las dos orillas

José Joaquín León

Un juez crucificado

EN un país donde un fiscal pide dos años de cárcel para los presuntos autores de un incendio que causó 11 muertos y arrasó 13.000 hectáreas en Guadalajara, la condena de 10 años de inhabilitación al juez Francisco Serrano parece exagerada. Sobre todo porque este juez no ha causado ninguna muerte por una imprudencia. Tan sólo permitió que un niño saliera de paje en la cofradía del Silencio. Si cometió alguna irregularidad por alterar el régimen de visitas es normal que fuera sancionado, sin olvidar la realidad del caso, como que el menor tenía sus deseos y no era un objeto intercambiable. Pero, en cualquier acto de justicia, por elemental que parezca, la proporcionalidad es importante.

El Tribunal Supremo ha echado de su profesión a un juez por un resultado de 3-2. Tres votaron a favor de la inhabilitación por 10 años, mientras dos eran partidarios de absolverlo. Eso significa que la sanción a Serrano tenía, como poco, el beneficio de la duda. Era discutible. Quienes piensan que la Justicia española está politizada, por unos y por otros, encuentran aquí un apoyo más a sus tesis. El juez Serrano estaba cuestionado por sectores feministas, a causa de otras decisiones que se estimaron polémicas. No significa que fueran a cazarlo, pero sí que era una presa apetitosa.

Puede que él, en este caso, se dejara llevar por ciertas consideraciones difíciles de entender para quienes no las sienten. Supongo que para un juez del Tribunal Supremo el sentimiento que tienen muchos sevillanos para salir en una cofradía es tan indiferente como si yo me quedo sin ver las Fallas de Valencia. Tal vez Francisco Serrano, que sí conocía ese aspecto del caso, lo tuvo muy en cuenta.

Vista desde Sevilla, la inhabilitación de 10 años al juez es alarmante. La desproporcionalidad echa humo. El TSJA había condenado al juez a dos años de inhabilitación por prevaricación imprudente, cuando la denuncia fue presentada por prevaricación dolosa, y eso fue desestimado. Sin embargo, el Supremo eleva la condena al estimar que sí hubo prevaricación intencionada, en contra de la decisión del TSJA.

Al juez Francisco Serrano le ha tocado llevar una cruz a cuestas, como dicen que tenemos que cargar todos por nuestros pecados. Pero a veces ocurre que el peso de la cruz varía según el pecado, según la creencia y la ideología, según si en la sentencia hay mayoría a favor de condenarlo o votos particulares de algunos que no piensan igual. Al final, lo han crucificado para su profesión. La pasión de un niño puede tener consecuencias excesivas. Desde hace tiempo se sabe que en estos casos lo práctico hubiera sido lavarse las manos, como Pilatos, y sin mojarse. Sólo crucifican a las víctimas propiciatorias: a los santos, a los molestos y a los que desentonan.

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