La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Qué clase de presidente o qué clase de persona
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Parece que es la hora, como pregonase Barbeito. En los rostros de la gente se adivina un temblor distinto, una emoción imposible de disimular. Cuatro meses lleva Sevilla aguardando a la Esperanza; más de 100 días que han parecido eternos, como si al calendario le pesara más cambiar de página. Cuánto la ha añorado Sevilla. Amanecían las calles vestidas de carteles que lo gritaban: “¡Vuelve la Macarena!”. Y será pronto, inminente. Ese día, el latido más hondo de la ciudad se reunirá en la Basílica que lleva su nombre
Volverá la Macarena. Vendrá para quienes necesitan sostenerse en su mirada, para quienes han pasado estos meses buscándola sin encontrar consuelo. Vendrá para aliviar la pena de quien perdió a alguien sin poder despedirse. La Esperanza volverá, aunque nunca se fue. Estaba ahí, en su Basílica. En su barrio guardada. Estaba en cada mesita de noche, cada cartera, cada medalla, cada retablo, cada cama de hospital. ¡Cuántos le han rezado sosteniendo una imagen en sus manos! La Virgen estaba, porque la Virgen jamás se va. Pero, al fin, tendremos la dicha de tenerla cerca. Sevilla, aguarda: ya vuelve la Macarena.
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