Un Sartre muy distinto | Crítica

Un Sartre pintoresco

  • Ediciones del subsuelo publica el ensayo de François Noudelmann, 'Un Sartre muy distinto', donde se ofrece una imagen menos homogénea, mucho más veraz e interesante, del pensador francés

El ensayista francés François Noudelmann

El ensayista francés François Noudelmann

Ediciones del subsuelo viene publicando ensayos biográficos notables (Nietzsche contra Foucault, Proust, el estupendo Pessoa de Manuel Moya), siendo así que ahora nos ofrece este Sartre de Noudelmann que se corresponde, razonablemente, con su título. ¿Pero a qué distinción señala este Un Sartre muy distinto? A aquella que va desde el Sartre formulario y escueto que conocemos, del filosofo árido y “comprometido” (con el comunismo, con el anticolonialismo, etc.), hasta el hombre concreto donde se contradicen y deploran algunas de sus actitudes públicas. La idead de Noudelmann, pues, es la de mostrar un Sartre en taracea, donde las piezas no tienen la obligación de encajar, pero sí la de exhibirse unas junto a otras, para extraer de ellas, de esa totalidad en desorden, un atisbo de verdad.

Noudelmann expone, junto al ardoroso comunista, el buen burgués

Por supuesto, no hay aquí voluntad de exculpar a Sartre de su inaceptable apoyo, continuado y manifiesto, a las tiranías comunistas. Pero sí de acompañar su vida política con el cansancio de ella, manifestado por Sartre. De los muchos testimonios epistolares, vale decir, privados, con que se construye este ensayo, tanto más valioso cuanto menos “unitario”, lo que se infiere de ellos es una profunda oscilación del hombre Sartre entre vocaciones opuestas (literatura/militancia, compromiso/contemplación, cultura/naturaleza...), de la que se extrae una figura cercana a Baudelaire. Pero a un Baudelaire muy concreto: aquel que había rigorizado el propio Sartre en una biografía de gran influjo. Es así como Noudelmann va exponiendo, junto al político, el esteta. Junto al ardoroso comunista, el buen burgués. Junto al rígido intelectual, el turista desenvuelto. Junto al pensador utópico, el viajero fascinado por la quietud y el limo. Esa es, probablemente, la razón última de su atracción por Venecia. Y también, de modo similar, por Roma y Nápoles. A lo cual debe añadirse el mero disfrute -un goce frívolo y culpable- de la itinerancia y el clima.

Este carácter oscilante, heteróclito, del pensador francés, que aspira a una literatura flaubertiana y, sin embargo, redacta artículos políticos, adquirirá una realidad mostrenca en su dipsomanía, como antes en el consumo de anfetaminas. Y es esta misma figura atormentada, del hombre feo, brillante y mujeriego, inclinado al ideal y su contrario, lo que Noudelmann presenta aquí de modo claro y admirable.

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