El western contra la Historia

Intemperie | Crítica

Luis Tosar, en una imagen de 'Intemperie', de Benito Zambrano.
Luis Tosar, en una imagen de 'Intemperie', de Benito Zambrano.

Ficha

*** 'Intemperie'. Drama-western, España, 2019, 103 min. Dirección: Benito Zambrano. Guion: Pablo y Daniel Remón, B. Zambrano. Fotografía: Pau Esteve. Música: Mikel Salas. Intérpretes: Luis Tosar, Luis Callejo, Jaime López, Vicente Romero, Manolo Caro, Kandido Uranga, Mona Martínez, Miguel Flor De Lima.

En un gesto tan simple como explícito, Benito Zambrano abre su versión cinematográfica de Intemperie, la elogiada y, a tenor de lectoras de las que me fío, estupenda novela de Jesús Carrasco, con un rótulo explicativo que nos sitúa en la España de 1946, “siete años después del final de la Guerra Civil”. Un gesto inicial que va un poco más allá de la desconfianza en el espectador para marcar también un contexto y unas claves de interpretación muy concretas para una novela que, según me cuentan, trabaja precisamente sobre la ambigüedad, lo no dicho y una cierta abstracción simbólica para trazar su particular travesía por el desierto protagonizada por un niño en fuga y un pastor convertido en una suerte de nuevo padre, figura filosófica de referencia para su camino de liberación del yugo caciquil.

Intemperie la película se debate siempre entre dos fuerzas, esa que tira hacia los esquemas y estereotipos del western, donde sin duda funciona con eficacia gracias al oficio y la contención de Zambrano (esta es su mejor película de largo) y a las prestaciones del elenco (especialmente Tosar, Callejo y el niño Jaime López), y esa otra que, con cierta insistencia y a veces con innecesario subrayado, tiende a recordarnos que este particular desierto innombrado no es otro que la España de los vencedores y los vencidos, de los explotadores y los explotados, sometida a una esquemática simplificación para todos los públicos.

Qué duda cabe que el filme que más nos interesa es el primero, el del aliento clásico, las figuras que atraviesan el paisaje árido y polvoriento, la violencia (necesaria) y los diálogos morales desmarcados de todo presente. No lo hace ya tanto el que delinea cada parada o encuentro como una pequeña lección de Historia o el que necesita decir a viva voz lo que ya estaba dicho (por ejemplo, el porqué de la huida del niño), incluso a última hora y después de los disparos. Y es ahí quizá donde radica la distancia entre la buena película que es y la película excelente que Intemperie podría haber sido.

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