Receso liguero, pero sin solución de continuidad, Copa del Rey habemus y al Betis le toca bailar con un igual. Tras el disgusto de Ipuru0a y la constatación de que el club no inspira el menor respeto en las alturas y, por ende, en el estamento arbitral, colisión con ese igual tan igual que también pertenece al grupo de los que, con toda razón, se sienten maltratados por los que antaño eran denominados como los del enlutado atuendo.

¿Quién se sentirá perjudicado esta noche a las intempestivas diez en todos los relojes de la noche heliopolitana? He ahí la cuestión que inquieta al aficionado de cada cual, pero mejor que dejemos cuestiones irreparables y analicemos la cosa desde parámetros sólo futbolísticos. Vuelve a Heliópolis el Deportivo, que ya estuvo por aquí en Liga para pescar en un pleito donde los verdiblancos ya se quejaron del juez ante un rival que apenas cruzó el ecuador de la cancha.

Ambos iguales vienen de sendos sofocones en la jornada liguera. Y es que si lo de Éibar fue un disparate con la única excusa del grosero error del árbitro al cuarto de hora, el Dépor llega tras ver cómo el Málaga le quitaba el caramelo de la boca cuando no quedaba tiempo para nada. Desde luego, las sensaciones gallegas son mejores que las que el Betis dejó en la fría noche guipuzcoana ante un equipo que se comportó como debiera hacer el Betis, como un equipo.

Un ingrediente para el guiso es que Víctor se enfrenta al Dépor, el equipo donde vivió sus mejores tiempos como futbolista y como entrenador. El conocimiento de la tropa coruñesa se da por descontado, pero tampoco es como para creer que hay mucho camino andado. Arranca la Copa, la competición que le ha dado al Betis sus últimos logros, con la duda de qué Betis será el que la afronte, si lo hará compitiendo o tocándose la ropa como se la tocó durante una hora en Ipurúa.