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José Luis Perez-Vera | Cantaor

José Luis Pérez-Vera: "Intento ser versátil en el flamenco y salirme del carril de vez en cuando"

  • Es uno de los jóvenes flamencos con más proyección. Canta, baila, toca el piano y la guitarra, además de componer. El 4 de junio actúa en el Teatro de los Remedios y su primer trabajo discográfico, 'Tierra Prometida', está a punto de ver la luz

TODO ES MÍO - JOSÉ LUIS PÉREZ-VERA

José Luis Pérez-Vera nació en Sevilla en 1994, aunque se crio en Hinojos, de donde es su padre, Juan Rafael, uno de esos flamencos 'amateur' que tocan y cantan como profesionales. Sin abandonar la ciudad del todo, "porque estudiaba allí y tengo familia", cuando comenzó en la Universidad Geografía e Historia, se quedó a vivir en Sevilla, hasta que llegó la pandemia.

Por su casa, en las fiestas familiares, pasaron artistas de la talla de Manuela Vargas, El Pele, María Jiménez, Pansequito, Aurora Vargas y la familia Pareja-Obregón, entre otros muchos. Su oficio como cantaor se funde con el piano y la danza, lo que le ha permitido trabajar con grandes del baile como Javier Barón o Eva Yerbabuena y como cantaor del Ballet Flamenco de Andalucía.

Pérez- Vera se encuentra actualmente inmerso en la grabación de su primer proyecto discográfico, Tierra Prometida, un trabajo "sin fronteras musicales". Para quienes quieran comprobar el talento de este joven flamenco de raíz, pero que aplaude los méritos de artistas como Rosalía o C Tangana, el próximo 4 de junio ofrece un concierto en el Teatro de Los Remedios. 

–Es un 'triflamenco'. Canta, baila y toca el piano y la guitarra, ¿Cuál es la pata que le falta a esta mesa? ¿compone José Luis Pérez-Vera?

–Me gusta hacer de todo y, aunque me considero cantaor, también pienso que soy un artista sin etiquetas. Siempre quiero aprender cosas nuevas: el baile es mi pasión y el piano me cura las heridas del alma en la melancolía de muchas noches en las que también me gusta componer. Es algo que me ayuda a superar problemas o barreras que a veces me pongo a mí mismo. La guitarra me cuesta más y me gustaría dedicarle más tiempo porque me quedé a la mitad cuando empecé. Aun así, ya no puedo abarcar más, que quien mucho abarca poco aprieta.

–Lo de su cante tiene mucho de genética. Su padre, Juan Rafael, y su tío Feliciano, ¿son los culpables de que usted sea hoy un artista?

–Creo que el primer culpable fui yo, por dejar a mis amigos muchas veces jugando en la calle y ponerme a escuchar como cualquier adulto en las fiestas que se formaban en mi casa. Creo que la afición y la pasión las lleva uno dentro, aunque por supuesto mi familia me ha inculcado sin pretenderlo el gusto por la música y el arte en general. Tanto mi padre como mi tío en sus distintas formas han sido y son mi fuente, y cada día aprendo algo nuevo de ellos. También es verdad que tengo antecedentes flamencos que cantaban como por ejemplo mi bisabuelo Juan, que era de Cartagena y cantaba por mineras y tarantas. Su hija, mi abuela Juanita, cantaba copla y tonadillas de zarzuelas que todavía me cimbrean el alma cuando la recuerdo.

–¿Cuál es su relación con Sevilla? 

–Sevilla es mi ciudad. Es parte de mí. Aquí nací, me bauticé, estudié, tengo familia, amigos… tuve la suerte de ser seise de Sevilla en la Santa Catedral y cada año le rezo a sus imágenes templándome por saetas en la Semana Santa. Sevilla es arte, grandeza, sencillez, elegancia y naturalidad. Es música, es romance, es aroma que cautiva, es una noche que lleva por broche un beso. ¡Como 'pa' no enamorarse de ella!

–En breve, cantará en el Teatro de los Remedios. ¿Es de sus primeras actuaciones ante el público después de más de un año de pandemia?

–Será mi segunda actuación en solitario para el público, y deseando que estoy…

–¿Cómo ha afrontado esta difícil situación, especialmente delicada para el mundo de la Cultura?

–Creo que la he afrontado como todos, aunque he intentado ser optimista y he aprendido a convivir con la incertidumbre. No ha sido fácil para nadie. Muchos artistas se han visto despojados de toda subsistencia y han tenido que abrir negocios de todo tipo. Yo he estado impartiendo clases de cante a alumnos locales y a un alumno japonés vía online que estuvo interesado, puesto que no había, ni tampoco las instituciones ofertaban solución alguna, para lo que estábamos viviendo. Me uní a Unión Flamenca, una asociación de artistas flamencos que nació en pleno confinamiento con el esfuerzo de sus directivos, a los que quiero dar las gracias desde aquí por haber apostado por la creación de una organización que mire por nuestro arte, nuestra cultura y nuestros derechos.

