LA primera vez que una encuesta pronosticó una posible victoria del Partido Popular en las elecciones andaluzas fue en esta casa, en el Barómetro de Otoño del Grupo Joly. Hablo de encuestas serias, no esos sondeos que hacen los partidos sin salir de sus sedes y sin preguntar más que a militantes, incondicionales y adheridos.

Otro grupo de comunicación ofreció más tarde un resultado parecido. No hay dos sin tres: un nuevo barómetro, el del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), confirmó el viernes la tendencia, con la circunstancia de que partía de una base mucho más amplia que los anteriores (3.645 entrevistas de media hora de duración, realizadas personalmente). Según IESA, si hubiera elecciones autonómicas en este momento, el PP obtendría el 43,2% de los votos y el PSOE el 41,6%. Ya no quedan dudas de que ha habido un cambio.

Que el PP puede ganar se lo ha creído al fin el PP en los últimos meses, y el PSOE ha terminado creyéndoselo también. Desde que Andalucía se constituyó en comunidad autónoma nunca han coincidido al mismo tiempo estas dos impresiones subjetivas de las dos organizaciones políticas más relevantes. Impresiones que por sí mismas ya empujan en la dirección anunciada: la primera condición para una victoria electoral es pensar que se va a ganar, y lo mismo ocurre con el fracaso. Quien llegue a los comicios asumiendo la derrota ya está derrotado.

La tela aún por cortar es extensa, pero no es previsible que la situación que explica el avance de los populares dé un vuelco. Mucho habrían de modificarse los principales términos de la crisis económica (cierre de empresas, paro, colapso de la construcción, endeudamiento) para que los andaluces volvieran a confiar en quienes les han gobernado, no en los dos últimos años, sino en los últimos treinta. Mucho habría de recuperarse la imagen de Zapatero, que ahora mismo es el elemento que más deteriora la hegemonía electoral de los socialistas de la Junta de Andalucía. (Griñán debe estar pensando en convocar, al fin, las elecciones por separado). Y todavía existe un factor de desgaste que va más allá de la crisis de la economía: que mucha gente, y no sólo conservadora, está harta de ver siempre las mismas caras y escuchar el mismo discurso. Hagan la prueba: ¿cuánta gente conocen que han votado socialista más de una vez y que ya no está dispuesta a hacerlo de nuevo? Muchos no simpatizan con el PP, pero antipatizan con el continuismo estancado que representa este PSOE andaluz.

El mejor barómetro antes de las autonómicas serán las municipales de 2011. Y no debe olvidarse que decidir quién va a gobernar no dependerá sólo de lo que avance el PP y retroceda el PSOE, sino también de lo que pase con IU, PA y el partido de Rosa Díez.

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