Taberna Azahar: El bar cofrade que sabe a guisos y espinacas en San Julián
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Hay bares que son una máquina del tiempo. Barras de caoba que han soportado –y siguen haciéndolo– cuentas de tiza en pesetas y euros. Puntos de encuentro de vecinos del barrio que se fueron y vuelven cada Semana Santa y nuevos habitantes que han llegado para dar vida a las calles. Hay tabernas que son templos porque invitan a la convivencia. Una de ellas está en San Julián y se llama –como no podía ser de otra manera– Azahar.
Juan Oliveira, su dueño, es un tabernero a la antigua. Tiza en mano, caja registradora y cuenta en la barra. Sus tapas, sin florituras, guisos de carne con tomate, espinacas, tortilla, chorizo al infierno. La cerveza en vaso de tanque, de los de siempre. No faltan ni el serrín en el suelo ni los cuadros con fotos de diferentes devociones sin olvidar, por supuesto, a la Hiniesta. Un retablo de la Macarena y una fotografía antigua de Joselito El Gallo completan una decoración digna de estar en un museo de la historia sevillana. "La mayoría de estos objetos son donaciones de los clientes", afirma. Merece la pena entrar en el bar solo por ver esta decoración. Imposible no pensar en la historia que tendrá detrás cada foto, cada cartel.
Juan pasó de cliente a dueño de la taberna y de trabajar solo los fines de semana detrás de la barra a convertirse en su profesión. Él está al frente de la Taberna Azahar desde 1983, pero ya desde 1979 era un bar cofrade donde el incienso es el aroma que manda, sobre todo en estos días.
Todos los fines de semana toca guiso: carne con tomate, espinacas y garbanzos con bacalao. Pero en la lista de tapas escrita a mano en una cartulina amarilla no faltan los montaditos de gambas alioli, pringá o chorizo picante. Los huevos a la flamenca o el chorizo al infierno y la tortilla completan una carta de las de siempre. "Recuperamos las tapas tradicionales de Sevilla. Ahora hay muchos bares de corte moderno que ponen tapas de diseño, pero a la hora de la verdad a la gente le gustan las papas con chocos, la carne con tomate y los guisos de garbanzos. Volvemos a nuestras raíces", sentencia Juan Oliveira.
"Al final, nos gustan las tascas y las tabernas sevillanas de toda la vida. Aquí tenemos parroquianos de siempre y también gente joven que cuando ve la radio o el teléfono que tenemos, por ejemplo, recuerdan que en casa de sus abuelos los había parecidos", explica.
En esto de las modas que vuelven, Juan apunta la del vermut. "Sobre todo, a las mujeres les gusta mucho esta bebida", explica mientras sirve dos cervezas en vaso de tanque y apunta la cuenta con la tiza en la barra. Por cierto, también tienen sifón, aunque ahora más que para el tinto, se utiliza para el vermut. Para beber, a la cerveza y el vermut se añaden el rioja y el vino de naranja.
"Aquí somos gente de barra", cuenta Juan mientras pone una tapa de tortilla en su correspondiente concha. Tiene también mesas con sillas altas en la calle y es de esos pocos sitios donde se puede ir sin reservar. Eso sí, hay que tener dinero en la cartera si tienen pensado acercarse a esta máquina del tiempo con aroma cofrade. No por el precio de las tapas, sino porque no tiene TPV para pagar con tarjeta. "Tengo una caja registradora de los años 60 que me da todo, las sumas, los totales, y funciona estupendamente", comenta.
En cuanto a los precios, Juan los canta del tirón. Ventajas de tener una lista de tapas clásica. Las tapas son a 3,50 euros, la cerveza a 1,60 y los montaditos a 3 euros.
Esta taberna de la calle San Julián tiene todo para ser auténtica: serrín en el suelo – "es muy limpio, si se cae algún líquido, se barre y se queda el suelo estupendo"– y una radio que lleva encima casi tantas semanas santas como el bar para oír los partidos y los programas cofrades. Abre todos los días de 13:00 a 16:30 y de 20:00 a medianoche.
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