevines se abría anoche el XXXII Ciclo de promoción de nuevos valores para la torería, en el que Manuel Diosleguarde y Francisco de Manuel consiguieron sendos trofeos y se alzaron como triunfadores.
Como materia prima, una novillada de La Quinta, de diferentes hechuras y en conjunto bien presentada, con varios ejemplares en el tipo de la casa y de juego desigual, destacando positivamente primero, cuarto y quinto.
Bajo los focos de la Maestranza y con una discreta entrada -posiblemente se notó que en esta edición la empresa ha decidido que los abonados no entren gratuitamente- compitieron José Alcalde El Rubio, José Manuel Vera, Carlos Olsina, Manuel Diosleguarde, Francisco de Manuel y Juan Pedro Llaguno. El espectáculo, en conjunto, resultó entretenido y con un nivel superior al que ofrecieron los aspirantes de la pasada edición.
El salmantino Diosleguarde, inscrito en la escuela taurina de su ciudad, fue el primero en conseguir un trofeo en este ciclo gracias a una faena presidida por la ligazón y en muchos pasajes por el temple. Se tiró de verdad para matar de estocada certera.
Francisco de Miguel, alumno de la Escuela de Colmenar Viejo, se nota que conoce bien el encaste Santa Coloma -su profesor, Carlos Aragón Cancela, es propietario de Flor de Jara, ganadería con ese encaste-. El madrileño, que toreó despacio, ceñido y con mando, apuntó buenas maneras ante un animal noble, pero que se quedaba corto.
Abrió la noche El Rubio, un cordobés formado en la Escuela taurina de Écija, que realizó una dilatadísima faena ante un ejemplar extraordinario. Con la diestra toreó despacio y llegó a bajar la mano en alguna serie de nota y con la izquierda hubo naturales largos, pero falló con la espada, tras escuchar un aviso antes de entrar a matar.
El palaciego José Manuel Vera, perteneciente a la Escuela Sevilla-Amate, único que banderilleó, se esforzó ante el manejable y flojo de manos segundo, aunque no siempre consiguió el acople.
El francés Carlos Olsina, quien se ha forjado en la Escuela de Beziers, su localidad natal, puso pundonor en su trasteo ante un animal manejable y se sobrepuso a una voltereta tremenda.
El mexicano Juan Pedro Llaguno, de la Escuela Taurina de Sevilla, cerró la noche de manera voluntariosa ante un animal que se quedaba debajo en los muletazos.
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