"No me salía decirle presidente a Felipe"
Juan Alarcón, que lo había acompañado en otras campañas, fue su hombre de confianza en la gira del 82.
"Curiosamente no hubo una explosión de júbilo al uso. Fue una cosa muy tranquila. Es lo que dice García Márquez. La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda". Juan Alarcón (Alcalá de Guadaíra, 1944), estaba la tarde del 28 de octubre de 1982 con Felipe González en la casa de Julio Feo. El sociólogo de cabecera que le llamó para que se incorporase a la campaña electoral.
Juan Alarcón no está en la foto de la tortilla ni era del despacho de Capitán Vigueras. Se conocieron en una huerta de naranjos con alberca llamada La Lapa, en Alcalá. "Felipe estaba con Concha Romero, su novia de La Puebla del Río, y yo con Carmeli Hermosín. María del Águila, Lala, hermana de Carmeli, era íntima amiga de Concha. Y así nos conocimos. Con veintipocos años". Cambiaron de novias, pero casi medio siglo después siguen siendo muy buenos amigos.
El amigo de Felipe trabajaba en el negocio paterno del taller mecánico, la tienda de repuestos de automóviles y la fábrica de remolques agrícolas. Juan tenía en su casa la imprenta del aparato de propaganda. "La Policía la registró y no encontró nada".
Le llama Julio Feo, pide un mes de excedencia en la Junta de Andalucía. Cuando Felipe se va a organizar el partido en Madrid, después del congreso de Suresnes, llama a su amigo. "Me fui a vivir puerta con puerta en la calle Pez Volador, una torre de once plantas". Alarcón se hartó de Madrid y decidió volver a Sevilla. "A Felipe no le gustó, pero lo respetó".
"La campaña fue más cómoda que las anteriores, que eran en avión de alquiler y en cada aeropuerto cogíamos coches al sitio del mitin". En la del 82, la comitiva de Felipe viajó en uno de los modernísimos autocares holandeses que usaron las selecciones del Mundial. "Fernando Guardiola y yo íbamos en un coche blindado junto al autocar, que no podía entrar en el lugar del mitin para que Felipe no llegara andando".
El triunfo no cambió el trato. "A mí no me salía decirle presidente". Viajaron a Sevilla, a la casa de Francisco Palomino, cuñado de Felipe. "Lo vi tan agobiado, como si se le hubiera caído una losa encima, que le ofrecí mis servicios, pese a que no tenía ganas de ir a Madrid". Fue, pero de visita. "No había estado en la Moncloa. Fuimos a saludarlo con la furgoneta en la que nos íbamos de camping a Francia. Era verano y mis niños se bañaron en la piscina". Sus hijos Juan (1976) y Daniel (1978), cosecha de la transición, disfrutaron de lo lindo.
Fue su hombre de confianza. Sus manos y sus ojos. Vivieron juntos la historia que no sale en los libros pero nadie puede borrar. Como aquella final de Copa del Rey en el Vicente Calderón. "Estábamos en el palco y alguien empezó a gritar ¡Juan, Juan! y yo abochornado. Era uno de Alcalá. No soy futbolero, pero recuerdo el penalti de Esnaola a Iríbar".
No hay comentarios