–¿Qué repertorio va a ofrecer en el concierto?

–Pues voy a ofrecer un repertorio principalmente flamenco, aunque navegaré también por el bolero y la canción popular. Me gusta seguir una línea, aunque intento ser versátil en el flamenco y salirme del carril de vez en cuando.

–'Tierra Prometida' es su ópera prima en el mundo discográfico, cuéntenos algo de ese disco.

Tierra Prometida es un proyecto en construcción en el que tengo el gran honor de contar con Rafa Almarcha como productor. Juntos estamos ideando e intentando fraguar algo diferente. Somos amantes de la belleza, y él además tiene muy buen gusto para todo. Nuestra pretensión es aventurarnos en nuevos campos sin abandonar la raíz y la profundidad de la música de nuestra tierra. Como letristas, cuento con mi tío Feliciano Pérez-Vera, Arturo Pareja Obregón y yo mismo, entre otros. Es un disco distinto, pero en el que intentaré plasmar mi esencia y marcar una línea en la que continuar por más años. El estilo musical parte de una forma de cantar flamenco, pero con un repertorio más amplio y versátil. Creo que es necesario arriesgar y salir de la comodidad para descubrirse a uno mismo, como artista y como persona en todas las situaciones de la vida.

–¿Cuál es su Tierra Prometida?

–Mi Tierra Prometida es mi propia alma, es lo que llevo dentro. Es un proceso que parte de un viaje espiritual hacia mi interior, en el que he podido conocerme más y sentirme afortunado por el hecho de existir y de tener personas tan valiosas a mi alrededor. Los judíos buscaban una tierra prometida más allá del desierto; yo pienso que se equivocaban, no hace falta ir a ninguna parte. Tú tienes las llaves de la finca dentro de tu corazón. Es vital amar lo que tenemos y a quien tenemos a nuestro lado, pero sobre todo quererse uno mucho, 'que está la cosa mu mala' –ríe–.

–¿Quiénes han sido los mentores de José Luis Pérez-Vera en este trabajo?

–Principalmente, Rafa Almarcha, por supuesto, y mi padrino (de bautizo) César Cadaval. También son parte del equipo otros amigos como el pintor Manuel León, la fotógrafa Celia Macías, la pintora Ana Valderrábanos, el pintor Javier Parrilla, mi compadre el escultor Fernando Aguado, el diseñador Manuel Zerpa, etc. En definitiva, un consejo asesor de todo tipo de artistas que me ayudan bastante a ampliar las miras. Me siento muy afortunado de tenerlos cerca.

–Dos Manueles, Lombo y Caracol, ¿con cuál se siente más identificado?

–Con todos mis respetos, y tomando distancia, Manolo Caracol es genio de genios. No habrá otro igual. Está él y luego quien se atreva a ponerse. Es uno de mis referentes flamencos principales, junto a Pastora y Tomás Pavón, Camarón o Enrique Morente, entre otros. Manuel Lombo es un gran artista, muy admirado por mí desde pequeño además porque ha sido y es en mi familia como uno más. Me gusta escuchar todo tipo de música, desde Nina Simone a Joao Gilberto, pasando por Luis Miguel, Alejandro Sanz, Chavela Vargas, Pavarotti, Benny Moré, Pat Metheny o El Pali. También me atrae la valentía y las nuevas propuestas de artistas españoles como Rosalía o C Tangana.

–A los jóvenes se les tilda de irresponsables y altivos, usted es un claro ejemplo de lo contrario.

–¡Es un estigma bastante injusto! Creo que hay muchos jóvenes trabajadores, responsables y muy humildes. Los que no lo sean, con todo lo que hemos vivido en este año de pandemia creo que ahí llevan una curita de humildad. Yo no me considero un ejemplo para nadie, pero sí es cierto que intento no acercarme a los calificativos aplicados a ese estigma.

–Su fiesta tradicional preferida y cuánto la echa de menos.

–Me encantan la Semana Santa y El Rocío, y aunque muero por las dos, lo que me pone sensible en cuanto lo nombran es El Rocío. Es mi vida, es mi familia, es mi tierra, mi entorno, es mi pulmón. Mi año nuevo no comienza después de las uvas, sino después de recogerse la Blanca Paloma. También soy del Gran Poder desde que nací porque mi abuelo era del barrio de la Macarena y en su familia a los varones de la casa los hacían hermanos del Señor, además, por supuesto, de la Esperanza.

–¿Qué copla entonaría para subir el ánimo al público lector?

–La primera que se me ha venido a la cabeza ahora mismo: La Niña de Fuego, de Manolo Caracol.

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