Sobresale el férreo valor del colombiano Sebastián Ritter
Se ha jugado una novillada mansa y que ha venido a menos, presentando complicaciones por su falta de raza
El férreo valor del joven espada colombiano Sebastián Ritter, originario de Medellín, fue la nota más destacada de la tercera y última novillada de la feria de San Isidro, celebrada en la tarde de ayer en la plaza de toros de Las Ventas con mansos y complejos utreros de la ganadería de Carmen Segovia.
La mansa y complicada novillada del hierro de Carmen Segovia fue una dura prueba para los tres noveles espadas del cartel, de los que sólo sacó cabeza el novillero colombiano Sebastián Ritter, quien, aunque poco placeado, hizo un despliegue de férreo valor durante todo el festejo.
Ritter se dejó ver ya en la primera oportunidad que tuvo para intervenir en la novillada, un quite por ajustadísimas gaoneras al segundo utrero de la tarde. Y desde entonces siempre se hizo notar por una determinación y una quietud inapelable ante las pésimas condiciones de los astados de su lote.
Su primer novillo tuvo unas preciosas hechuras y un prometedor inicio, pero un duro puyazo le hizo blandear y venirse a menos en el tercio de muerte. Esta vez, la firmeza del colombiano no se vio acompañada del suficiente pulso para sostener al astado durante un trasteo desangelado.
Así que Ritter lo apostó todo con el sexto de la suelta, un toraco basto y voluminoso que se negó a embestir en cuanto sintió el hierro de la puya. Y no sólo eso, sino que además se fue hacia las tablas a refugiar su mansedumbre.
Con el novillo aconchado en la madera, absolutamente negado a embestir, el joven colombiano optó por ponerlo todo de su parte, lo que incluyó, y desde el primer momento, meterse entre los cuernos del animal para provocar unas improbables e inciertas arrancadas.
Sin inmutarse en ese terreno minado, aguantando miradas e incluso dando con los muslos en los pitones del novillo de Carmen Segovia, sacó así Sebastián Ritter pases impensables, de corto recorrido pero de gran emoción por la evidencia tan palpable del riesgo.
Metido en la misma cuna de las astas, y sin acusar tan gran esfuerzo, acabó Sebastián Ritter una faena que, lamentablemente, no remató a la primera entrada con la espada. Pero, aun sin obtener premio, el novillero de Medellín dejó huella de su gran valor en la primera plaza del mundo.
Al extremeño Tomás Campos se le paró su primer novillo, que calamocheó sin clase ante unos engaños presentados con pureza y estilo clásico. Pero más aún cabeceó el cuarto de la tarde, un novillo violento por la falta de un puyazo más. Aquí, a Campos se le echó en falta algo más de decisión.
Al alcarreño Curro de la Casa le correspondió el utrero de más movilidad, con una embestida temperamental que mejoró y se apaciguó en cuanto la sometió con la mano baja toreando al natural, lo que sucedió sólo de mitad de trasteo en adelante. Luego, al entrar a matar, De la Casa resultó aparatosamente volteado, aunque sin mayores consecuencias.
Con el quinto novillo del encierro se le notó mucho más seguro a Curro de la Casa, sólo que este utrero -otro de los tres más serios novillos de la tarde venteña- tampoco se entregó en el tercio de muleta, y el novillero alcarreño no obtuvo más respuesta que cabezazos y pechugazos.
Y, tardó mucho en matar al novillo, casi siempre de feas estocadas.
No hay comentarios