Un toro bravo y un torero macho

Balcón de Sol

Las imágenes de la corrida de toros / José Ángel García

03 de mayo 2025 - 23:53

Salió el quinto, de nombre Mosquetón, negro, de buenas hechuras, lo recibe Escribano a portagayola. El toro, agresivo, humilla y toma el capote con celo. Los buenos toros apuntan buenas maneras desde que salen. Al caballo acude con prontitud, apretando en los dos encuentros. En el segundo está a punto de derribar. Banderillea el matador, los dos primeros cuarteando y el tercero al quiebro saliendo desde el estribo, muy apurado entre las tablas y el toro. Tiene mucho mérito ese par. El toro, un poco tardo, acude franco al encuentro. Se barrunta lío gordo. Brinda el matador al público. Cita al toro en el tercio con ayudados por bajo con el pie genuflexo. El toro repite y, humillando mucho, como los buenos victorinos, sigue con celo la muleta hasta el final. Hay mucha expectación, la que da el toro bravo. En la segunda raya, le cita Manuel con la derecha, la muleta alta, el toro se le cuela, protesta y le engancha. Hay que bajar la mano y mandar más. Es lo que hace en la siguiente serie y ahí sí, firme el torero y humillado el toro, éste se entrega y se desplaza siguiendo la muleta con ritmo y temple hasta el final. Los mejores pases, la mano baja, hondos, profundos, surgen al natural rematados con un forzado de pecho. Remata la faena, en el tercio, con una estocada en la suerte natural entrando con el alma de la que el toro sale muerto. Se vuelve a repetir, casi 10 años después, la misma historia: Cobradiezmos con Manuel y ahora Mosquetón con Escribano. La faena es premiada con las dos orejas, la plaza es un clamor, y la bravura del toro con una clamorosa vuelta al ruedo.

La corrida de Victorino Martín, bien presentada en líneas generales, brava en el caballo, en la lidia ordinaria desarrolló dificultades, las que tienen los toros bravos, y también cuando se le hacían las cosas bien, embestían con la calidad que solo tienen estos toros. Siempre mantuvo el interés del aficionado. Una gran corrida de toros.

Había interés por ver a Daniel Luque, un torero técnico y poderoso. Gestos como éste son los que hacen grandes a las figuras. En el sexto, un toro difícil y peligroso que rehuyó la pelea, poco pudo hacer. Todo su magisterio lo vimos en su primero, un toro difícil, abanto de salida, que desarrolló sentido, y al que con su toreo técnico y poderoso acabó dominando. Inició la faena, como José, toreando a una mano con elegancia y la terminó con un desplante de rodillas cogiendo el pitón, también muy de Gallito. Hubiese cortado una oreja de no haber fallado con los aceros. Su padre recientemente fallecido, a quien brindó la muerte del toro, seguro que desde el balcón del cielo disfrutó de la lección de tauromaquia de su hijo.

Al Cid le he visto alguna de las mejores faenas de mi vida. Muchas con toros de Victorino pero quizás la mejor, en Madrid, a un toro melocotón de Alcurrucén. Hace tiempo ya y el pasado nunca regresa. Estuvo digno ante un lote difícil. Sigue, como en sus mejores tiempos, matando mal. ¡Cuántos triunfos de clamor ha perdido por el pésimo manejo de la espada!

Terminó la corrida. Una intensa, emocionante y gran corrida de toros. Hoy en día, como si fuese un axioma, se afirma que el toro bravo es aquel que va a más y por eso no se le da importancia a los primeros tercios. No es así, toro bravo es aquel que nunca va a menos, que de salida es bravo y muere en bravo, como ayer igual que Cobradiezmos lo fue Mosquetón, de la ganadería de Victorino Martín.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último