Toreo bueno con los 'juampedros'

Decimotercera de abono de la Maestranza

Una bronca como de otra época dedicada al presidente por negar una oreja a Castella

El francés y Urdiales cortaron un apéndice cada uno

El estoque impidió que Pablo Aguado también tocase pelo tras un faenón

Las fotos de la corrida

Puerta del Príncipe: ambiente en la plaza de toros de Sevilla

This browser does not support the video element.

Diego Urdiales empapa en su muleta la embestida de ‘Redactor’, el toro cuarto de la tarde y que se fue al desolladero sin una oreja. / Vídeo: Pagés | Foto: José Ángel García

Ficha del festejo

Plaza de toros de la Real Maestranza

GANADERÍA: Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados y de buen juego en general aunque alguno con poca fuerza.

TOREROS: Diego Urdiales, de tabaco y oro, saludos y una oreja. Sebastián Castella, de rosa palo y oro, una oreja en su primero y fuerte petición de oreja y vuelta al ruedo en su segundo. Pablo Aguado, de frambuesa y oro, vuelta al ruedo y silencio.

CUADRILLAS: Saludaron en banderillas José Chacón, Rafael Viotti y Alberto Zayas. A caballo lució Agustín Romero.

INCIDENCIAS: La plaza se llenó en tarde de claros y nubes. A la muerte del quinto toro recibió una monumental bronca el presidente, Gabriel Fernández Rey, por negarle la oreja a Castella.

EXTRAORDINARIA la velocidad de crucero que ha tomado la Feria y con los toros artistas de Juan Pedro Domecq se iba a vivir un tobogán de sensaciones más o menos encontradas. Los cuestionados pupilos del hierro de Veragua, tan contestados, fueron saliendo con las orejas colgando, pendientes de un hilo a punto de que el matador de turno supiera aprovecharlo. Como defecto, la falta de fuerza de alguno, especialmente de Redactor, segundo de Urdiales y de gran clase en la muleta del riojano. Tarde de toreo bueno y tarde también controvertida por la inexplicable negativa del presidente a conceder una oreja pedida mayoritariamente. Fue el punto avinagrado de una tarde en la que sobresalió el toreo bueno de Urdiales y de Aguado más el valor y el oficio de un Castella que vive su segunda juventud.

Sebastián Castella mete en su muleta a ‘Mágico’, toro segundo de la tarde y al que el francés le cortó una oreja. / Jose Ángel García

Todo empezó sin dar demasiado pie al optimismo, pues el que abrió plaza, una pintura, con finas y armónicas hechuras, de pelo sardo, salió abanto, sin fijeza hasta que Urdiales le abrió los caminos. Se llamaba Ondulado y tenía mejor el comienzo que el final de su embestida. Diego fue embaucándolo poco a poco con mucha torería, algún fogonazo al natural, pero el toro no transmite y no hay otra salida que irse por el estoque. Media arriba fue suficiente con el diestro seriamente contrariado. Pero en los corrales esperaba Redactor, quizás el menos rematado del envío y cogido con alfileres, lo que provocó la protesta del tendido. Pero ahí surgió un Diego Urdiales en calidad de enfermero para torearlo sin que se notase la falta de fuerzas. Todo a media altura, con suavidad y con tanta calidad que hubo proliferación de muletazos auténticos carteles de toros. Una estocada arriba y una oreja que Diego recibe con la emoción reflejada en su rostro. Y es que el riojano llevaba tiempo queriendo confirmar la relación que le une con Sevilla, lo que se acentuaba cuando en la vuelta al ruedo recogió con devoción un ramo de romero.

Sebastián Castella, tan discutido por estos andurriales, se va de la Feria con el cartel subido un tanto así. Al primero de su lote, de nombre Mágico y castaño de capa lo recibió con un gazpacho de lances formado por verónicas, gaoneras y revoleras que ponían de manifiesto sus intenciones. Muy bravo en el caballo, Pablo Aguado entra en escena para quitar por chicuelinas. Le brinda a un espectador de barrera, arranca con estatuarios absolutamente estáticos y que empiezan por alto para rematar por bajo. Luego, el repertorio habitual de redondos y naturales para que el diálogo surja y tras las bernadinas, estocada y oreja. En el quinto, Predicador, y después de dos pares extraordinarios de José Chacón, Castella hace una faena marca de la casa, lo mata a la primera, pero inexplicablemente, el presidente niega lo que el público pide y la bronca es de época.

Pablo Aguado solo saca un silencio del sexto. / José Ángel García

Preciosa la faena realizada por Pablo Aguado al colorado Victorioso, un gran toro en juampedro que facilita la conjunción con el torero. Y el torero, que de buen gusto anda sobrado, lo entendería desde el primer lance para fijarlo y seguir con verónicas de alhelí y un pinturero galleo por chicuelinas para ponerlo en suerte. Brinda a un amigo y ahí aparece la difícil naturalidad de este sosias de Pepín Martín Vázquez y de Antonio Bienvenida. Redondos de figura vertical y muleta cadenciosa hasta el final. Tras aquella apoteosis del viernes de Feria de 2019, esta obra es la mejor que Pablo ha firmado en su casa. Qué gusto da ver a un torero tan a gusto y relajado en la cara del toro, cómo se recreaba bajo las notas de Dávila Miura. Lástima que un pinchazo le privase de pasear la oreja que había merecido. En el que cerró plaza nada que merezca la pena puede hacer, ya que Ricachón ni humilla ni tiene ganas de embestir. Lo intenta por los dos pitones y es desarmado en un intento al natural, con lo que todo acabó sin historia. Y hoy, nuevamente en escena el gran taumaturgo del toreo en compañía de Daniel Luque y Tomás Rufo. Otra tarde de billetaje agotado, y van...

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último