Los cirineos de la crisis

Donde la esperanza se hace carne

  • Si hasta hace poco eran inmigrantes embarazadas las que acudían en mayor número a la Fundación de la O, ahora son sevillanas sin recursos las que piden ayuda para criar a sus hijos.

Elena, Sonia y Rocío comparten tardes de trabajo en la Iglesia de la O. Sus oídos se prestan cada lunes a escuchar historias de mujeres que intentan sortear la crisis con la virtud que esta hermandad concreta en una vocal: la esperanza. Forman el grupo técnico de la principal labor social que la corporación trianera desarrolla a través de la fundación que se creó en vísperas de la coronación de su Titular: apoyar a las madres que se han quedado sin recursos para criar a sus hijos.

Jesús Capilla es el gerente de la fundación. Durante los seis años que lleva funcionando ha constatado que el declive económico que vive el país ha cambiado el perfil de la demandante. "Cuando pusimos en marcha este proyecto las mujeres que acudían a estas dependencias eran, principalmente, inmigrantes embarazadas. Ahora, sin embargo, son muchas sevillanas las que solicitan nuestra ayuda porque están en paro o la poca ayuda que reciben en su casa no es suficiente para la atención de los hijos", señala Castilla.

Los orígenes de esta iniciativa se remontan al otoño de 2006, cuando se aprueban los estatutos y se constituye el patronato de la fundación a través de la cual se desarrollaría dicha labor social. En 2007 existe un periodo de prueba durante el cual se atienden cuatro casos. Un año después se inicia el trabajo de atención a las mujeres gestantes. En aquellos momentos, según datos de la corporación, existen informes que alertan del aumento de las interrupciones de los embarazos, motivado en muchas ocasiones por la "vulnerabilidad extrema" de la mujer que se encuentra sola a la hora de afrontar el nacimiento y posterior crianza de su hijo.

Ahora, sin embargo, no sólo se trata de familias monoparentales, sino también de aquellas denominadas "tradicionales" en las que apenas hay dinero para pagar una vivienda y la alimentación de padres e hijos. Las personas que llegan a la Fundación de la O lo hacen a través de las Cáritas parroquiales, las bolsas de caridad de otras hermandades, distintas entidades sociales o el "boca a boca". Una vez allí el equipo técnico formado por la trabajadora social Elena Tejedor y las colaboradoras Sonia Díaz y Rocío Vega las entrevistan.

"En este primer encuentro se trata de crear un vínculo entre ellas y nosotras, de que tomen confianza suficiente para que nos narren cuáles son sus carencias y en qué podemos ayudarles", explica Tejedor. Por norma general, se intenta que la atendida acuda a los medios normalizados, como la sanidad pública o los servicios sociales, y sólo en casos muy especiales se recomienda la asistencia de un psicólogo, abogado o ginecólogo, profesionales con los que cuenta la fundación. "Son hermanos de la O que, como los miembros del equipo técnico y otros voluntarios del proyecto, no cobran nada por la labor que realizan. Además, en contadas ocasiones hemos necesitado su ayuda, ya que la mayoría de las beneficiarias requieren de colaboración económica", apostilla el gerente de la fundación.

La atención que se presta desde la hermandad de la calle Castilla no es puntual, sino que se alarga en el tiempo hasta que la madre cuenta con recursos propios para sacar adelante a sus hijos. Desde 2007 se ha ayudado a un centenar de mujeres, aunque en la actualidad son una treintena las que integran la lista de beneficiarias debido a esta falta de límite temporal en la asistencia y los escasos recursos de la fundación. Dichos fondos proceden, en su mayor parte, de la hermandad y de los beneficiarios que contribuyen a través de las cuotas. A estas aportaciones se suman las subvenciones de las entidades sociales, la colaboración del Banco de Alimentos con la entrega de víveres y las donaciones particulares en forma de enseres como carros, canastillas, sillas infantiles o ropa que se encuentren en buen estado. "Sólo hemos tenido que comprar siete u ocho carros en cuatro años. La gente es muy generosa cuando sabe que hay familias que lo están pasando mal", añade el gerente de la fundación.

Pero más allá de las cifras, existe una realidad que es la que palpan los hermanos de la O y las voluntarias de este proyecto cada lunes cuando abren la puerta del pequeño despacho. Allí, entre canastillas, juguetes, azulejos cerámicos, una foto en sepia de la antigua Virgen de la O y hasta la copia de una cita de José Saramago sobre los hijos, siempre hay unos oídos dispuestos a escuchar esas historias contadas por mujeres a las que la vida les ha puesto a prueba. "Por aquí han pasado prostitutas, víctimas de malos tratos y hasta quienes luchaban por ser madre pese a tener una enfermedad degenerativa", relata la trabajadora social, quien asegura que "hay que quitarse el sombrero" con estas personas. "Son ellas las que nos dan una lección de fuerza, de cómo superar los obstáculos, la esperanza convertida en carne".

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